Texto Juan Manuel Pardellas

Imagen David Ferrer

Llegó a Lanzarote en avión siendo muy niño. Con veinticuatro años, Ibrahima Sarr (Dakar, Senegal) fundó la productora Futuros Clásicos para promocionar a artistas canarios, fundamentalmente de música urbana. Además, cuatro años después, ya como un compromiso personal ante los tiempos que se viven en Canarias, ha iniciado un programa de búsqueda de artistas entre los jóvenes refugiados en los campamentos, aquellos supervivientes de la travesía entre África y las Islas que llegaron a bordo de pateras y cayucos. De esa manera, quiere «reconectarlos con su parte más creativa, que salgan de la rutina y recuerden que hay mucho más allá que subsistir en su nueva etapa en España». En su opinión, «los chicos que vienen aquí suman, no restan, no son delincuentes, y han tenido mucha suerte de llegar a estas islas, porque se encuentran a muchas personas que los ayudan y los tratan con amor».

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¿De dónde surge su inclinación hacia la música urbana y qué le ha llevado a convertirse en productor de varios artistas canarios?

No procedo de una tradición musical, es decir, otros tienen tíos, padres o personas muy directas que los introducen en el mundo de la música. Siempre fui un amante de la música, pero como oyente, nunca como creador. Cuando me fui a la universidad, mi primer año, al dejar el fútbol necesitaba ocupar mi tiempo con algo y ahí fue cuando me interesé por la producción, a los dieciocho años. Empezó como un hobby y poco a poco fue algo que fue consumiendo mi vida hasta que al final decidí que era lo que quería hacer. Empecé a estudiar cosas más relacionadas con la música, dejé la carrera y empecé a centrar mis esfuerzos en poder crear algo, pero más allá de simplemente ser un productor; crear una empresa alrededor de todo que no fuera simplemente el hacer música, sino que tuviera eventos. Una parte de ello es dar visibilidad a artistas independientes de aquí, de las Islas Canarias.

Le he escuchado que cree que se vive una edad de oro de repercusión internacional de artistas canarios. ¿A qué cree que se ha debido este boom?

Por mi experiencia sí. Vivimos un boom de artistas independientes canarios, más allá de artistas mainstream a nivel internacional que consiguen grandes números. Creo que a día de hoy es más palpable el hecho de que desde Canarias mucha gente piensa que puede llegar a hacer muy buena música y llegar a ser escuchado en todo el mundo. Quevedo, Josep la Pantera… son personas que ya han cruzado el charco y eso ha propiciado que cada vez más chicos estén montando sus estudios caseros y otros se estén profesionalizando. Se está creando una industria que va más allá de la parte musical; falta un poco la parte más empresarial, es decir, que haya abogados, más promotores de eventos, estudios, sellos discográficos, como el de Futuros Clásicos.

Además de promocionar a artistas urbanos, ¿qué le ha llevado a buscar talentos artísticos entre los inmigrantes que han llegado en cayucos y permanecen en los centros de internamiento?

La historia fue bastante casual. Empezamos con todo eso hace más de un año, apenas estaba terminando la reforma del estudio en el que estamos actualmente e íbamos por la calle, mi socia y yo íbamos por la calle y había un chico que estaba tocando la kora, que es un instrumento que es como un arpa, un arpa africana, es un instrumento que se toca en Senegal. Es un sonido que a mí me traslada a mi tierra. Me encantó y le propuse visitar mi estudio y hacer música juntos. Resultó ser un profesor de percusión en alguna academia en La Laguna, estaba con varias murgas y con varias comparsas también. Un día me dijo que empezó a trabajar con chicos de los campamentos, como educador, porque habla varios idiomas y él también había venido en patera hace ya varios años. Y es un perfil que a mí sinceramente me gusta mucho, una persona que haya venido como ellos, que los entienda y que les pueda hablar en su propio idioma, creo que es un punto muy a su favor. Me dijo que había chicos que hacían música que eran muy buenos; me pareció algo bonito que, si hay personas que ya venían con un sentimiento artístico detrás, poder devolverles eso, el sentimiento de sentirse (valga la redundancia) artistas. Y ahí fue como empezó todo.

«Hay suficientes recursos en África, pero no están bien llevados, y muchos se ven obligados a salir; sobrevivir no es vivir, así que la única opción es tirarse al mar con la esperanza de que vas a llegar y poder darle un futuro a tu familia»

¿Qué perfil de artistas ha encontrado entre los refugiados?

Lo que te encuentras entre los chicos que han venido a grabar conmigo al estudio suelen ser personas que vienen ya haciendo música desde hace muchos años, porque sus padres y abuelos ya hacían música y suelen hacer sobre todo música tradicional, no música urbana, que a mí también esa parte me gusta bastante. Estoy en el estudio muy enfrascado en la música urbana y que venga gente que me rompa un poco los esquemas y a lo que estoy acostumbrado es algo que disfruto bastante. Y lo que te encuentras son chicos que no saben de partituras, no saben expresarte de manera técnica un sonido o no son artistas de academia y, aun así, son muy muy buenos, con unas voces preciosas, saben tocar instrumentos, más de uno. Para ellos, la música tiene un concepto de herencia. Se lo transmiten sus abuelos y sus padres y ellos lo harán con sus hijos y sus nietos. Viven la música de otra forma. Sinceramente, creo que es una parte importante de lo que son como seres humanos.

Vino en avión de Senegal a Lanzarote siendo niño y se considera un canario más. ¿Qué reflexión hace sobre lo que estamos viendo a diario con otros muchos jóvenes que vienen en barca y otros tantos que mueren en el intento?

Para mí, sinceramente, la reflexión, a pesar de que podamos llegar a integrar, que ojalá sea así, es que ojalá todo esto no tuviera que pasar. Es decir, que los chicos en su lugar de origen tuvieran las posibilidades de desarrollarse y de tener una vida más allá del trabajo en el campo o del trabajo en la agricultura o en el sector primario. Si eso fuera así, la mejor solución para mí sería que nadie tuviera absolutamente la necesidad de tener que subirse a un barco, cruzar el mar y cruzar los dedos a ver si llegan o si no llegan. Todavía hay una parte que los ve de manera bastante negativa, a pesar de que una gran mayoría de ellos vienen a trabajar y a aportar cosas buenas a la comunidad canaria o a la comunidad española en general. Debemos tener en cuenta que integrarse es muy complicado, por el idioma, el nivel cultural, etcétera. Observo cómo la mayoría de la población los trata con amor, con respeto, les ayuda, porque muchos de ellos tienen aquí a su madre, tienen una madre aquí, tienen un padre aquí, tienen gente que les ayuda. La mayoría de los chicos tienen a una persona que les ayuda dentro. Es imposible salir adelante si no hay alguien que pueda llegar a confiar en ti. Yo conozco bastantes amigos que han tenido la suerte de que alguien los contrata de camarero, por ejemplo. Hay suficientes recursos en África, pero no están bien llevados, muchos se ven obligados a salir, la mayoría de las personas que hay en Senegal sobreviven, no viven. Así que la opción es sobrevivir inciertamente cada día o tirarte al mar con la esperanza de que vas a llegar y poder darle un futuro a tu familia. Y lo que ocurre no solo es culpa de los africanos, quizás habría que ampliar la visión a otros muchos intereses exteriores. Creo que más que educar al pueblo senegalés para que se integre, habría que trabajar igualmente en que aquí se entienda por qué vienen y cómo podemos convivir. En mi opinión, la mayoría de los chicos viene a hacer las cosas bien, no a robar, los chicos son más una suma que una resta.