Antes de a las canchas de baloncesto, Antoni Daimiel (1970, Ciudad Real) estuvo a punto de dedicarse a la abogacía. Un examen suspendido –según él, para el que más ha estudiado en su vida– y una posterior revisión en la que no alcanzó el aprobado lo llevaron a lanzar a canasta desde otra dirección y… vaya triple se mandó.

¿Cómo comenzó esto del periodismo para usted? Creo que empezó por derecho, si no me equivoco.

Soy periodista vocacional. Me siento periodista, sobre todo. Y por lo que recuerdo y lo que me cuentan, fui vocacional desde muy niño, me atrajo. En mi época de estudios vivía en Valladolid y en ese momento yo era de letras. Me gustaban más las letras, pero ya se decía, en aquella época, que había pocas salidas. Y la única salida viable parecía que era derecho. Cuando estaba en el preuniversitario, de COU de letras…, creo que en torno al sesenta o setenta por ciento iba para derecho. Y por eso fui para derecho, sin gustarme mucho. Suspendí el primer examen parcial de derecho romano, que fue el examen para el que más he estudiado en mi vida. Pensé que me había salido bien. Al pedir la revisión no me trató muy bien el catedrático y ahí fue un poco lo que necesitaba para desenamorarme del todo del derecho. Aprobé dos asignaturas, pero me dediqué más a al ambiente universitario… extraacadémico [ríe]. Posteriormente hice algún curso de radio de periodismo que había privados, comenzaban en aquella época. Una tía mía que vivía en Madrid me dijo: «Vente si quieres, te matriculas y te quedas en mi casa». No había muchas posibilidades en mi familia para haberme ido a un colegio mayor o un piso de alquiler, así que vine donde mi tía, me matriculé en la Complutense y empecé periodismo. Al poco surgió una oportunidad de entrar de becario, en prácticas en lo que era el arranque de Canal Plus, que era un experimento nuevo. En realidad he tenido un vínculo con esa empresa hasta hoy, que ha pasado por varios nombres y varias propiedades, hoy Movistar Plus. Llevo desde hace veintinueve años comentando NBA. La vida me ha llevado por el mundo del deporte en el periodismo, pero podría haber hecho perfectamente otro tipo de trabajo, otras secciones en los medios que no fueran deporte. El deporte siempre me ha gustado, lo he seguido, me he interesado, pero insisto en que me siento periodista por encima de periodista deportivo.

 

¿Cuál es su primer recuerdo con el fútbol o el baloncesto?

Lo del fútbol es difícil porque los recuerdos son muy vagos, esporádicos, empiezan con la edad de tres o cuatro años. Y casi lo primero que recuerdo, y no es oportunismo [ríe], es que a mí siempre me gustaron desde niño los jugadores de fútbol que organizaban; entonces en la Unión Deportiva Las Palmas había un jugador, Brindisi, que llevaba el ocho, argentino. Me encantaba porque me gustaba el jugador que pasaba en corto, en largo, por ejemplo, tipo Schuster. Y entonces Brindisi, no sé por qué,
me cautivó. Recuerdo que tuvo que ser con cuatro años o así y pedí una camiseta de Brindisi, pero claro, en aquella época… Imagínate: si hoy puede ser difícil encontrar una camiseta de la Unión Deportiva Las Palmas en Madrid o en Valladolid, en aquel entonces era ciencia ficción. Lo que se hacía era que te comprabas una camiseta de un amarillo parecido al uniforme de la Unión Deportiva Las Palmas y luego comprabas en una mercería el número. Y en este caso mi tía, que era la que mejor cosía, me incluía el número. Incluir el nombre también era ciencia ficción. Ese fue el primer recuerdo. Deduje a posteriori por qué me hice muy del Atlético de Madrid, ya que me gustaba un jugador, Ayala, también argentino, curiosamente, que llevaba el once en el Atlético de Madrid. Me hice del Atlético de Madrid porque hubo un Valencia-Atlético de Madrid en el que Ayala jugó muy bien y marcó el gol de la victoria. Creo que me hice del Atlético viendo ese partido, no sé si lo vi entero o si vi un rato con mi padre, que le gustaba mucho. Ese es el momento en el que yo me engancho al fútbol. En cuanto al baloncesto, lo tengo más identificado porque yo había visto algún partido de Copa de Europa, sobre todo en televisión, pero cuando tenía ocho o nueve años, viviendo en Valladolid, un conocido de mi padre era directivo del equipo de baloncesto, que acababa de subir a lo que era primera división (posteriormente ACB) y le dijo: «¿Por qué no vais un día al baloncesto? Está espectacular. Tenemos un equipo muy vistoso y se pasa muy bien». Y fuimos mis padres y yo. Eso me cambió la vida. Y, sobre todo, hubo dos jugadores, tampoco es oportunismo [ríe], un canario, Carmelo Cabrera, y otro estadounidense, Night Davis, que establecían una química, una conexión en la pista tremenda. Eso ya me pilló para siempre, para el baloncesto. A partir de ahí empecé a seguir mucho el baloncesto, la competición nacional, a consumir prensa deportiva buscando el baloncesto y hasta aquí.

