Por David Sendra Domènech

El origen volcánico del archipiélago creó unos paisajes sorprendentes de enorme belleza, donde la vegetación tropical contrasta con las rocas ígneas y el mar azul. Aquí es donde dormita con un ojo abierto el imponente volcán del Pico do Fogo de la Isla do Fogo, con el que conviven, con respeto, los locales, a los que sobresaltó, su Pico Pequeno con una erupción en 2014-2015.

Al levantar la mirada para admirar la salvaje belleza del Pico do Fogo, uno se sorprende con ese símbolo de la fuerza de la naturaleza. Es un vestigio vivo del nacimiento del planeta, un recuerdo presente que impone. Un estratovolcán activo y la montaña más alta de Cabo Verde al mismo tiempo, con una caldera de ocho quilómetros de diámetro donde la pequeña aldea de Chã das Caldeiras decidió erguir sus casas a la sombra bella pero amenazante del volcán. En este paisaje lunar e inhóspito, se cultiva un café de altura y vino, éste tinto y suave. Tal vez por esa dificultad, el aroma y sabor de ambos se erige como delicatesen.

Volcanos

Ese mismo volcán fue el responsable por ampliar el tamaño de la Isla, no en vano la lava de la erupción de finales del XVIII  es donde se asienta Mosteiros, a la vera del mar. Pero su poder creador y su tierra fértil, donde se localizan campos de vides, naciendo de suelos de ceniza negra y de café en sus laderas, fue culpable de destruir Portela y casi enteramente Bangaeira en la erupción de 2014. Entrando en esa caldera, viendo las lenguas de lava solidificadas, uno aprende a respetar aún más el poder de la naturaleza.

Ascender al pico requiere buen estado físico y unas tres o cuatro horas de caminata para alcanzar los 2.829 metros de altitud que ostenta y que, especialmente de mañana, se despierta con neblina. En el camino vamos cruzándonos por los pequeños conos que pueblan la caldera y rodean el Pico do Fogo.

Lava

Iniciar el ascenso de buena mañana nos permitirá admirar el amanecer con sus tonos rojizos y naranjas iluminando el borde de la caldera, con sus más de mil metros de altura. El suelo se va complicando, piedras sueltas se deslizan, la vertiente inclinándose más a cada metro hasta que se hace necesario usar las manos para asegurarse. De hecho, en algunos puntos, la verticalidad y dificultad del terreno obliga a servirse de un cabo de acero enganchado en la roca. Pero el esfuerzo merece la pena cuando uno consigue llegar a la cima, sentarse, y vislumbrar las fumarolas aquí y allí y las piedras amarilleadas por el azufre. A unos doscientos metros hacia abajo, el cráter del Pico do Fogo dormita pronto para despertar de nuevo. Recomiendo descender por el lado del Pico Pequeno, en bajada rápida, para aún sentir el calor del lugar que expelió lava recientemente.

Parc Naturel de Fogo (Volcan)

Cabo Verde tiene sus raíces en los volcanes, una historia que demuestra el poder creador de la naturaleza remontándose miles de años atrás. Las islas están repletas de pequeñas señales incluso en la Isla do Sal, plana, lunar, cálida, pero cuyas famosas salinas de Pedro Lume se asientan en el antiguo cráter donde el mar acabó por infiltrarse. O Viana, en la Isla de São Vicente, una pequeña montaña volcánica. Sea como sea, visitar Cabo Verde permite sentir la grandiosidad de la naturaleza y su poder bello y terrible a la vez.