Texto por Elena Ortega

Fotos por Asier Calderón y Elena Ortega

Un trabajo como piloto para la compañía francesa Aéropostale llevó al célebre escritor y aviador Antoine de Saint-Exupéry a esta maravillosa ciudad a orillas del Garona. Visitamos los lugares más emblemáticos para el autor de El principito durante su época tolosana. Desde el hotel Le Grand Balcon, donde solía alojarse entre vuelo y vuelo, hasta la pista desde la que despegaba rumbo a aventureros destinos, transformada hoy en uno de los lugares más fascinantes de Toulouse.

En el sur de Toulouse, el Jardín Real, inaugurado en 1754, fue el primer parque público de la Ciudad Rosa

«Para mí, volar y escribir son la misma cosa». Antoine de Saint-Exupéry dejaba constancia de su pasión por surcar los cielos en sus obras. Vuelo nocturno, Tierra de hombres, Piloto de guerra y, por supuesto, su afamado El principito se inspiraron en esas hazañas como aviador. Un sueño que tenía desde niño y que se hizo realidad a sus veintiséis años de edad, cuando empezó a trabajar para Aéropostale, la sede del correo postal francés.

En aquellos años se hospedó asiduamente en Le Grand Balcon, el hotel en el que también descansaban otros pilotos y mecánicos de la compañía. En la actualidad, este establecimiento, situado en una de las esquinas que convergen en la céntrica plaza del Capitolio, es toda una oda a la época por medio de su decoración y de las fotografías de importantes aviadores que cuelgan discretas de una de las paredes de la cafetería. Exupéry solía ocupar la habitación número 32. Hoy es una suite que lleva su nombre.

Cruzando la plaza principal de Toulouse, aguarda Le Bibent, un restaurante que traslada a los comensales a 1861, año de su apertura. La esencia barroca de antaño atrapa nada más cruzar su fachada de ladrillo. Bajo un techo engalanado con dorados y pinturas celestiales es posible probar uno de los platos más típicos de la gastronomía tolosana, elaborado a base de alubias blancas, el cassoulet. Uno de los imprescindibles de Exupéry cada vez que visitaba este local distinguido como monumento histórico.

Au Père Louis (45 rue des Tourneurs) también goza de la misma distinción debido a su antigüedad. Cuando el autor de El principito lo frecuentaba era una cafetería. Posteriormente se convirtió en bar de vinos, eso sí, sin dejar de conservar toda su autenticidad.

En el sur de Toulouse, el Jardín Real, inaugurado en 1754, fue el primer parque público de la Ciudad Rosa. En él se levanta una llamativa escultura de una bola del mundo que encierra a un hombre que sostiene un libro muy especial. Se trata de un magnífico homenaje al escritor realizado por la artista Madeleine Tézenas en el año 2000.

El barrio de Montaudran acoge uno de los espacios más singulares de la urbe, La Piste des Géants (Pista de los Gigantes), las antiguas pistas de los aviones de correo de la empresa Aéropostale, sobre las que se asienta el interesante museo L’ Envol des Pionniers, un pabellón dedicado a los pioneros que formaron parte de la época dorada de la aviación y a sus aventuras sobrevolando montañas, desiertos y océanos para llevar correspondencia por el mundo. Algunas de esas cartas pueden leerse entre los expositores. Una sala expone una réplica, a tamaño real, del primer avión que pilotó Exupéry. Además, hasta el próximo 6 de noviembre, el museo homenajea al novelista con la exposición Antoine de Saint-Exupéry, un principito entre los hombres, en la que se exhiben fragmentos de sus libros y algunos objetos personales. Un completo recorrido por su vida desde que era niño hasta que murió a los 44 años mientras pilotaba un avión que se estrelló cerca de la costa de Marsella. Un pedazo de ese avión rememora el fatídico suceso. Tampoco falta un espacio dedicado a su libro más popular, con grandes esculturas de los famosos dibujos de El principito.

La vieja sede de la compañía aeronáutica Latécoère, que posteriormente pasaría a aglutinar la aviación postal Aéropostale, también comparte espacio con los gigantescos robots del museo Halle de La Machine. Allí, un enorme minotauro cobra vida en la misma pista en la que Exupéry despegaba rumbo a África o América…; rumbo hacia sus sueños.