Texto por Alberto Piernas Medina

Fotos por Adobe Stock

En el corazón de la región de Piamonte, ubicada en los Alpes, late la primera capital de Italia. Turín (o Torino) ebulle como un epicentro donde parecen encontrarse diferentes culturas entre mansiones de otro tiempo, callejuelas con encanto y hasta un museo egipcio. Cuna de reyes y opulencia, Turín nunca decepciona cuando los propios Saboya eligieron esta ciudad a orillas del río Po como centro de operaciones.

Hay ciudades que no existen por casualidad, que se nutren de la magia y las maravillas del mundo como un imán a lo largo del tiempo. Turín es una de ellas. Cuentan los locales que su ubicación entre los ríos Dora y Po (el más importante de Italia) permite a esta ciudad absorber la energía de sus memorias y ser bastión de las fuerzas de la naturaleza.

También se dice que es el centro del mundo mágico dada su disposición en el Triángulo de la magia negra (Turín, San Francisco y Londres) y la magia blanca (Turín, Lyon y Praga). Un corazón urbano que hoy despliega un collage de influencias italianas, egipcias o francesas listo para ser descubierto a nuestro ritmo, con la determinación del mejor flaneur, esa figura viajera que toman prestada de la cercana Francia.

 

Como la cosa va de epicentros, lo mejor es comenzar desde el corazón de la ciudad, Piazza Castello, rodeada por diferentes monumentos históricos como el Palazzo Madama o el Palazzo Reales, señas de una Casa de Saboya que estableció en esta ciudad una de sus principales residencias: desde una Biblioteca Real con más de 200 000 libros hasta los Jardines Reales, el complejo real confirma por qué Turín es una eminencia histórica.

Un paseo que daremos saboreando un rico helado italiano antes de dejarnos deleitar por sus museos: el Museo Nacional de Cine engloba desde armaduras de Star Wars hasta vistas de Turín en 360 grados, confirmando su importancia en la industria del cine italiano. Por su parte, el Plazzo Carignano despliega una historia italiana en forma de pinturas y documentos; porque aquí no se lee la historia con letras, sino con caricias al alma y brisas exóticas. Esta es la promesa del Museo Egipcio de Turín, considerado como el segundo de esta categoría más grande del mundo después del Museo de El Cairo, claro, e ideal para perderse entre momias y sarcófagos que una vez quedaron atrapados entre picos nevados.

No prometemos vespas en las calles, pero sí 200 automóviles típicos italianos en el Museo del Automóvil, uno de los más espectaculares del mundo. También iglesias gemelas que se cuelan entre las grietas de los muros y mercados como el del Palazzo, donde el aroma de la trufa abraza el tomino, un queso típico, y las carnes que nutren un vitello tonnato que recalibra los sentidos.

Saltar al siglo XV a través de la antigua ciudad medieval recreada en el Parque Valentino, asomarse al río desde un castillo de Valentino que nada tiene que envidiar a las construcciones del río Loira y, de repente, silencio, habla el icono.

Si te aproximas a la capilla de la Sábana Santa descubrirás esta joya construida en el siglo XVII, durante el reinado de Carlos Manuel I de Saboya. Un refugio que custodia el famoso sudario de lino que muestra la imagen de un hombre con evidentes traumas físicos propios de una crucifixión. La Iglesia nunca opinó sobre esta reliquia, pero Turín no necesita confirmar que puede ser el principio de tantas cosas.

No sabemos si el año cero comienza en Turín, pero podrás descubrirlo cuando te dejes llevar por los caprichos de una ciudad donde parecen cruzarse todos los caprichos de la historia y sus calles plagadas de monumentos nos hacen plantearnos si aún seguimos en 2021.

Porque en Torino, cada edificio merece una reverencia mientras los contrastes se apoderan del visitante. Donde la percepción de pasear por el centro de todas las cosas nunca fue tan evidente.