No todos los días un servidor tiene la oportunidad de entrevistar a un antiguo compañero de carrera, pero menos aún si se trata de alguien de la categoría de Javier Beirán (1987, Madrid), un jugador profesional de baloncesto que, como alero, ha pasado más de quince temporadas entre la ACB y ligas extranjeras, lo que le ha valido para ser considerado como uno de los jugadores españoles con mayor proyección en su carrera. Fue una pieza clave a la hora de ganar la medalla de oro con la selección española en la Copa del Mundo 2019. Y, como le sobraba tiempo mientras encestaba, también sacó la carrera de Administración y Dirección de Empresas y la de Periodismo. Actualmente Beirán juega al baloncesto en la modadalidad de 3×3 en verano y también hace colaboraciones en televisión relacionadas con su disciplina deportiva.
Texto Beneharo Mesa
Ilustración David Ferrer
¿Cómo comienza su andadura en el baloncesto? Imagino que la figura de su padre fue fundamental… Mis inicios claramente son familiares. Mi padre también fue jugador de baloncesto. En mi familia siempre nos ha gustado el deporte en general. Y ya en quinto de primaria, con diez u once años, entré en el equipo del colegio al que iba en Madrid. No sé por qué me gustaba más, ya que en realidad jugaba más al fútbol. Igualmente, mi padre nunca me presionó, o sea, que fue un poco por instinto o decisión propia. Y desde ahí, sin pensar nunca en ser jugador profesional, fui dando pasos. Llegué al Real Madrid y quizás cuando más tuve que decidir fue al cumplir dieciocho años, que estuve a punto de irme a EE. UU., pero al final me quedé, cambié, empecé a estudiar una carrera en Madrid y comencé un poco la vida profesional o casi profesional y universitaria y a intentar compaginar ambas.
Y siendo ya profesional, ¿cómo influye la figura de su padre dentro y fuera de la cancha? Mi padre, aparte de ser jugador, ha sido psicólogo deportivo e incluso entrenador de tiro, pero nunca ha trabajado conmigo como tal, solo un poco en el día a día. En cuanto a la parte familiar, la educación que me han inculcado me ha ayudado a formarme como persona, con mis valores. He tenido que sufrir, o vivir, mejor dicho, con comparaciones o con que estaba por enchufe o alguna cosa así. Aunque siempre lo he llevado bien, nunca me ha importado. Sabía que ni era el mejor antes, cuando estaba en Real Madrid, ni después cuando gané el Mundial. Siempre he tenido los pies en la tierra, siempre me he visto muy bien situado con lo que tengo a mi alrededor y sabía que no era por enchufe. Tenía muchas cosas buenas, otras por desarrollar y aunque en algunos momentos había gente que podía ser mejor, confiaban en mí por ciertas cosas.
¿Qué cosas ignora el espectador o el aficionado de baloncesto? ¿Cómo se vive estando dentro de la cancha? Lo que más cuesta cuando no eres jugador o cuando lo ves de fuera es que los jugadores también son personas. Cuando yo estoy en mi campus con los niños les digo: «Si es que soy igual que vosotros. He tenido suerte por trabajo, por muchas cosas, he llegado a ser jugador profesional, pero vivo muchas cosas igual que vosotros, me pasan problemas, igual que a vosotros». Y muchas veces eso cuesta entenderlo. Machacamos muy fácil al jugador, al deportista que no ha conseguido ganar o jugar o rendir, etc. Cuando quizás está en su casa pasándolo muy mal, o tiene algún familiar enfermo o simplemente no está en su mejor momento. A veces no tiene que ser algo terrible para que las cosas no vayan bien. Falta un poco de empatía para situarse en la otra persona. Es difícil llegar a ser jugador y mantenerse, digo en el caso del baloncesto. Mis amigos, por ejemplo, que han vivido conmigo desde que iba en el colegio, saben todas las cosas que me he tenido que perder. Y he jugado con muchos compañeros que no han hecho lo mismo, por una razón u otra. Si ahora te dicen a ti «oye, eres jugador profesional, tienes que dejar de hacer esto», pues probablemente lo hagas, pero por el camino nunca sabes si vas a ser jugador. Dejar de ir algún fin de semana a algún cumpleaños o cosas así, que son tonterías, pero que en esa edad son muy importantes. Y hacer todo eso que no te asegura nada; te asegura seguir un camino. Por eso creo que muchos deportistas, o la mayoría, tienen unos valores muy importantes también para la vida, de esfuerzo, de sacrificio, de trabajo, de superación, porque no es fácil superar todo eso o llegar a ser profesional.
