Fotografía por José Policarpo Martín Cruz

El Diablo de Tijarafe no se construyó en 1923 pensando que en 2023 continuara bailando en la plaza de Nuestra Señora de Candelaria. Se hizo para un acto único, y era una muestra de imaginería efímera. De hecho, es conocido el personaje destinado a sucederlo: Sinforiano, que le devolvió el testigo a partir de 1932, quedando establecido el Diablo en el calendario festivo tijarafero en la noche del 7 al 8 de septiembre, víspera de la celebración de la Virgen de Candelaria.
El Diablo ha devenido en uno de los símbolos más conocidos del municipio. Las nuevas generaciones tijaraferas viven la fiesta como una parte importante de la identidad colectiva, mientras que ella llama a un nutrido grupo de foráneos gracias a su presencia cada vez mayor en las redes sociales. La fiesta, que en lo esencial apenas se ha modificado en un siglo de historia, aparece convertida en un audiovisual que vuela por todo el mundo. A pesar de la fama actual, el Diablo no ha sucumbido a la incorporación de elementos extraños para intentar fomentar una mayor afluencia, porque el pueblo de Tijarafe es consciente de lo que tiene entre manos: su propia esencia concentrada en veinte minutos de danza que representan cien años de tradición.

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