Texto: Álvaro Morales
Fotos: Gariraygua Samblás
Anaga, esa joya Reserva de la Biosfera, cuenta con numerosos senderos de distintas dificultades o niveles, entre los que se halla el que parte del caserío de Taborno y lleva al roque del mismo nombre, en la parte de Santa Cruz de Tenerife. Una gran ocasión para disfrutar de excelentes vistas y de la naturaleza en uno de los enclaves más emblemáticos de esta parte de la Isla.
Les proponemos una de las diversas rutas a pie que permite el macizo de Anaga, ese rincón impresionante de La Laguna y Santa Cruz de Tenerife declarado Reserva de la Biosfera y que, entre otros tesoros, conserva un bosque de la etapa del Terciario (la laurisilva) digno del mejor cuento de elfos y magos. Se trata del sendero que lleva del caserío de Taborno al roque de Taborno (a setecientos seis metros de altitud y de unos cincuenta metros de altura) y al mirador del barranco de La Fajana, un recorrido de casi cuatro kilómetros (3,9) dentro del territorio de la capital de la Isla y con una dificultad moderada, lo que hace que sea habitual encontrarse a otros senderistas, aunque se recomienda consultar mapas por las zonas difusas y tener mucho cuidado con los días de lluvia por posibles resbalones. Un trayecto circular que, eso sí, impresiona por la espectacular zona que envuelve al barranco de Afur y al roque de Taborno, uno de los símbolos de Anaga.
Su punto de partida, donde dejar el vehículo, muestra el típico caserío canario con unas pocas construcciones tradicionales (de paredes blancas y tejas rojizas). Taborno es, sin duda, uno de los lugares más bellos y característicos del macizo, totalmente imbricado con el entorno y botón de muestra excelente de cómo se vivía no hace tanto en zonas aisladas como esta, en claro contraste con la masificación que, por desgracia, se da durante muchos días en la actualidad, sobre todo en la vía que lleva a las playas de Anaga.
Desde la plaza y la ermita de este enclave, tomaremos el sendero situado a la derecha, que indica la zona del mirador Fuente del Lomo; seguiremos por delante de una fuente de agua a la altura de la zona conocida como La Gollada y, tras recorrer unos quinientos metros lineales, llegaremos al roque, que debemos rodear por su lado oeste y volver por esta misma senda en un tiempo de un mínimo de dos horas.
Aunque hay tramos con cierta dificultad y estrechez, riesgos de resbalones en la bajada a la ermita en la vuelta, alguna subidita un poco exigente (de unos cuatrocientos metros) y no resulta muy recomendable para los que padezcan de vértigo medio o pronunciado o no suelan hacer senderismo, esta ruta se considera de las moderadas o llevaderas. De hecho, la frecuentan familias enteras que disfrutan de las panorámicas del Atlántico, los roques en el mar y del verde del macizo, de la sensación de postal del siglo XIX y del aire limpio de un lugar de ensueño.