«No te tienes que quedar en el trofeo, sino con el camino, con el trabajo»
Y ahora imagino que hay más presión que antes. Sí, creo que ahora es un poco más complicado por las redes. Enseguida se mete mucha presión. Yo he tenido la suerte, no sé si por la educación que me han dado o por mi forma de ser, de que nunca me presioné hasta llegar a ser profesional. Lo viví todo como sumando etapas. Sí que tuve que decidir en un momento, con un contrato profesional deportivo, eso es lo primero, antes que los estudios, aunque los estudios nunca los dejé de lado, pero hasta que no tuve un contrato, para mí los estudios siempre fue lo primero. Nunca tuve esa incertidumbre porque yo no pensaba en ser jugador. Es verdad que ahora, con las redes sociales, entiendo que sea más difícil porque a un niño de doce años, en fútbol, en baloncesto, que son los deportes que más presión pueden tener, le dices «el nuevo Messi» y puede tener una expectativa sobre todo familiar, porque muchas veces son los padres y las madres los que creen que va a llegar y le generan esa ansiedad o esos problemas que vemos muchas veces. Hay muchas cosas en las personas, ya no solo en los deportistas, que tenemos en la cabeza que no son fáciles de arreglar y que necesitan trabajo, tiempo y cariño. No solo es hacer pesas y hacer tiros.
¿Le da pena que el deporte se haya vuelto fugaz? Sí. Por eso yo creo que no te tienes que quedar en el trofeo, sino con el camino, en el trabajo, en los amigos que tienes durante ese trabajo, en tu propia dedicación. Ahora con los recientes Juegos mirábamos mucho la medalla. Y yo el primero, pero son tantas horas dedicadas a ello que a veces solo llegar a una final es mucho más que haber ganado un oro. Hay pruebas en las que solo llegar a los Juegos ya es un logro enorme.
¿Cuál es el partido que recuerda con más cariño? Tengo varios. Recuerdo cuando me lesioné, que no es al que más cariño le tengo, pero no me puedo olvidar porque me lesioné la rodilla cuando mejor estaba jugando y mejor iba el equipo, cuando jugaba en el Iberostar Tenerife. Eso me cambió un poco como deportista también, aunque ya tenía unos veintinueve años, en 2016. Me ayudó mucho a crecer personalmente y a vivir después un Mundial y ser campeón del mundo. Recuerdo con más tensión las semis que la final, porque la final fue relativamente holgada, aunque era una final y siempre estás nervioso hasta que acaba el partido, pero ganamos relativamente fácil a Argentina. Pero la semifinal, con dos prórrogas contra Australia, dos veces el partido perdido… era jugarte la medalla. El pase a la final siempre es como el plus y no tener que jugar el tercer y el cuarto puesto, que nunca sabes cómo te va a ir. Ser campeón está bien, pero también hay que acordarse del subcampeón, del tercero. Aunque por desgracia en el mundo que vivimos es tan exprés que nos acordamos del campeón y poco más. Volviendo a la pregunta, me quedaría con el primer partido en el que representé a España; fue en Bielorrusia. Además, me salió un partidazo y guardo con mucho cariño.
El Mundial, a nivel general, ¿qué significó para usted? A veces pienso, por lo que supone, que no sé ni si soy consciente de lo que es ser campeón del mundo. Porque cuando jugué en Francia, por ejemplo, el año pasado, el cariño con el que me recibían o la expectación eran un plus más, como si tuvieras otro nombre o fueras un señor de otro planeta. Muchas veces cuando voy a sitios en los que no están muy vinculados con el baloncesto y dicen «oye, este chico es campeón del mundo», y ves cómo les cambia la cara. Y yo lo valoro, lógicamente, ¿cómo no voy a valorar ser campeón del mundo? Pero quizás no valoro tanto lo que supone que lo somos solo dos veces en la historia, que ojalá seamos más. El Mundial supuso una alegría enorme. Mi vida no cambió, sinceramente, he seguido con los mismos amigos, mi familia, y mi misma forma de ser. Pero a nivel personal es un logro muy grande. Puede ser como un tope a tu carrera.
