Texto por Álvaro Morales

Fotografías por Rocío Eslava

Lanzarote no es solo lava, sol y contrastes. Más allá de visiones sobre el desarrollo y la conservación que llevan en disputa desde hace sesenta años, la Isla atesora rincones dignos de visitas reiteradas y su cofre de playas es realmente suculento. Entre las más llamativas, la de Famara, en el norte del municipio de Teguise, ocupa un lugar privilegiado. Su fácil acceso en coche, sus grandes dimensiones, las vistas espectaculares hacia el Archipiélago Chinijo y El Río, los recovecos para perderse en la arena seca, la imponente montaña del mismo nombre y sus célebres bungalós al pie componen un cuadro más que atractivo que, encima, se completa con su condición de referente del surf, su idilio con el cine, los manjares gastronómicos de sus restaurantes y ese aroma decimonónico y del Far West por sus calles de tierra, como si el celuloide hubiera llegado aquí antes que a ningún otro sitio. Una visita obligada de la que, seguro, no se arrepiente.

Teguise cuenta con costa en las vertientes norte y sur de Lanzarote. No es el único municipio con este privilegio en Canarias, pero sí puede presumir de una de las mayores ofertas de playas y zonas de baño variopintas en la provincia oriental. Las hay muy turísticas, familiares, de arena fina, de callaos, aisladas, con mar en calma, con peligrosas mareas pero con ese inconfundible sabor a lo salvaje y rincones volcánicos que eternizar con las cámaras. Las hay casi para cualquier gusto y, sin embargo, la de Famara tiene ese algo especial, ese plus que la convierte en una visita imprescindible en la isla de César Manrique.

Famara se despliega al pie de una espectacular montaña o risco del mismo nombre a la derecha, que tiene el punto más alto de la Isla: Peñas del Chache. Llegar resulta relativamente fácil, pues basta con tomar la carretera que baja desde el casco histórico de Teguise hacia La Caleta de Famara, con señalética generalmente entendible. Se pasa por el Morro de Jable y la Casa del Molino y, al poco, se divisa un paisaje marcador.

A la izquierda, el pequeño pueblo parece congelado en el tiempo por sus calles de arena, lo que contrasta con la modernidad de muchos de los coches aparcados, los exquisitos restaurantes especializados en pescados y mariscos, el espíritu joven por su condición de capital del surf y hasta su distinción de destino elegido habitualmente por famosos como Almodóvar, Penélope Cruz y otros…

Al fondo, entre el risco y un brazo de mar dormido conocido como El Río, la joya de la isla de La Graciosa se muestra, en el fondo, como queriendo esconder algunos de sus muchos tesoros. El visitante es consciente de que ahí se halla el inolvidable Archipiélago Chinijo y, pese a esto, le sobra con lo que tiene más cerca. Y es fácil de entender: Famara enamora. Su habitual viento y sus corrientes peligrosas (hay que extremar el cuidado), por supuesto, se tornan en obstáculos para darle una nota insuperable, pero, para muchos, esos hándicaps se transforman en ventajas si se quiere mantener ese aire salvaje, de paraíso aún alternativo, por muy accesible que sea y por muchas familias enteras que lo disfruten.

Si el mar y el sol acompañan (a veces visitan la zona nubes no siempre mal recibidas), los baños resultan reparadores, plácidos y perfectos, en plena simbiosis con la naturaleza, aunque siempre con el respeto debido a la fuerza oceánica y al sempiterno oleaje de esta enorme cala. Si no, simplemente pasear por su arena (seis kilómetros de largo que se agigantan en bajamar), escuchar el rugiente Atlántico, refugiarse en los tramos más secos, esconderse en los médanos creados por el viento o en los muretes de piedras improvisados o permanentes se convierte en un lujo de muy difícil renuncia que compensa de sobra el riesgo del baño.

Por supuesto, Famara es uno de los principales referentes del surf en Canarias, en sus distintas modalidades, aunque con mayor protagonismo para las tablas de siempre. Eso sí, la ausencia de grandes hoteles hace, incluso, que los famosos bungalós a las faldas del risco acrecienten ese aire paradisíaco. Sí que hay apartamentos que aumentan la oferta para disfrutar de este rincón más tiempo, pero muchas veces basta con unas horas para saber que, de volver a Lanzarote, a la Isla de los Volcanes, se regresará seguro a este sitio, pues Famara es para repetir.

En los restaurantes, la jornada se puede redondear con convincentes papas con mojo, sopas de pescado o marisco, viejas, morenas, gallos, abades, pulpos, cabrillas y tantos otros manjares del infinito salado que hacen de Famara más que un destino que apuntar. Además, y en dirección a El Golfo (bajando a la izquierda), diversas calas más pequeñas, pero también de arena fina, así como entrantes, charcos y cabos, elevan los atractivos hasta el punto de que, con todo el respeto, debería estar planteándose ya por qué no hace las maletas y coge la toalla.

DETALLES:

Ubicación: en el nordeste de Lanzarote, en el municipio de Teguise, junto al Risco de Famara y en frente de El Río y La Graciosa (Archipiélago Chinijo).

Socorristas: sí.

Playa surfista: sí.

Playa nudista: no es lo habitual, pero, a veces, a ciertas horas, la soledad lo permite y algunos lo practican.

Restaurantes: restaurantes en La Caleta de Famara, junto a las calles de arena, con gran oferta de pescados y mariscos.

Baños: no.

Duchas: no.

Sombrillas y hamacas: no.

Adaptada para personas con discapacidad: no.

Aparcamientos: sí.

Transporte púbico: líneas de guaguas y taxis.

Perros: sí, aunque no en toda la playa.

Curiosidades: el idilio de Famara con los famosos se debe, entre otras, a películas como Los abrazos rotos (2009), de Pedro Almodóvar, y con Penélope Cruz y Lluís Homar, Blanca Portillo y José Luis Gómez, entre otros.