Por Pedro Orihuela

Essaouira o, como antes –durante el protectorado– fue denominada, Mogador, está situada sobre una pequeña plataforma rocosa que se interna en el mar a modo de península y vigilada por el pequeño archipiélago de las islas Púrpuras, nombre que le dieron los fenicios, que descubrieron el enclave en la búsqueda de un gasterópodo del género murex, del que obtenían la púrpura, instalando una especie de factoría en estos islotes frente a la ciudad. Esto nos da idea de la importancia que desde el siglo VII a. C. ya tenía este lugar.

El carácter fortificado de la ciudad llama poderosamente la atención al visitante, con unas murallas defensivas imponentes de claro origen portugués, como ya habrán ido observando los conocedores de las costas marroquíes, tanto atlánticas como mediterráneas, y que podremos observar en Safí, El Jadida, Azzemour (con su maravilloso centro urbano claramente portugués), Rabat, Asilah, etc., pero con un notable cambio respecto a estos, ya que sus calles poseen un trazado ordenado y rectilíneo y, aunque estrechas, son mucho más anchas que lo normal en una medina marroquí; además, se observa una clara jerarquización entre ellas, siendo la principal de mayor sección respecto a las otras, que van disminuyendo en dimensiones, pero sin perder ese rectilíneo trazado.

Hay que hacer notar que en nuestro paseo por el recinto amurallado, encontraremos numerosos cañones de bronce perfectamente conservados en sus cureñas. Si ponemos atención a las marcas de fabricación, observaremos que son de origen español, fabricados en Sevilla y Barcelona.

Aunque el primer origen datado de Essaouira es fenicio, su potencial comercial atrajo a griegos, cartagineses y romanos. En la época romana, la púrpura de estas islas adquirió una gran fama por todo el Imperio, existiendo además una importante industria de salazón de pescado. En el siglo X, la ciudad fundada en tierra firme pasó a denominarse Amogdul, tomando el nombre del Morabito Sidi Mogdul, patrón de la ciudad. En el siglo XV, los portugueses se instalaron en ella, por lo que pasó a llamarse Mogdura (Mogador). La ciudad mantuvo su importancia como puerto comercial, pero el dominio portugués fue más bien efímero y la ciudad fue reconquistada por los saadíes a mediados del siglo XVI. Esto significó el inicio del declive de su importancia comercial, ya que casi todo el tráfico marítimo fue desviándose hacia el puerto de Agadir.

Essaouira se convirtió en el enclave comercial más importante del Atlántico marroquí

En 1764, el sultán de la dinastía alauita Sidi Mohamed Ben Abdellah buscaba un puerto comercial que supusiera una alternativa a Agadir, ciudad insumisa y en lucha declarada contra su poder, que acaparaba todo el comercio europeo. Encargó el diseño y construcción de la nueva ciudad, sus estructuras defensivas y su puerto a uno de sus prisioneros, el ingeniero francés Théodore Cornut, y quedó tan satisfecho con su trabajo que así se vio reflejado en el nombre con el que fue bautizada la ciudad: As-Sawira, que significa «la bien trazada», «la dibujada» o «pequeño cuadro», según las diferentes fuentes a las que se acuda.

Essaouira se convirtió en el enclave comercial más importante del Atlántico marroquí, punto de encuentro entre los comerciantes europeos y las caravanas provenientes del Sahara, con abundante presencia de comerciantes y diplomáticos europeos que velaban por los intereses comerciales de sus respectivos países, así como de una nutrida comunidad judía.

Essaouira es en la actualidad una ciudad de unos 75 000 habitantes, con una economía basada en el turismo, la pesca y la artesanía; con un muy cuidado centro histórico, lleno de artesanos, pequeños locales de gastronomía local e internacional. En los locales no solo te sirven platos tradicionales marroquíes, sino además pescado cocinado de mil maneras; mi favorito es el hecho sobre la brasa de carbón, simplemente.

En junio disfrutamos de su internacionalmente reconocido festival Gnawa, que atrae a turistas de todo el mundo. Pero si te lo pierdes, no pasa nada, continuamente hay artistas callejeros que tocan por las calles durante todo el año.

No podemos dejar de maravillarnos de la artesanía local en madera hecha con tuya, especialmente olorosa y con diseños para cualquier gusto y bolsillo, desde el más simple hasta el más complicado, decorado y costoso. Así mismo, encontraremos locales especializados en la venta de objetos artesanales de barro bañados en ese tinte verde oscuro bereber, que hace de cada pieza un elemento singular, al ser producidos uno a uno.

Además, diversas galerías de arte que encontrarás diseminadas por toda la medina, las murallas, en los antiguos almacenes de municiones, las rampas, las escaleras… nos mostrarán un efervescente mundo cultural local, que hará las delicias para cualquier visitante.

En el extremo norte de la medina, entre las Avdas Zerktouni y Sidi Mohamed Ben Abdellah, se encuentra la antigua judería, hoy en reconstrucción y reordenación. La comunidad judía de la ciudad siempre ha sido importante y numerosa, y se pueden visitar diversas sinagogas de acceso libre, en las que el guardián, vigilante y conservador explicará con todo el cariño y detalle su historia. La entrada es libre y gratuita, pero me gusta ser agradecido con alguien que tan amablemente te ha acompañado y te ha explicado la historia y las anécdotas del lugar.

Debido a los constantes vientos alisios, las playas de los alrededores son de lo más recomendables para la práctica de kitesurf, windsurf y demás actividades acuáticas. Es mundialmente conocida la playa de Sidi Kaouki, a unos 27 kilómetros de Essaouira, donde encontramos el morabito del mismo nombre, punto de encuentro de surferos de todas las nacionalidades.

La playa de Essaouira es la más apta para el baño de toda la zona, al ser la más protegida y con una rampa de arena realmente suave, lo que hace el baño cómodo y seguro. Bordeando la playa se encuentra un moderno paseo marítimo, nuevos hoteles y multitud de pequeños y no tan pequeños chiringuitos, desde donde, con toda comodidad, podremos disfrutar un atardecer espléndido. Al extremo sur podremos dar paseos en camello o a caballo y, cómo no, alquilar quads para ir por las dunas.

En la playa de Diabat, al otro lado de la desembocadura del Oued Ksar, disfrutaremos de sus magníficas dunas y las vistas sobre la ciudad, especialmente al caer la tarde. Podremos observar también los restos de una fortaleza del siglo XVIII, edificada por el sultán Sidi Mohamed Ben Abdel-lah, que tuvo que ser lujosísima y enorme.

La zona fue colonizada por los hippies en la década de los sesenta, tras una visita mítica a la zona por parte de Jimi Hendrix, de lo que quedan numerosas señales en los pequeños locales del entorno. Mi recomendación es pasear por estas playas y dunas a pie o a caballo, especialmente al atardecer.

No tengo que decir que Essaouira es una de mis ciudades favoritas en Marruecos. Lo tiene todo: historia, eventos, artesanía, vistas, gastronomía, música y un ambiente que, sin perder su esencia marroquí, la hace cosmopolita y frecuentada por todas las nacionalidades, culturas y economías.