Por David Lorenzo

El siglo XVI fue un periodo de gran inestabilidad para el reino de Francia. Durante el siglo anterior los reyes castellanos y aragoneses habían creado alianzas, mediante matrimonio, con todos los reinos que lo rodeaban. Además, a causa del humanismo, empezaron a sufrir conflictos internos. Era una monarquía abiertamente católica. Sin embargo el número de protestantes (llamados hugonotes) había crecido mucho. Por este motivo eran habituales las revueltas sociales.

Nadie podía predecir que en el país acabara ocupando el trono un noble protestante. Su nombre era Enrique de Borbón. Obviamente tuvo que dejar de lado su fe para abrazar el catolicismo, pero como él dijo (según la tradición) “París bien vale una misa”. Convertido en rey de Francia  en 1594 recibió el nombre de Enrique IV.

Fue el primer rey Borbón (Bourbon) de la historia. Con Enrique IV comienza una etapa de gobierno considerada como estable. Tanto es así que incluso hoy es considerado como uno de los mejores monarcas de la historia del país. Durante su gobierno se aprobaron leyes importantes como el Edicto de Nantes, en el que se aceptaba la tolerancia religiosa. También creó una estabilidad política que no había existido en el reino desde hacía más de medio siglo.

Además, una de las principales acciones de Enrique IV fue la de establecer un Estado más centralizado. Así dejo de convocar los Estados Generales, lo que hizo que adquiriera más poder bajo su persona. También logró gran popularidad gracias a acciones que mejoraron la vida del pueblo francés. Esto hizo que fuese muy admirado y recordado incluso después de su muerte.

Su muerte fue traumática y repentina. Sus políticas no fueron aceptados por todos. Para la mayoría de los católicos la tolerancia religiosa era inaceptable. Debía perseguirse a los protestantes a toda costa. Es por ello por lo que Enrique IV sufrió varios intentos de asesinato. Aunque logró salir airoso de muchos no lo consiguió en 1610, cuando el católico François Ravaillac lo apuñaló.

Tras la muerte de Enrique IV sus súbditos demostraron su pena por la muerte del rey. Se le hicieron conmemoraciones por todo el reino y se le enterró como uno de los grandes monarcas del país. Antes de ello se procedió a momificarlo al “modo italiano”. Su cuerpo fue enterrado en la Basílica de Saint-Denis, junto con el resto de soberanos franceses.

Durante casi 200 años el cuerpo estuvo enterrado junto a los demás monarcas galos. Sin embargo, durante la Revolución Francesa, tras la decapitación de Luis XVI, muchos franceses profanaron las tumbas de Saint Denis. A varios les llamó el buen estado de conservación del cuerpo de Enrique IV, por lo que decidieron exponerlos en público. Aprovecharon la situación para mutilarlo, llevándose varias partes de su cuerpo. Incluyendo su cabeza.

Cuando Luis XVIII mandó a sacar todos los cuerpos de la fosa común donde fueron enterrados y que fueran de nuevo inhumados en Saint Denís se descubrió que la momia de Enrique IV no tenía cabeza. A pesar de una profunda búsqueda de la cabeza de su antepasado no se logró encontrar.

A lo largo de las décadas hubo rumores sobre la aparición y desaparición de la cabeza de Enrique IV. Muchos aprovecharon para decir que estaba en su poder, aunque no fuera cierto. Finalmente se hizo público en los medios en 2010 que había sido encontrada una cabeza momificada que se decía ser de Enrique IV. Pero muchos no estaban seguros.

Finalmente se demostró en 2013 que era la cabeza del rey Enrique IV, cuando se hicieron las pruebas de ADN, usando como referencia el de Luis XVI. Gracias a esto se cerró uno de los casos de investigación más antiguos de la historia de Francia. Actualmente no se sabe qué hacer con los restos, aunque en el futuro se quiere enviar a Saint Denis para enterrarla junto con el cuerpo del rey.

Para saber más:

  • Bertier de Sauvigny, Guillaume de (1986) Historia de Francia. Madrid: RIALP