Por Pedro Orihuela Orellana

Sabiendo que son construcciones únicas en el mundo y que se encuentran en una zona muy determinada de Marruecos, sinceramente, una visita merece la pena.

Al Jadida, que también se denominó Mazagán, es una pequeña población a unos ochenta kilómetros al suroeste de Casablanca, de origen y trazas portuguesas, que posee una medina fortificada con diseño de estrella, realmente interesante y que merece una visita solo para ella.

La zona en concreto donde se asientan las tazotas, denominada Doukkala, tiene una economía eminentemente agrícola, aunque se está desarrollando desde hace unos años el turismo, tanto de playas como de golf, con dos campos de dieciocho hoyos de una gran calidad y establecimientos hoteleros de primera línea en las playas.

Esta zona agrícola, rica, fértil y de producción muy abundante, especialmente en cereales, con unas parcelas de tamaño no demasiado grande cuyo origen proviene de la parcelación realizada en el protectorado francés para sedentarizar a sus habitantes y proveerlos de los medios adecuados a su subsistencia, tiene una base rocosa bastante próxima a la superficie, lo que hace que se cultive con dificultad, y mucho esfuerzo, el terreno.

Dado lo anteriormente dicho, entre los años 1915 y 1930, en un paisaje eminentemente lítico, los agricultores de la zona se vieron obligados, para poder aprovechar los terrenos para la floreciente agricultura del momento, a quitar de forma manual las piedras sueltas que inundaban las parcelas y que las hacían impracticables para la agricultura, aunque el terreno fuera muy fértil.

La enorme cantidad de piedras retiradas y amontonadas ofreció la posibilidad de utilizarlas como cerramientos y vallas en el perímetro de cada una de las propiedades, dando origen a cerramientos bajos, con una media de 1-1,5 metros, aljibes y depósitos enterrados; y, cómo no, al objeto de nuestro artículo, «las tazotas». En la actualidad se contabilizan unas cuatrocientas, muchas de ellas prácticamente desaparecidas y otras en perfecto estado de conservación. Se utilizan como almacén de grano, de paja, como establo para el ganado, principalmente ovino, y en algunos casos como vivienda. Como curiosidad, hay un albergue pequeño y muy humilde que utiliza una de estas tazotas, integrándola en el conjunto de las edificaciones que la componen como salón comedor y de celebraciones.

El origen del nombre de estas edificaciones es confuso: diversos autores proponen tazudea o tazoda con el significado de ‘bol’; pero, para otros, la tazoda es un producto cosmético que las mujeres de la región del Dades utilizaban para maquillarse. Una hipótesis, más adecuada a nuestro entender, señala que tiene origen portugués y significa ‘casita’. Las teorías más aceptadas son las de ‘bol’ y ‘casita’, dadas su forma y su utilización, como más adelante veremos.

Estas construcciones megalíticas están realizadas en piedra seca, solo superpuestas, y con un espesor de pared variable, más grueso en las bases y más fino en su parte superior, sin ningún mortero de unión entre las piedras y buscando el mejor acople, con forma de dos troncos de conos superpuestos, cerrados con una bóveda en la que se retira la clave para permitir una cierta aireación cenital del interior.

Poseen una única entrada de forma rectangular habitualmente de cincuenta centímetros de lado, aunque se encuentran también de forma trapezoidal, siendo la base más ancha que el dintel superior; y tienen una única ventana en el mismo eje de la puerta, también alargada y de pequeñas dimensiones.

Lateralmente encontramos unos escalones muy rudimentarios hechos del mismo material que las paredes, piedra seca, con escalones irregulares que dan acceso a un camino de ronda que circunvala todo el perímetro de la tazota en la zona de unión entre los dos troncos de cono.

Este camino se utilizaba tanto en la construcción, para terminar la parte superior –que era otro tronco de cono de menor dimensión, con una única ventana, y que, una vez terminado, se utilizaba para la vigilancia del campo que rodea la edificación–, como para secar hierbas, frutos, semillas y ropa, aprovechando el calor del sol que calienta las piedras. No olvidemos que se encuentran aisladas en medio de la campiña.

Dada la enorme cantidad de piedras que se recogieron de los campos, que se utilizaron para realizar los muros de los campos, las tazotas se realizaron de forma realmente imponente, con una altura media entre 4,5 y seis metros de altura y un diámetro exterior de entre siete y nueve metros, siendo el espesor de los muros en la base de unos dos metros. Las piedras también se aprovechaban para hacer, al lado de las construcciones, hornos en los que actualmente se cuecen tajines, platos, vasijas y demás menaje realizado en arcilla de gran calidad, y que se venden por todo el territorio nacional.

Según el estudioso Abdelmoumen Benabdeljalil, una tazota representa de media doscientos metros cúbicos de piedras y se necesitaban ocho personas, distribuidas en diferentes oficios, para construirla. Existe una gran variedad de tamaños y dimensiones.

Estas edificaciones las encontramos aisladas, en parejas, alguna vez tres, y solo hay un único caso de un conjunto de siete tazotas, perfectamente conservadas y que hemos visitado. También hemos conversado con un descendiente del promotor de este conjunto, Mohammed Moundib, en Ouled Bouaziz, el cual las tiene en su estado original y las utiliza todavía como graneros que se cierran cuidadosamente, una vez que están llenos, con las mismas piedras con las que se han construido, para impedir el robo del preciado grano del interior. En otras construcciones, dedicadas a servir de establo, las puertas son rudimentarias, de tablas, que permiten la aireación del interior, habitado por los animales.

Las que encontramos habitadas son humildes, perfectamente conservadas, pintadas con cal, el suelo de cemento liso, con electricidad y todo el mobiliario necesario, frigorífico incluido, para habitar una familia con todas las comodidades.

Sabiendo que son construcciones únicas en el mundo y que se encuentran en una zona muy determinada de Marruecos, sinceramente, una visita merece la pena, no solo por las edificaciones, también por pasear en un medio rural para nada contaminado por el turismo de masas, en el que los habitantes conservan la amabilidad que tanto apreciamos los que amamos Marruecos.