Texto: Cristina Torres Luzón
A pesar de que la ciencia intenta acabar con esta cruel enfermedad, la realidad es que cada vez existen más personas diagnosticadas de algún tipo de cáncer, con mejor o peor pronóstico. La sensación de impotencia, rabia y frustración suele invadirnos, después llegan los miedos y las preocupaciones. Durante todo este proceso se viven diferentes etapas y necesidades.
En primer lugar, está la incertidumbre previa cuando vemos que algo no va bien pero todavía no tiene nombre. Otras veces, de forma inesperada nos llega el diagnóstico, sin tiempo de asimilar que ya hacía tiempo que habíamos perdido nuestra salud. En estos momentos es importante estar presente, respetando el tiempo que cada uno necesita para aceptar la situación y poder decidir cómo afrontarlo.
Durante todo el proceso podemos ofrecernos para ayudar en aquellas actividades de la vida diaria que ahora se han sumado a su rutina, como son las visitas al oncólogo y para recibir tratamiento, durante las pruebas diagnósticas o las revisiones. Actividades cotidianas como hacer la compra, las tareas del hogar o preparar la comida quizás se vuelvan cuesta arriba en algunos momentos, por lo que la ayuda es bien recibida.
Informarnos sobre el tipo de cáncer, los diferentes tratamientos a los que se va sometiendo el paciente y los efectos secundarios que generan nos facilita comprender mejor por lo que están pasando y qué nuevas necesidades pueden aparecer, como son el manejo del dolor y los efectos secundarios. Buscar grupos de terapia de personas que están atravesando la misma situación es un recurso útil y oportuno. Las redes de apoyo proporcionan un sentido de pertenencia y comprensión compartida. La ayuda emocional es fundamental en este proceso y solo las personas que lo han vivido y lo viven saben perfectamente lo que se pasa.
No podemos olvidar que cada persona es única y no hay una fórmula mágica para hacerlo bien. Estar receptivo y pedir al otro que nos guíe en lo que necesite es la forma más sencilla de acertar. Mostrarnos disponibles e involucrados en estos momentos de máxima vulnerabilidad ya son en sí el mayor apoyo. Como acompañantes, el poder estar presentes en la vida de los pacientes oncológicos es una oportunidad para crecer en lo personal y recobrar el sentido de vivir cada día como si fuera el último. Vivimos dando por sentado que mañana ya tendremos tiempo para hacer todo aquello