Por David Sendra Domènech

Es la isla del archipiélago de Cabo Verde más próxima al continente africano. Un remanso de paz donde disfrutar de desiertos de dunas, extensas playas de arena blanca frente a un mar de aguas cristalinas y una costa tachonada de oasis verdes, grutas y lagunas escondidas, y con una isla interior mezcla entre desierto y macizo rocoso con el Monte Estância como punto más elevado.

La isla, protegida por un anillo de arrecifes de coral, destaca por su paisaje costero, ideal para bucear. Un clásico destino de sol y playa, con deliciosa gastronomía local basada en el mar, especialmente langosta, aunque no hay que irse sin saborear su queso de cabra y, claro está, el grogue, un aguardiente diferente. Es una isla un poco mayor que Ibiza, pero con muy poca población. De hecho, salvo la capital Sal Rei, el resto son pequeñas aldeas esparcidas por todo Boa Vista.

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La capital merece una rápida visita recorriendo sus calles de piedras hasta la plaza principal, alargada, donde se aboca la iglesia de Santa Isabel, azul y blanca. Las casas multicolores se alternan en el camino y nos llevan al mercado, donde de mañana el ajetreo del pescado llegando y las mujeres vendiendo se hace interesante. Frente a la ciudad, en el islote Sal Rei al que puede llegarse a nado, se encuentran las ruinas de la Fortaleza de Duque de Bragança que protegía la ciudad de los piratas.

Pero Boa Vista es eminentemente ecoturística y por ello tiene numerosas áreas protegidas ideales para avistar aves, como el islote de Curral Velho, el de Baluarte o el Parque Natural do Norte; o tortugas, como la Reserva Natural Tartaruga, área de anidación. La isla ha sido elegida por tortugas bobas (y otras cuatro especies más) y ballenas jorobadas, entre otros animales, para recalar, descansar y reproducirse. Si uno es paciente podrá ver tanto a unas como a otras y disfrutar de su majestuosidad.

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Sus 55 kilómetros de playas de arena blanca, palmeras y aguas turquesas con corales (ideales para practicar snorkel, en especial en Gatas Bay, donde quizás veas algún tiburón nodriza), invitan al descanso pero también a recorrerlas, ya sea desde el mar con velero o desde tierra con los quads por las zonas de dunas o a caballo. Por cierto, gracias al fuerte viento que sopla en la zona, el amante del windsurf o del bodyboard lo disfrutará al máximo.

La playa de Santa Mónica es más solitaria, ideal para un día de sol y playa. Verandinha, con las formaciones rocosas avanzando hacia la arena, es la de los surfistas y los que buscan acción entrando en cuevas. Allí hay restos de un naufragio. La playa de Chaves, de arenas doradas, sin duda es hermosa y junto al desierto de Viana, una especie de Sahara en miniatura con arenas rojas, es la segunda formación de grandes dunas de la isla. Ya en la playa João Barrosa es donde verás eclosionar los huevos de las tortugas bobas.

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Antes de abandonar Boa Vista permítete conocer Rabil, la antigua capital con la iglesia más antigua, de 1801, y la fábrica de cerámica. Pasa por Povoação Velha, donde todo comenzó, y visita el Faro de Moro Negro con su fantástica panorámica del océano Atlántico. Mientras tanto, saborea la paz, disfruta las vistas y sumérgete en esas aguas turquesas.