Por Raquel Álvarez

Fotografías por Rocío Eslava

 

Junto con El Bollullo y Los Patos, conforma el conjunto de playas salvajes o semivírgenes más impresionante del norte de Tenerife y, quizás, de Canarias en lo que a fina arena volcánica negra se refiere. Si los elogios a las otras dos están de sobra justificados, los que merece El Ancón no le van muy a la zaga: desde el largo e inolvidable paseo hasta su arena, con vistas marcadoras, a la relevancia histórica de la finca del vino malvasía que se llevó a Madeira hace cuatro siglos, la polémica por la frontera entre La Orotava y Santa Úrsula, los recovecos para buscar intimidad y la sensación continua de plenitud natural. Tenerife tiene un tesoro incalculable llamado El Rincón, con tres playas imprescindibles que parecen formar parte de una terrenal trinidad paradisíaca y que halla en El Ancón un último suspiro hacia la felicidad.

Aunque parezca increíble, aún hay muchos canarios que desconocen la zona orotavense de El Rincón y sus maravillosas tres playas (cuatro si tenemos en cuenta El Pozo, la previa a Los Patos, que se agiganta en verano y otoño, sobre todo en bajamar). Más lógico es que infinidad de turistas que visitan Tenerife sepan en su vida de la existencia de un trío playero más digno de una trinidad paradisíaca inolvidable. Tampoco es que el cuidado institucional de estas joyas haya sido excesivo, más bien al contrario, con la excepción de El Bollullo. Los problemas de acceso a Los Patos son ya un clásico de hemeroteca desde hace dos décadas, y los servicios, nulos. Por supuesto, los defensores de lo virgen prefieren esto, aunque nunca con riesgos para la vida. Lo que le ofrecemos hoy es visitar la tercera de esas calas: se llama El Ancón, linda con el municipio de Santa Úrsula, cuenta con un acceso seguro y se torna en lujo cuando avanza el verano, recupera la fina arena negra volcánica de los enormes bancos que la nutren y regala jornadas de profundo placer si el sol y el mar bueno se ponen de acuerdo.

Para llegar, basta con coger la carretera que baja a El Rincón, ese más que meritorio mosaico verde protegido desde 1992 con la primera ley de iniciativa popular de España (referente luego para otras múltiples causas ecológicas y patrimoniales) tras 35 000 firmas. Un espacio de dos millones de metros cuadrados que cada vez recupera más la platanera característica desde principios del siglo XX y que supone un alivio visual en un valle colonizado desde hace mucho por un cemento implacable y no siempre racional. Al llegar a la rotonda y pasar por debajo de la autopista del Norte, debemos coger a la derecha y aparece, señalizada, una vía que lleva a El Ancón, si bien el camino más corto con el coche nos lleva hasta el restaurante San Diego por una pista de cemento. En ella, debemos ir aparcando a la izquierda donde podamos, pues no hay estacionamientos, y disponernos a caminar un ratito. Eso sí, qué gozada.

La célebre finca El Ancón se encuentra ahora cerrada y esto nos obliga, al llegar al final de la pista, a bajar a la izquierda y alcanzar una parte del impresionante acantilado de Los Patos, siguiendo a la derecha por una vereda de unos 700 metros lineales con baranda protectora. Por supuesto, las vistas a esta otra impresionante playa (la verdaderamente salvaje, nudista, casi legendaria y la más parecida a las majoreras por su nivel de arena en bajamar) son un regalo. Tras pasar por la célebre ermita y chalé (creado a principios de los setenta del siglo XX), nos toparemos con bancales de vid recuperados hace unos años, en los que se da el malvasía que, hace cuatro siglos, se llevó expresamente desde esta zona a Madeira, que luego hizo mundiales esos caldos. Pronto alcanzaremos la escalera de acceso y, al final y salvo que se haya recuperado mucho la arena, tendremos que hacer un pequeño esfuerzo (de metro o metro y medio, aunque hay una soga que ayuda) para poner pie en la playa, pero merecerá la pena. Las dos zonas de El Ancón, a izquierda y derecha (conocida también como Santana y reivindicada por Santa Úrsula: hay un camino que baja desde este municipio), regalarán maravillosos baños en un lugar de auténtica paz. Con mucha arena y en bajamar, los suspiros aumentan. A la izquierda hay un cabo con charcos y un entrante de mar digno de visita, aparte de que permite el paso a Los Patos. A la derecha, las rocas son muy visitadas por pescadores y hasta se puede ir nadando, con mar bueno, claro (si no, hay que extremar el cuidado en cualquier lugar), al charco del Negro (Santa Úrsula). De resto, El Ancón es digno de la mejor trinidad playera y paradisíaca del norte de Tenerife y, para muchos, de Canarias. Al menos, en versión volcánica negra.