¿Cómo cree que se percibiría hoy en día la NBA sin la figura de Pau Gasol?

Bueno, yo creo que hay matices interesantes sobre eso. Sobre la especulación de lo que podría haber sido. La NBA sería importante porque es un producto muy bueno, muy bien resuelto. Pau Gasol nos empoderó un poco a la gente de aquí en cuanto a ver que uno de los nuestros en cuanto a origen, cultura, procedencia –no estatura [ríe]– había podido llegar allí y no solo codearse con los mejores, sino destacar y ser campeón. A mí el detalle reciente de la retirada de la camiseta de los Lakers… Yo, que empecé a consumir la NBA desde los años ochenta, le doy mucho valor a eso, a que sea uno de los mejores de la historia de una franquicia tan dominante y que es tan importante. Prácticamente en cualquier rincón del planeta dices Lakers y más o menos se identifica. Nos ha dado [Gasol] personalidad a la hora de seguir la Liga. Conocimiento, orgullo, pero creo que la Liga se seguiría igualmente. Yo recuerdo que cuando se fue Pau Gasol ya se seguía mucho, porque se habían vivido antes los anillos de Jordan con los Bulls de años 96-97-98, luego la Liga había caído en una pequeña crisis por un cierre patronal en la 98-99. Y es curioso cómo la NBA es un ser vivo casi; se va reconstruyendo y revitalizando sola porque curiosamente en el año del cierre patronal, que solo hubo cincuenta partidos, que ya Jordan se había retirado, se habían roto los Bulls, aparecieron jugadores como Vince Carter o Jason Williams, que eran muy espectaculares y que la gente que no lo seguía veía un highlight o un resumen y te preguntaban por ellos.

¿Por qué cree que genera tanto interés la crónica en rosa?

La crónica en rosa genera interés en cualquier ámbito. Solo hay que mirar un poco la historia televisiva española de los últimos veinte o treinta años. No solo eso, también la historia de la prensa escrita, revistas del corazón, etcétera. Eso siempre llama la atención. Igual que los sucesos. Digamos que es un camino corto para enganchar al consumidor. En lo relativo a la NBA se dan varias circunstancias. Siempre trato de pasar eso por el filtro de la seriedad y del rigor periodístico, que me parece perfectamente compatible, porque es algo de lo que me di cuenta en cuanto empecé a viajar a Estados Unidos. Al cubrir eventos allí de NBA vi cómo el periodismo de Estados Unidos utilizaba este tipo de cuestiones personales, familiares de los jugadores para entender mejor la personalidad y el comportamiento del jugador en la cancha, que está absolutamente relacionado. Contaban esas cosas, pero lo hacían desde un punto de vista bastante riguroso, serio y con ánimo de ampliar la información. Y yo lo vi como un recurso, obviamente lo necesitaba, estaba ávido y necesitado de recursos, porque era un periodista joven que no había sido jugador, que no era entrenador, y la gente podía decir con toda la razón del mundo: «¿Quién es este para estarme diciendo esto?». Busqué recursos para acompañar a un auténtico ciclón de la narración que era Andrés Montes, y para justificar un poco mi presencia ahí. Y ese fue uno de esos recursos. Montes, como hacía con casi todo, lo publicitó, lo promocionó muy bien, pero para mí fue un recurso más. Sobre todo hay que tener en cuenta que en mis primeros años no había ni internet para buscar información sobre la Liga.

Hablaba de Andrés Montes. ¿Cómo sería él en la época actual? ¿Sería streamer, por ejemplo?

