Por Aarón Rodríguez

Fotografías por José Chiyah Álvarez

La Isla del Hierro, última frontera de las Afortunadas, fue hasta que Cristóbal Colón se aventuró a cruzar el Océano Atlántico, la última tierra conocida por los europeos. En este pequeño edén fragoso, exiguo en recursos y plagado de malpaíses y volcanes, la supervivencia de la población, fundamentalmente campesina, resultó siempre ardua.

DSCF2874

En una isla áspera y marcada por la falta de agua, las planicies de las húmedas cumbres bañadas asiduamente por las nieblas del alisio, eran los terrenos con mejores aptitudes para el cultivo y la generación de pastos. También eran el hogar de los bosques de laurisilva, las joyas relictas del Terciario que, tras las glaciaciones, hallaron su último bastión en los archipiélagos de la Macaronesia. En consecuencia, la superficie boscosa de la isla del Meridiano se vio drásticamente reducida por la necesidad de alimento, quedando relegado el monteverde a las escarpadas laderas septentrionales y a algunos reductos de las zonas altas.

DSCF2847

La ruta que te proponemos este mes es una de las más destacadas y conocidas de El Hierro, tanto por su accesibilidad, comodidad y sencillez, como por ofrecer una oportunidad única de aproximarnos al monteverde herreño.

DSCF2836

Iniciaremos este recorrido de apenas 4 kilómetros junto a la Fuente de La Llanía: un magnífico ejemplo vernáculo de captación de agua a partir de la niebla. Como sucede en el entorno del Árbol Santo o Garoé, esta emblemática fontana se surte del líquido que captan las ramas de un brezo, a partir de la deposición de pequeñas gotitas empujadas por el viento. Se trata de un fenómeno maravilloso, denominado lluvia horizontal, que fue vital para apagar la sed de la población herreña en el pasado, tanto antes como después de la colonización europea. Desde aquí, a poco más de 1.330 metros de altitud, comenzaremos un suave descenso y nos internaremos en un denso bosquete dominado por fayas y brezos, casi siembre húmedo y envuelto en niebla.

MAPA

Al cabo de algo menos de dos kilómetros saldremos del monte hacia una zona más abierta e iniciaremos aquí el leve ascenso hasta la Hoya de Fileba, un hermoso cráter que se integra en la alineación volcánica que caracteriza a las cumbres de la Isla.  A continuación, caminando entre piroclastos, avanzaremos hacia el noroeste, buscando con nuestros pasos uno de los promontorios que se asoman al tremendo abismo de El Golfo. La llegada a este lugar nos regala, antes de regresar al punto de partida, uno de los panoramas más espectaculares que ofrece El Hierro: se trata del Mirador de La Llanía. La Punta de Salmor, los Riscos de Tibataje, la silueta de la isla de La Palma o la Punta de la Sal son algunos de los lugares que nuestra mirada asombrada puede recorrer, entre la palpitante emoción y la sensación de maravilla que produce pensar en el devastador fenómeno que, hace apenas ochenta mil años, se llevó casi media isla al fondo del mar. Es la cicatriz de este acontecimiento lo que observamos.

Nos marchamos por este mes de la Isla del Meridiano, pero volveremos, queda aún mucho por descubrir.