María Rita

Quienes han visitado Granada a menudo coinciden en la forma que tienen de describirla: “es una ciudad con magia”. Bajo la atenta mirada de la Sierra Nevada, se extiende sobre el valle una amalgama de casas de estilo morisco o andaluz y de edificios más o menos modernos. La pequeña población, que ocupa escasos 88 Km2, es capaz de transportar al turista a un tiempo lejano en el que la península Ibérica formaba parte del reino de los árabes. A la vez, tiene la capacidad para traerlo de vuelta a una Andalucía típica de alegres ciudadanos y coloridas tradiciones.

Granada es una región de temperaturas extremas, casi de alta montaña. En invierno, el frío intenso baja de la Sierra para avisar a los granainos de la bella postal que podrán vislumbrar en sus montañas desde el concurrido mirador de San Nicolás. En verano, el calor es sofocante y el sol abrasador. Nada que no pueda solucionar un buen chocolate caliente en la plaza Bib Rambla o unas cañas o tinto de verano bien fresquitos en cualquiera de las plazoletas del centro.

Porque si hay algo que saben hacer bien los granainos eso es comer y beber, disfrutando de la compañía y de los rayos de sol de los que, por cierto, disfrutan con bastante frecuencia. La ciudad es ampliamente conocida por las suculentas y cuantiosas tapas que acompañan por cortesía cualquier consumición que uno se pida en los bares. En función de la zona por la que uno se mueva puede disfrutar de tapas de diferentes estilos. Por ejemplo, la calle Navas, cerca de la plaza del ayuntamiento, es la preferida por los amantes del pescado.

Los barrios de Granada son muy diferentes entre sí. Algunos de visita obligada son el Albaicín, el Realejo y Sacromonte. El primero de ellos está formado por estrechas y empinadas calles de adoquines repletas de tiendecitas con mochilas de un intenso olor a cuero y pañuelos de vivos colores. Por el camino, se puede parar en cualquiera de las teterías para saborear el auténtico té moruno junto con algunas de las tradicionales pastas elaboradas a base de miel y pistacho. Coronando el barrio se halla el mirador de San Nicolás. Exceptuando los días más lluviosos, lo común es encontrarlo repleto de turistas y habitantes de la ciudad disfrutando de una espectacular vista de la Alhambra. Esta es precisamente una de las más importantes construcciones históricas de nuestro país, habiendo sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984, junto con el jardín del Generalife y el barrio del Albaicín. No es para menos, sus estructuras y cuidados jardines, donde se combina en perfecta armonía el verde y el agua, son de una belleza que deja sin palabras. Merece la pena verla, tanto desde el mirador como desde su interior.

Si se dispone de un poco de tiempo se pueden, además, visitar los alrededores de Granada, existiendo dos opciones contrapuestas destacadas: el mar y la montaña.

En el interior más montañoso se halla la Alpujarra, un conjunto de valles y barrancos que descienden desde la Sierra Nevada en los que abunda la belleza y los contrastes. Esta comarca, situada en la parte sureste de la región, está compuesta por veinticinco municipios. Algunos de los más destacados son Treveléz, Pampaneira, Bubión y Capileira, donde además uno se puede homenajear con el típico plato alpujarreño, una potente mixtura de los productos más característicos de la zona (“papas a lo pobre”, huevos fritos, jamón, longaniza y otros embutidos).

En la costa tropical, nombre por el que se conoce a la costa de Granada, destacan tres pueblos importantes con gran riqueza histórica y cultural: Almuñécar, Salobreña y Motril, el más extenso y poblado de la región. En ella se disfruta de un microclima subtropical de temperaturas suaves gracias a la protección de la Sierra Nevada. Se puede aprovechar la escapada para pasear por alguna de sus playas de arena oscura o para practicar buceo. La playa de La Herradura es especialmente conocida para realizar esta actividad por la belleza de sus fondos marinos. Y para terminar bien la jornada nada como degustar un buen plato a base de pescado -calamares, boquerones, gambas, bacalaillas, etc.- y una cervecita Alhambra mientras se disfruta de las vistas del atardecer.