Es difícil de calibrar, es decir, no cabe duda de que el Andrés Montes que yo conocí más de cerca, que era el narrador de NBA, era el prototipo ideal de streamer o de youtuber, antes de que existieran estos canales. Incluso algunos streamers de éxito, tú los ves comportarse, actuar, trabajar y tienen muchos códigos que yo reconozco que veía más o menos en Andrés Montes. Otra cosa es si a él le hubiera apetecido meterse en ese mundo. Recuerdo que en mis últimas conversaciones con él, en sus dos últimos años de vida, ya estaban haciendo bastante ruido las tertulias futbolísticas nocturnas, digamos, con mucho grito, con mucha sobreactuación. Él reconocía el éxito de aquello, pero no le atraía mucho ir ahí a opinar de este tipo de cosas. Él estaba a otro nivel. Me acuerdo de que estaba Pelegrini en el Real Madrid de entrenador y me decía: «Pero a mí qué más me da que Pellegrini lo haga bien o lo haga mal, o contar por qué lo hace bien o mal, o si no les gusta en el club». Creo que él estaba ya en otra onda en ese momento, así que tengo dudas de su implicación. De hecho, las redes sociales, como Twitter, empezaron a funcionar aquí unos meses antes de que él falleciera. No sé si se hubiera expuesto mucho en redes o no. Para algunas cosas era muy perezoso. Tengo mis dudas de si se hubiera lanzado mucho, pero desde luego hubiera sido el comunicador ideal para estos tiempos.

 

¿Cómo ha sido todo su proceso evolutivo con tanto cambio en el mundo periodístico?

Es complejo. Yo en cuanto a todas las novedades o actualizaciones que ha habido de las maneras de contar el deporte o de comunicar…, digamos que nunca he sido muy ambicioso. A nivel laboral he tratado de hacer las cosas que me gustan, estar tranquilo, poder vivir de ello, que ya es un logro tremendo en esta profesión, y me he ido animando, adaptando, pero de manera natural, no planificando y diciendo: «Tengo que hacer esto porque profesionalmente va a ser mejor para mí». No. Apareció Twitter y yo veía que había jugadores que se expresaban mucho ahí, que era conveniente para mi trabajo, y me abrí una cuenta, pero sin ningún ánimo de ser yo importante o que fuera algo fundamental en mi carrera. Mucha gente lleva años diciéndome: «¿Por qué no tienes un canal de YouTube o por qué no abres un canal de Twitch?» No he visto la necesidad ni he tenido el ánimo, pero sí que valoro mucho estos nuevos canales de comunicación porque creo que dan la oportunidad a cualquier potencial buen comunicador.

Antes las oportunidades estaban muy monopolizadas por grupos empresariales, determinados directores de medios, incluso por algo que me preocupa bastante que son los másteres privados, que supuestamente colocan a gente en los medios si pagas y haces el máster. Valoro mucho que haya mayor facilidad de que brote ese potencial comunicador de calidad. Otra cosa es que, como en todo, también en los medios hay que saber elegir el consumidor. El aficionado tiene que saber elegir quién le ofrece fiabilidad, credibilidad o quién le entretiene de una manera más digna, quién no le confunde, no le estresa o altera. Tiene que ser una elección del consumidor, que muchas veces no tiene tiempo ni ganas para andar eligiendo o buscando. Es algo que va con estos tiempos. Todos tenemos que buscar lo que necesitamos, la inquietud que tenemos, hay que rebuscar. Por lo tanto estoy muy a favor y muy abierto [a los nuevos formatos], porque además he sido siempre muy poco corporativista y muy crítico con el periodismo deportivo, con la praxis del periodismo deportivo desde hace muchos años.

 

¿Qué le diría el Antonio Daimiel actual al que empezaba de becario en el plus?

Pues mira: pocos consejos, porque me ha ido mucho mejor de lo que yo pensaba. Creo que el libre albedrío y la iniciativa improvisada en el momento…, no sé si por distinto, pero me ha ido bien. El consejo para la gente que empieza, aunque yo creo que me defendí bien en eso, sería que traten de hacerse respetar, de colaborar en dignificar la profesión y empoderarse dentro de lo que es su labor periodística, porque no hay que trabajar sin cobrar, no hay que hacer más horas de las que corresponden por el hecho de ganar méritos, porque esos supuestos méritos que puedes ganar luego nunca te los devuelven en correspondencia. Hay que trabajar, hay que formarse y hay que valorarse.

