Por Francisco Javier Torres del Castillo*

Ilustración por Ilustre Mario

Querido lector, este es mi mes y, aunque usted no lo crea, es cierto y no le miento, pues así lo siento.

Lo escribo de forma figurada, , pues el mes no es mío, es de todos y de ninguno; pero –insisto– este mes es mío, y me encantaría que también fuera el suyo.

Años atrás, Mecano cantó Un año más, y de entre sus letras entresaco: «Marineros, soldados, solteros, casados, amantes, andantes y alguno que otro…».

Así parece: un año más, pero me resisto; para muchos de nosotros los meses no son solo eso. No debemos creerlo; meses, semanas, días por los que transitar, agrupados y resignados entre las páginas pintorreadas de una vieja y manoseada agenda, conformando un año, un año más, y otro año, y otros más, y así hasta mañana, hasta pasado, hasta siempre.

Estoy con aquellos de ustedes que prefieren crear a contemplar; descubrir frente a esperar; trabajar en lugar de lamentar; desear, amar, sumar en lugar de descontar; y ver cine, buen cine una y otra vez, repetidamente, pues frente a eso no hay nada.

Hay que sentir, percibir cómo los proyectos se sueñan, se trabajan, se empujan, haciéndolos crecer y evolucionar. Día a día, semana a semana, mes a mes, año a año.

Aunque también es cierto que nos equivocamos, que nos arrepentimos, nos caemos y nos manchamos. Hay historias que se terminan, que se apagan y desaparecen, historias feas. Pero no debemos dejar de fantasear, de ilusionarnos, imaginando una nueva idea, un nuevo plan, una ilusionante aspiración, un amor.

Así son los meses, los años, las semanas, también los días, que, aunque pueden parecer números, estadísticas y matemáticas, son historias, grandes relatos y hermosas crónicas, algunas tal vez tristes, pero todas son nuestras, memorias de vida, nuestra aventura vital.

Y diciembre es mi historia, siempre ha sido mi reseña. Desde que recuerdo que esas semanas del año que se reconocen por ese nombre son y han sido esa fantástica etapa de mi biografía, me llamo diciembre.

Debemos extraer de esa especial caja nuestros recuerdos de este y de otros tantos años, los mejores, los valiosos, los importantes, los que están limpios, y si no es así, es tiempo de enjuagarlos, de curarlos, de pintarlos, maquillarlos y exhibirlos, como si se tratara de bolas, de adornos navideños de un precioso árbol de Navidad, situándolos uno a uno; de sacarlos con un cuidadoso esmero, como un frágil y delicado cristal, en ese árbol que iluminará nuestro mes, diciembre.

Es momento de disfrutar, de jugar seleccionando el lugar de cada uno de esos recuerdos, de esos proyectos, de esas fantasías, de ese adorno de nuestra vida, en ese mágico árbol, que año tras año crece y que también envejece, como nuestra propia vida, esa que cada día se vuelve más preciosa y también valiosa, esa vida que me dibuja y embruja, con una sonrisa, es cada día.

Debemos y podemos hacer balance, yo tengo siempre a diciembre en mi vida, lo anhelo, y deseo su llegada, con ilusión y energía, me pongo nervioso y ansioso ante su llegada. Rehago mi plan vital, mi propósito, mi misión, mi intención.

En diciembre de 2015, publiqué en esta revista «Respirar diciembre»; de eso hace ocho años, y la mente me susurra: «El tiempo vuela». Dos años más tarde, en 2017, se publicaba «Siempre es Navidad en diciembre».

Pongamos todos la mente a cero, hagamos eso que llaman «reseteo», restaurar, reparar, actualizar; es momento de volver y de empezar. Respirar.

Quiero las notas en el parabrisas, en el cristal de la vitrina, en la puerta del dormitorio, quiero notas en todas partes, mensajes de amor, de confianza, de paz, pistas de un regalo, complicidades de turrón. Serán sonrisas con olor a peladilla.

Algunos llegaremos a casa de nuestros padres, otros a las casas de nuestros hijos, la mayoría a las nuestras y quizás en estos días nos acompañen nuestros hijos y tal vez también sus parejas.

La oportunidad aparece, y a mí me apareció en diciembre, en mi mes, antes de que llegara un ciego veinticuatro, que me llevó hasta la treintena, ahí solo se trató de compartir, y de ilusionar, de cuidar y de sonreír. Un maravilloso plan.

Por favor, sueñen, imaginen y no dejen de pedir. Las cartas a Papá Noel son importantes, y sus majestades los Reyes Magos de Oriente regresarán, y con ellos vuestros regalos.

Todos nos encontramos nuevamente en un Binter y con esta revista entre las manos, tomemos aire serenamente, respiremos diciembre, cerremos los ojos un instante y, como si de nubes se tratara, volemos, soñemos, estamos todos volando, volvemos.

Les deseo un mágico mes de diciembre y una feliz Navidad.

Feliz vuelo.

 

*Director de Renta 4 Banco en Canarias.