Aranzazu del Castillo Figueruelo
El síndrome del quemado, también conocido como burnout, es un trastorno de estrés cuyas características principales son el agotamiento físico y mental, la desmotivación en el trabajo y los cambios en el comportamiento (alcoholismo y otras adicciones, problemas de sueño, cambios en el apetito, etc.). Es un problema que afecta especialmente a aquellas profesiones que están en contacto directo con las personas, como por ejemplo educadores, trabajadores sociales, médicos o psicólogos.
Las estadísticas hablan de un aumento en el número de personas que experimentan trastornos de ansiedad y depresión en nuestra sociedad. El creciente malestar, unido a la falta de escucha genuina generalizada hacen de estas profesiones -además de otras no directamente relacionadas con el área sanitaria o educativa, como peluqueros, taxistas, etc.- auténticos “contenedores” de vivencias y emociones.
No hace falta demasiado para que una persona te cuente su historia. Solo tienes que dedicarle tiempo y mostrar interés en lo que te cuenta. El tiempo, en general, escasea. Vamos a ritmo rápido y nos han acostumbrado a priorizar siempre lo nuestro. Es una especie de reacción exagerada a lo que vivieron las generaciones anteriores. A ellos les grabaron a fuego que el otro siempre tenía prioridad. En cambio, a nosotros nos han enseñado a revolvernos ante cualquier muestra de dominio. Nos han enseñado a pensar en nosotros… y, en algunos casos, nos hemos pasado.
Además de tiempo, hace falta escucha activa genuina, es decir, esa que se lleva a cabo cuando realmente se está interesado en la otra persona y en su historia. Solo con esta podemos ponernos en piel del otro -aunque hace falta algo más que escuchar- y ayudarlo cuando lo necesite, si bien no siempre necesita consejo o palabras.
De modo que, todas aquellas profesiones que implican trato directo con las personas y ofrecen tiempo -a veces bastante limitado, como en el caso de los médicos- y cierto grado de intimidad, favorecen el hecho de que las personas se abran y cuenten sus problemas… y ¿por qué no? También esas alegrías que no siempre están dispuestos a escuchar los de su entorno.
Qué bonita misión la de estos profesionales… Pero claro, todo tiene una contrapartida y, en este caso, está relacionada con el agotamiento físico y mental del que hablaba al principio. Psicólogos, médicos, trabajadores sociales, profesores, etc. en muchas ocasiones adoptan la función de “contenedor” de vivencias y emociones negativas (miedos, preocupaciones, bloqueos, obsesiones, problemas, etc.). Es así porque, por naturaleza, tendemos a dar más protagonismo a las historias negativas que a las positivas. Así pues, cuando aparecen los buenos tiempos, es poco probable que el alumno, paciente o cliente acuda al profesional para informarle de las buenas nuevas.
Mientras tanto, el trabajador se va cargando gradualmente de “historias grises” y de negatividad. Y si no sabe gestionar las emociones, es posible que llegue un punto en el que su vaso esté demasiado lleno como para poder ayudar a nadie. Su vaso habrá perdido color y, por tanto, le resultará bastante difícil ayudar a aquellos que le visitan. Ya lo dice el dicho “cuidador que no se cuida, no puede cuidar”.
¿Qué medidas se pueden implementar a nivel personal para evitar que esto pase?
Si eres profesional de alguno de estos sectores y formas parte de un equipo más grande procura compartir con tus compañeros las experiencias que vas teniendo en tu día a día laboral. El desahogo es importante y en este contexto concreto hará que te sientas más acompañado. También es relevante que haya espacios de distensión en la jornada laboral. Por ejemplo, si eres médico o psicólogo, trata de organizar tu agenda de manera que dispongas de algunos minutos entre paciente y paciente para tomar aire, beber agua, salir al sol, pero, sobre todo, cerrar una historia y pasar a la siguiente. Las actividades extralaborales con compañeros también son útiles para crear un buen clima de apoyo y colaboración en el trabajo. Además de las típicas cenas, se ha puesto de moda realizar actividades deportivas o en la naturaleza (¡jefes incluidos!).
A nivel individual, es fundamental que dispongas de una actividad que te permita liberar tensión y que te ayude a desconectar totalmente del trabajo. Cada persona debe buscar aquella actividad que mejor le vaya. Para algunos es la natación, para otros las artes marciales, otros prefieren el baile, etc.
Además, es importante que cuides el resto de áreas significativas de tu vida (familia, amigos, etc.), tratando de no abandonarlos por la apatía o la falta de tiempo y que lleves hábitos de vida saludables (comer variado y sano, dormir las horas necesarias, hacer ejercicio moderado, etc.). Todo ello contribuirá a que te sientas más fuerte psicológicamente para afrontar tu día a día en el trabajo y, al mismo tiempo, te capacitará mejor para ofrecer la ayuda que te demandan.