¿Qué consejo les daría a los jóvenes que están empezando hoy en el baloncesto y que sueñan con tener una carrera como la que usted has tenido? Que disfruten y no se sobrepresionen, que veo mucho esa presión por querer ser jugador profesional, por llegar, jugar en selecciones. Yo no jugué en la selección española hasta la sub-20, antes de ser absoluto. No jugué ni en infantil, alevín, cadete ni júnior. Que disfruten y que no se desanimen, que además la vida no se acaba en ser jugador profesional. Pero cuando hagan lo que hagan, que den el cien por cien, aunque no lleguen, para sentirse orgullosos de lo que han hecho.
Y ahora viramos la tortilla, ¿cuál diría que es el mejor consejo que le han dado a usted? Sea entrenador, familiar… El que yo aplico es el que me dijo mi padre y te comentaba, el de disfrutar y ser feliz haciendo lo que hago y dando el cien por cien. Mi padre me ha dicho este que es el que yo aplico, de disfrutar, de ser feliz haciendo lo que hago y de dar el cien por cien.
Una de las cosas más complicadas dentro del deporte de élite es vislumbrar la retirada. ¿Usted cómo lo ve? La retirada es asumir que no eres el centro de la Tierra y que hay más vida más allá del deporte al que te dedicabas. Hay que saber llevarla. Por eso para mí los estudios son algo fundamental, porque el baloncesto se acaba relativamente pronto. También porque así uno mantiene la cabeza ocupada. Hay que formarse y crecer.
Háblenos un poco del Campus Javier Beirán. Es el proyecto más bonito que tengo. Este año hemos hecho la séptima edición y hemos tenido que ampliar. En La Gomera tengo cuatro turnos de más de doscientos niños y niñas; en Tenerife, que es en Adeje, dos campus de baloncesto con un enfoque más técnico. Y el año que viene haremos una academia en Fuerteventura también. Para mí, con todo lo que me ha dado Canarias, aparte de mi familia, que es canaria, once años jugando, tres y medio viviendo con mis padres, esta tierra me lo ha dado todo. Creé esto con dos amigos: Víctor y David, que me ayudan a devolver un poco todo ese cariño. Hicimos el campus en La Gomera porque creíamos que era el sitio ideal, pequeñito, no había baloncesto, lo hubo en el pasado y queríamos relanzarlo y ayudar a la gente de los municipios para que vuelvan a jugar. Empezamos con sesenta niños hace ocho años, contando el COVID, y, por suerte y por desgracia, porque yo lo paso muy mal, tenemos listas de espera y tenemos que dejar a gente fuera y me peleo todos los días para intentar meter a todos los que se pueda. Y el objetivo es que disfruten. Lo llamamos la mejor semana del año porque lo pusieron ellos, porque es una semana que guardan con toda la ilusión del mundo, todo el año esperándola. Y hay una familia alrededor. Hay mucha gente en Canarias que está unida a nuestro proyecto y me siento muy orgulloso. Tengo la suerte de que renuevan prácticamente más del 80 % de los niños. Y eso es porque salen encantados y no me puede hacer más feliz, sinceramente. Al final dices: «¿Qué son los trofeos?». Son estas cosas. Llevo cuatro o cinco años sin jugar en Canarias y sigue habiendo esta ilusión y ganas con el campus.
Vamos con la pregunta típica: entre Kobe, Michael y Lebron, ¿con quién se queda?
Yo soy de Michael. me gustan los tres. Me encanta Kobe, me encanta Lebron… Pero quizás por cómo coincidió en mi época, sin ser yo muy idólatra de tener ídolos, para mí es el que más impactó en el baloncesto mundial.
Complete las frases:
Kobe Bryant es o fue… una leyenda.
Michael Jordan es… un icono mundial.
Y Lebron James… un ejemplo de trabajo y calidad.
Y por último, el baloncesto para usted es… es mi vida y mi alegría.