Aranzazu del Castillo Figueruelo

A mucha gente le agradaría la idea de disponer de un interruptor con el que poder apagar su mente de tanto en tanto. El razonamiento es una capacidad fundamentalmente humana y gracias a la cual nuestra especie ha resuelto importantes desafíos a lo largo de la historia.

Pensar y conectar ideas, imágenes y recuerdos es una actividad clave en el proceso creativo y muchas personas disfrutan de ello filosofando sobre la vida. Pero con frecuencia pensamos demasiado y acabamos situándonos en un plano totalmente diferente al de la realidad que estamos viviendo: el presente. Cuando caemos en un excesivo análisis del aquí y ahora, en un repaso constante del pasado o en anticipaciones precipitadas sobre el futuro próximo y lejano, acabamos desconectados. Dicho de otro modo, estamos presentes, pero solo en parte.

No solo pensamos en exceso, sino que no siempre lo hacemos de manera ajustada a la realidad. Nuestra personalidad, nuestra historia de aprendizajes y las características del contexto, a menudo llevan a mirar la realidad bajo ciertos filtros o sesgos. Uno de los clásicos es el pensamiento todo-nada, que consiste, en esencia, en valorar las cosas en términos extremos (blanco o negro, genial o terrible, etc.).

Tomar consciencia de cómo las interpretaciones sesgadas provocan a menudo emociones desagradables es una buena forma de prevenir estas. Sin embargo, por una cuestión evolutiva, nuestra mente tiene tendencia a “pensar mal”. Digamos que ser “malpensado” resultó de utilidad a nuestros antepasados para sobrevivir en un entorno lleno de peligros. Por tanto, no te culpabilices si a menudo caes en estas trampas del pensamiento.

Pero a ti te molestan todos esos mensajes atropellados que se te acumulan en la mente. Quieres librarte de ellos para poder actuar de manera libre y relajada. Has intentado todo y más para que se vayan. Has discutido con ellos, los has aplastado con pensamientos positivos, has utilizado técnicas de distracción, los has compartido con amigos y familiares… pero ellos vuelven una y otra vez, y a ti cada vez te queda menos energía para todo lo demás.

¿Y si te dijera que lo que tienes que hacer es dejar de luchar contra ellos? Recuerda que, por cuestiones evolutivas, de momento, los pensamientos “negativos” seguirán apareciendo con cierta frecuencia. ¿Vas a dejar de hacer aquello que crees importante o valoras en la vida porque una vocecita interna te dice que “no eres capaz”, que “es muy difícil”, o que “esto es horrible”?

Esos mensajes constantes no dejan de ser una versión de la realidad -una de tantas-, que puede ser correcta o equivocada. Cuando contemplas estos como lo que son, esto es, como simples palabras que emite tu mente y no les das más importancia, abandonas una lucha que ya has comprobado que no es efectiva. Simplemente, aceptas que están, les haces hueco y sigues caminando hacia tus objetivos, esta vez con más energía.

El hecho de caer en el hiper-análisis es inevitable en muchos casos, pero con entrenamiento se puede detectar y detener cada vez más rápido este hábito de enredarse en los pensamientos. Hoy en día mucha gente sufre por este motivo y se siente desconectada del aquí y ahora. Las técnicas de minfulness, heredadas de las prácticas de meditación budista, se han puesto de moda precisamente porque aportan herramientas sencillas y útiles para reconectar y disfrutar con las cosas más simples.

Te dejo uno de los ejercicios que propone el mindfulness para entrenar la atención plena: el body scann. Busca un lugar y un momento tranquilo. Asegúrate de que, durante los próximos 15 minutos, nadie, ni nada te interrumpa. Túmbate boca arriba en una superficie cómoda y tómate un tiempo para serenarte. Haz un par de respiraciones profundas fijándote en cómo entra y sale el aire de tu cuerpo. A continuación, realiza un repaso mental de todo tu cuerpo, desde los pies a la cabeza, prestando atención y observando las sensaciones que experimentas en cada una de sus partes. Si te vienen pensamientos, lo cual es muy probable, obsérvalos y déjalos que pasen, sin intentar modificarlos o suprimirlos. Cada vez que esto ocurra vuelve a prestar atención a tu respiración y continua con la visualización de tu cuerpo. Recuerda que el objetivo no es relajarse. El ejercicio consiste simplemente en atender, sin juzgar o intentar cambiar, lo que se está experimentando en el momento presente. Conforme vayas cogiendo práctica, podrás aplicar esta destreza a otras actividades de tu vida cotidiana.