Texto y foto: Carlos Fuentes

Pocas ciudades combinan con tanto equilibrio una tranquila vida cotidiana y el ajetreo de las tardes de mercado como la villa atlántica de Esauira. En su bahía legendaria frente a la no menos mítica isla de Mogador, esta ciudad pesquera atesora historias nacidas junto al mar y recuerdos emblemáticos en el laberinto de callejuelas de su medina. Aquí estuvo en 1948 el cineasta Orson Welles, aquí rodó algunas escenas importantes de su atropellada Otelo y a la suerte antigua de Esauira se encomendó el autor de joyas como Ciudadano Kane.

Al iniciar su etapa europea, Orson Welles aterrizó en Esauira con la intención de aportar verosimilitud a su intento de llevar al cine la historia de Shakespeare sobre un soldado moro al servicio de la república de Venecia. En junio de 1948 viajó por primera vez a Mogador (nombre histórico de la ciudad que estuvo en vigor hasta los años sesenta) y se quedó encantado con la posibilidad de rodar en escenarios reales como el castillo del siglo XVIII y las murallas que protegen la ciudad. Ambas localizaciones, al igual que la kasbah, están en su película.

Y la huella de Orson Welles no se ha perdido. La ciudad dedicó al cineasta una plaza al pie de la muralla y allí, desde 1992, una escultura suya mira al mar. A medio camino de la medina de calles laberínticas y la imponente playa, uno de los hoteles históricos de esta ciudad marroquí a 190 kilómetros de Marrakech también conserva el recuerdo de los días de cine con Otelo. En el Hotel des Iles se hospedó la tropa que vino a rodar la película, con el director al frente. A su nombre aún se conserva la suite en la que residió. Y por 2.800 dirhams (255 euros) puede usted pasar la noche en la cama en la que durmió Orson Welles.