Por Carlos Fuentes @delocotidianocf. Fotografías por Pedro Orihuela y Carlos Fuentes

Llevo cincuenta años vendiendo discos en esta ciudad y no pienso retirarme nunca”. Boujemma Gam cumplió su deseo y hasta el último día abrió cada mañana su tienda de música en el centro de Casablanca, la capital económica de Marruecos. Y Disques Gam no era una tienda cualquiera: fungía como la más antigua del país y, junto con Disco Maghreb, en Orán (Argelia), era una de las más veteranas de la cornisa africana mediterránea. El señor Gam falleció en enero pasado, pero deja una historia que merece la pena ser contada.

El bulevar de París cruza de este a oeste el segundo cinturón litoral de Casablanca, enlazando la imponente plaza de la Victoria con la ajetreada Oued El Makhazine. Por el camino, siempre a la sombra de la inmensa plaza de Mohamed V, se encuentra la oficina central de Correos. Y fue aquí cerca donde Gam Boujemma abrió su tienda de discos cuando, en los años setenta, llegó a Casablanca desde su región natal de Agadir, cuatrocientos kilómetros al sur. De origen familiar bereber, Gam pronto se interesó por la cultura y, en particular, por el cine. Pero terminó regentando la tienda de discos y una compañía discográfica que hicieron historia en Marruecos.

Nunca me especialicé en ninguna música porque siempre tuve claro que era yo quien me tenía que adaptar a los gustos de mis clientes”, explicaba a este cronista durante una visita a su tienda de discos en el otoño de 2016. “Aquí se puede encontrar música de casi todos los estilos”, recordaba Boujemma Gam señalando viejos vinilos de Jimi Hendrix, Elvis Presley y Bob Dylan que colgaban de las paredes y el techo de una añeja tienda marroquí que el portal de referencia del mercado discográfico The Vinyl Factory situó en el puesto número 51 de las mejores cien tiendas de discos del mundo. No obstante, Gam aseguraba que la fama y el revival del disco de vinilo apenas se notan en Marruecos. “Viene gente y nos visitan muchos jóvenes extranjeros, pero la verdad es que se vende poco. Ahora la gente joven se lleva la música en el teléfono y ya no quiere discos”.

Pero no siempre ocurrió así. En los años setenta, la música tuvo un auge notable en Marruecos y Boujemma Gam fundó una editorial. Disques Gam publicó algunos de los discos de Nass El Ghiwane, el grupo más popular e influyente de la música chaâbi contemporánea en Marruecos, y de sus amigos Jil Jilala. Peor panorama afrontaron las músicas africanas negras en el mercado magrebí. “Aparte de los grupos nacionales no hay mucha música africana hasta los noventa porque no era accesible por las directrices de la política cultural del país”, decía Boujemma Gam. “Aquí siempre se privilegió la chanson francesa y la música americana, pero el rock nunca fue bien visto”.

Tampoco las contagiosas músicas bailables de los países del oeste de África, desde las metrópolis de Senegal a Costa de Marfil. Por eso no hay ni rastro de discos de grandes orquestas de Malí o Guinea Conakry durante los años de la independencia. Lo explicaba el señor Gam: “En esos años, los sesenta y parte de los setenta, la política estaba en todo y también influyó en la música porque muchos de esos grupos pertenecían a los gobiernos de los países que habían logrado la independencia y eso no fue bien visto por algunos”.

En Marruecos la efervescencia política, social y cultural fue copada por el popular movimiento estudiantil de Casablanca, la semilla de grupos como Nass El Ghiwane. Allí ya estaba Boujemma Gam, el primer disquero de Casablanca, antes de estos tiempos de nostalgia y música online en los que las copias falsas de los discos CD se venden en cualquier calle de la ciudad por cinco dírhams. Medio euro.