 

Esta es un poco manida, pero se la tengo que hacer: ¿Jordan, Kobe o LeBron?

A mí Jordan todavía me sigue pareciendo el mejor. Habría que especificar qué es ser el mejor o en qué ha sido el mejor. Me parece el mejor en la relación con el balón, en el espíritu competitivo, en el carisma desde el punto de vista de la estrella del deporte, pero valoro mucho a los otros. LeBron James tiene un valor espectacular en cuanto a la longevidad. Es también el deportista moderno comprometido con la sociedad. Es un deportista al que admiro y sigo sorprendido de que con su edad esté al nivel en el que se ha mostrado en esta temporada 23-24. Es increíble. Es el mejor jugador que ha habido nunca de esa edad, pero con mucha diferencia. Y Kobe, digamos que su muerte y el modo en el que deja este mundo nos impacta a todos. Fue sin duda uno de los mejores y, sobre todo, no es fácil tratar de emular, como lo reconocía, a Michael Jordan. Lo estudió muchísimo. Tratar de emular a alguien tan grande y acercarse tanto…, eso es muy complicado y es el gran mérito de Kobe.

¿Qué lugares recomienda visitar de Valladolid?

Me crie en Valladolid, me he formado allí, y el tiempo que yo estuve allí, incluso años posteriores –en mis primeros años en Madrid–, yo reconocía que era un sitio ideal para vivir, porque era una ciudad lo suficientemente grande como para tener cosas que puedan llenar tu vida. No es tan grande como para que suponga un agobio y está cercana a una gran urbe como Madrid. Es una ciudad agradable, con una oferta gastronómica espectacular. La oferta cultural en algunos casos es muy buena también y creo que es muy aprovechable. Para el canario es preferible que vaya ya a partir de primavera [ríe] porque hace menos frío. Es una ciudad húmeda por el Pisuerga. Es muy recomendable ir por el centro, por la plaza Mayor a tomar vinos, pinchos…

Ha estado en Canarias también, ¿no?

Sí, he estado mucho. Me gustan muchas cosas de Canarias, muchos lugares diferentes. Tuve que ir mucho a Tenerife y a Gran Canaria. Y enseguida me llamó mucho la atención, me atrajo mucho. Me gusta la estructura natural o paisajística, picassiana un poco. En Canarias hay algunos contrastes tremendos en poco espacio. Eso me llama mucho la atención. Las playas, por supuesto. Por ejemplo, en la de la pandemia, sobre todo fui a las Canarias orientales, donde he disfrutado de playas espectaculares; me he hecho un vicioso de las buenas playas. Sotavento, en Fuerteventura, me parece la mejor playa del mercado europeo. A Lanzarote he ido muchas veces. Este pasado verano estuve en Tenerife. También he estado en La Palma. Me quedo con la gastronomía, la gente, por supuesto. Incluso hubo una época en que la producción musical y cultural también me llamaba mucho la atención, así que tengo muchos amigos de allí. Yo creo que voy a seguir toda la vida yendo siempre que pueda.

Muchas veces se habla se dice «el deporte no tiene memoria». ¿Qué tiene el deporte que hace que se nos olvide lo que hace el deportista?

Creo que esto pasa más en los últimos años o en las últimas décadas. Vamos acumulando más inputs en nuestra vida, incluso de las cosas que nos gustan. Se van solapando estrellas, historiales, carreras; entonces, como que vas metiendo más cosas en el armario y el lugar que ocupaba algo que te gustaba mucho es menor porque hay otras. Y creo que es bastante injusto. Creo que en España pecamos de falta de reconocimiento al pasado. Queremos vivir demasiado el presente, especular muchísimo sobre el futuro, y nos falta ese reconocimiento. Incluso desde las propias competiciones, desde los clubes falta el reconocimiento a los que les han dado mucho a los deportes o a empresas deportivas. Creo que en Estados Unidos sí que son mejores en eso a la hora de reconocerlos, no solo con homenajes, sino mantenerlos ahí, que se siga sabiendo lo que han sido sus historias. Creo que tiene que ver con eso, con una acumulación, con un solape de deportistas, de sensaciones, de ídolos y que al final, a la hora de repartir todas tus emociones, pues salen a menos.

Complete la frase: la vida sin baloncesto sería…

Bastante menos para mí.