Por David Lorenzo

A lo largo de la historia de Canarias hubo épocas en las que, debido a crisis económicas, la población debía emigrar. Sobre todo iban al Nuevo Mundo. No es ningún secreto. Esta sociedad hasta no hace mucho era muy machista. Eran los hombres los que emigraban y luego reclamaban a sus familias.

En el caso de que reclamaran a sus familias todo iba sobre ruedas. Pero, ¿qué pasaba cuando ese familiar emigrado no volvía a dar “señales de vida? Pues simplemente que el único camino que tenían sus mujeres era la marginación social. Su situación no podía ser peor. No eran ni solteras, ni casadas, ni viudas. Estaban en un limbo legislativo.

No estaban solteras, porque había un matrimonio de por medio. Al estar casadas no podían ser solteras y por lo tanto no podían trabajar, ya que era obligación del hombre el traer el “pan a la mesa”. Pero es que tampoco se consideraban casadas como tal, al estar el marido ausente. A este tipo de mujeres se les conocía habitualmente como “damas blancas”.

Las más conocidas son las damas blancas de los años 50 del siglo pasado. Algunas de ellas, hoy vivas, sufrieron la pobreza y el aislamiento de la comunidad. Pero es que este fenómeno es anterior. Podemos encontrarnos casos incluso en el siglo XVIII y antes.

En el caso del siglo XVIII fue una etapa en la que las damas blancas fueron muy comunes. La crisis del vino fue una de las mayores que ha habido en la economía canaria. El cambio de gusto británico con el vino de Oporto y Madeira hundió tanto el mercado del vino canario que obligó a la población a emigrar a América.

Generalmente viajaban hombres solos. Una vez establecidos en el país y con un trabajo más o menos seguro se solía reclamar a sus familiares (mujer, hijos, etc.), quienes viajaban para encontrarse con él. Pero algunas veces hubo hombres que decidieron olvidarse de su vieja vida y empezar con una nueva.

Dejaban detrás todo lo demás. Partir de cero tenía el precio de que condenabas a tu familia a la marginalidad absoluta. Si no tenían hijos mayores las damas blancas no tenían más remedio que buscar trabajo para no pasar hambre. En una sociedad tan machista eran muy pocos los que le daban un empleo a estas mujeres. Además era mal visto que una mujer casada se pusiese a trabajar.

No se consideraban a las mujeres, por sí mismas, mayores de edad. siembre estaban bajo la potestad de sus maridos o sus padres. En caso de ser mujeres solas (viudas, solteras y casadas con marido ausente o damas blancas) solían acabar en la marginación social. Por lo general viudas y solteras podían a veces solicitar la posibilidad de pedir, pero las damas blancas no se les dejaba ni siquiera hacer esto.

Fue tal el número de damas blancas que llegaron a haber en España que el Estado estableció, ya desde el siglo XVI, una legislación en el que obligaban a los maridos a contar con el permiso de las mujeres para emigrar. Además también las propias mujeres, si consideraban que estaban abandonadas, podían exigir la vuelta del marido. Pero estas legislaciones no eran perfectas. Muchas veces los emigrados acababan en lugares muy remotos o acababan en otro sitio diferente al que tenían programado.

Muchas de las damas blancas lucharon casi toda su vida para sacar a sus hijos adelante y garantizar su propia supervivencia. Aunque marginadas por muchos, otros sobre todo los más cercanos a la situación, las apoyaban en lo que podían. Su lucha muchas veces les permitió sobrevivir, aunque jamás salieron de su marginación social.

Para saber más:

  • Monzón Perdonmo, María Eugenia (2012) “Ni solteras, ni casadas, ni viudas,… Las mujeres ante la emigración masculina a América (siglos XVIII-XIX). XX Coloquio de historia canario-americana. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria