Aranzazu del Castillo Figueruelo

A menudo ocurre que uno solo se da cuenta de lo importante que son los aprendizajes escolares cuando ya han pasado unos cuantos años desde que abandonó las aulas del instituto. Un día se encuentra echando una partida de trivial con amigos y de repente, alguna de las preguntas le hace echar en falta sus capacidades memorísticas para poder recordar aquel dato difuminado de la clase de historia.

Al margen de los contenidos académicos, la escolarización y la formación más allá de las etapas obligatorias se asocia a efectos positivos en el desarrollo individual de la persona y en el progreso general de la sociedad (igualdad de género, tasa de empleo, etc.).

España encabeza la lista de países europeos con mayor tasa de abandono escolar temprano. Esto representa que un alto porcentaje de los jóvenes de entre 18-24 años no llega a completar la educación secundaria de segunda etapa. Concretamente en 2015, un 24,3% de hombres y un 16,1% de mujeres jóvenes formaban parte de este grupo que desistía de seguir formándose. Ese mismo año, Canarias se posicionaba como la sexta comunidad autónoma con mayor tasa de abandono escolar (21,9%). Y aunque en los últimos años se ha experimentado una mejora en este sentido, las cifras siguen siendo de aprobado raspado.

Después del entorno familiar, el colegio constituye el segundo contexto más significativo en el desarrollo del niño. El primero pone los cimientos de su construcción como persona, pero el segundo supone un importante andamio en esa edificación. En la escuela pasará un gran porcentaje de su tiempo y en ella se relacionará con niños y adultos y tendrá sus primeras experiencias de aprendizaje formal.

En el colegio el niño interactúa con su entorno -físico y social- sin estar bajo la atenta mirada de sus padres. En él puede desarrollar otras facetas de su personalidad para más tarde conjugarlas en un todo coherente al llegar a la etapa adulta.

La escolarización transmite conocimiento a través de los contenidos propios del currículo. Estos aportan cultura general, que, además de ayudar a responder a las preguntas del trivial proporcionan seguridad y confianza en uno mismo. La estimulación desde etapas tempranas del desarrollo no solo sienta las bases para futuros aprendizajes, también es un auténtico “gimnasio para las neuronas”. Durante la niñez y la adolescencia, el cerebro está todavía en pleno proceso de maduración. En él se están experimentando continuas conexiones y reconexiones entre neuronas. Se está formando el tejido que posteriormente servirá de colchón para prevenir futuros problemas (p. ej. Enfermedad de Alzheimer).

Pero más allá de los contenidos propiamente académicos, la escuela supone un auténtico entrenamiento para la vida. De hecho, podría entenderse esta como una representación de la misma a pequeña escala en la que el niño puede ir ensayando lo que más adelante tendrá que poner en práctica. En ella se aprende a aprender y a resolver problemas -y no solo de matemáticas; se aprende convivir con personas que tienen maneras de pensar, sentir y actuar diferentes a las propias; se interiorizan valores (respeto, igualdad, esfuerzo, constancia, etc.); se adquieren habilidades (sociales, de planificación, de gestión de conflictos, etc.); se experimentan vivencias significativas, que después se recordarán durante mucho tiempo; y se tiene contacto con figuras adultas que pueden servir de referente o compensar -aunque no sea esta su función principal- posibles déficits familiares.

Hay un aspecto importante que aún no he mencionado: el juego y la diversión. Estos no deberían estar ausentes durante la etapa escolar, pues no hay que olvidar que estamos hablando de niños y que el juego constituye un canal muy valioso a través del cual pueden interiorizar todos estos elementos que he nombrado.

Construir un entorno significativo y seguro, que aporte conocimientos, pero también experiencias valiosas para el niño, supone un reto constante para los educadores. El mal actual se encuentra la desmotivación. Jóvenes hiper-estimulados que se aburren por el ritmo de las clases y los canales a través de los que les llega la información (ya no basta con el papel y el lápiz). Esto implica un esfuerzo y una creatividad infinitas para poder mantener lo que, al fin y al cabo, es lo más importante: el deseo o interés de aprender.