Por Beneharo Mesa
Ilustración por Capi Cabrera
Paula Quintana es una artista que lleva inmersa en mundo de la danza desde muy pequeña y que ha cosechado multitud de premios gracias su trabajo artístico. Tras licenciarse en arte dramático, se trasladó a Madrid, donde continuó con su formación como actriz y bailarina, y llegó a trabajar en audiovisuales de teatro y de danza dentro y fuera de España. Algunas de sus obras más destacadas son Siempre, en algún lugar (2017) y Latente (2015). En 2019 comenzó una trilogía con Las alegrías (2019), La carne (2020) y Huerto (2022), proyecto en el que actualmente está trabajando con un equipo multidisciplinar conformado por artistas y profesionales e investigadores científicos.
¿Cómo comenzó en el mundo de la danza? ¿Desde muy pequeña tuvo curiosidad?
Sí, yo siempre digo que esto no lo elegí, sino que me eligió. No me recuerdo sin bailar ni hacer teatro. Siempre ha sido mi forma de expresarme, de comunicar. Desde muy pequeña siempre estaba bailando, haciendo teatro…, y conforme fui creciendo era algo que me acompañaba. Me apunté a clases de baile, de teatro, hacía lo máximo que podía todo el rato. Hasta que me di cuenta de que iba a ser tremendamente infeliz si me dedicaba a otra cosa. Pero ha sido algo muy orgánico, porque llevo en esto desde muy niña.
¿Cómo reaccionó su entorno? Normalmente suelen recomendar tener un plan b…
Como siempre bailaba y hacía teatro fue algo normal para ellos. Sí es verdad que cuando me planteé dedicarme a esto profesionalmente fue difícil para la familia. Había muchísima incertidumbre. Quizás sí esperaban que se me pasaría o que lo intentaría un par de años y luego pasaría a otra cosa… Se hizo difícil. Aunque con el paso de los años una va cogiendo confianza, lo tuve que pelear, a pesar de los miedos y la incertidumbre propia. Yo pensé muchísimas veces: «¿Me puedo dedicar a esto?». Tampoco tenía referentes, pero todo esto te hace ser más seguro por el hecho de no tenerlo todo fácil.
Antes hablaba de incertidumbre; de eso la cultura sabe un rato. ¿Cómo ve la danza actualmente?
Sí, este en un sector que ha sido precario siempre. La pandemia lo que hizo fue evidenciar todavía más esa precariedad, porque todo el mundo se quedó con una mano delante y otra detrás. Sin ningún tipo de sostén ni de soporte. Pero eso no era algo nuevo, sino que ya venía siendo así. Ahora que se está reactivando todo, como en muchos ámbitos, sigue siendo un sector precario, en el que no hay una gestión con proyección de futuro.
Se vive muy al día, ¿no?
Exacto, y es muy difícil no solamente de cara al sector, sino también al resto de la ciudadanía. Yo opino que es muy difícil que la cultura pueda alcanzar un peso importante para la sociedad y que realmente se convierta en un agente importante si no hay una voluntad para ello. Entonces muchas veces a mí me frustra mucho que haya un escalón muy grande entre el grueso de la sociedad y el sector cultural. Muchas veces no hay herramientas o una solidez a la hora de generar actividad o proyectar planes. No es tanto tener que exigir más implicación, sino que se gestione a medio y largo plazo. Por supuesto que el ocio es necesario y está ahí, más en los momentos que acabamos de vivir. Creo que la cultura es imprescindible para pensar en lo que nos sucede, para reflexionar, para crear e inventar modelos mejores y tiempos mejores. Y con eso es con lo que entrenamos la cultura: las emociones, la forma de relacionarnos entre nosotros, imaginar otros mundos posibles. Si todo eso no se planifica, cuesta llegar al grueso del público. En los últimos años ha habido un avance y se están haciendo cosas interesantísimas y maravillosas, pero a veces la mayoría no lo conoce. No es que no esté pasando, es que no nos estamos enterando.
«El cuerpo, la música, el movimiento llegan a sitios a los que a veces las palabras no llegan»
Sí, si no se sabe de algo es casi como si no existiese.
Claro, pero sí que existe y precisamente eso es lo que da pena, ¿no? Que algo esté pasando y no se esté aprovechando como se debería.
Ha definido la cultura y cómo podemos nutrirnos de ella. ¿Qué es para usted la danza?
Pues… [Reflexiona y se toma su tiempo para contestar], creo que es una manera de comunicarse y de transmitir desde un lugar que no siempre es tan concreto, tan intelectualizado. Hay veces en las que uno tiene la capacidad de comprender cosas sin que te las expliquen, o las comprendes porque emocionalmente sabes y empatizas. Y a esa manera de ver y de comprender el mundo y de relacionarte con los demás a veces no le prestamos atención. Yo creo que la danza funciona en ese sentido: los movimientos no significan o representan cosas. Sin embargo, te emocionan, te generan una reflexión, y de eso va al final todo. Por otro lado, hay cosas en las que yo creo que el cuerpo, la música, el movimiento llegan a sitios a los que a veces las palabras no llegan.
Sí, no hay manera de definirla. Algunas artes son simplemente una catarsis.
Exacto. Y eso cuando sucede y conectas, como en mi caso con el público, es algo muy poderoso y bonito. Porque nos conecta a todos independientemente de la lengua que hablemos o del lugar del que vengamos. Hay cosas que nos unen más allá de una frase. Y esta parte la danza la tiene. Conecta con las emociones de una forma muy primaria y visceral. Es algo que a veces nos hace falta para entendernos más. Con la palabra quizás nos guiamos más y nos enfrascamos en discusiones y de repente el cuerpo como que es mucho más simple, más directo.
Usted, además de danzar, crea sus propios trabajos. ¿Qué puede contarme sobre eso?
El cuerpo es una herramienta para crear cosas; a mí lo que me interesa realmente es crear esas cosas. Incluso para ser yo mi propia herramienta. Muchas veces se refieren a mí como bailarina y pienso que…
Es limitarla, ¿no?
Claro, porque bailar es una herramienta más, pero también está la música, la escenografía, las palabras si las hay… Mi interés es realmente contar o plantear cosas.
¿Cómo es su metodología de trabajo?
Es un proceso muy complejo, apasionante, enriquecedor, del que muchas veces pienso: «Qué pena que la mayoría de la gente no viva este tipo de cosas». Cada persona tiene su proceso; para mí parte de algo que me inquiete, que me apetece compartir o en lo que quiera investigar. Siempre hay un motivo. Y a partir de ahí cada proceso es muy diferente.
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