Por Cristina Torres Luzón

Ilustración por Ilustre Mario

Cada vez existe más conciencia corporal. Sin embargo, hay partes del cuerpo como el suelo pélvico que siguen pasando desapercibidas para la mayoría. Hablamos de una zona con múltiples y delicadas funciones cuya desatención puede ocasionar alteraciones independientemente de nuestro sexo. Aprender a escuchar sus señales y darle la atención que se merece nos puede ahorrar grandes problemas.

Cuando hablamos de suelo pélvico nos referimos a un conjunto de músculos, ligamentos y tejido conectivo que cierran la cavidad abdominal por la parte inferior. Su misión principal es la de sostener todos aquellos órganos alojados en la pelvis (vejiga, uretra, recto, útero-vagina en mujeres y próstata-vesículas seminales en hombres).

Otra de las funciones que realiza nuestro suelo pélvico se basa en los procesos de micción y defecación controlando los esfínteres anal y vesical. Además, participa en la actividad sexual y tiene un papel importante en la postura corporal.

En redes sociales como Instagram podemos encontrar cada vez más fisioterapeutas especializados en suelo pélvico que nos informan de los signos de alarma y cuándo acudir para valoración, y nos muestran algunos consejos y ejercicios para devolver el tono a nuestra musculatura.

Uno de los colectivos que más demandan esta atención profesional son las mujeres gestantes y puérperas, ya que durante el embarazo y el parto experimentan una mayor presión en la zona pélvica que puede debilitar la musculatura y crear disfunciones como el prolapso de vejiga o útero.

El cuidado y fortalecimiento de esta parte del cuerpo durante el embarazo se vuelve una herramienta imprescindible de prevención de dichas disfunciones. Además, una revisión posparto pasada la cuarentena nos ayuda a poder iniciar una rehabilitación precoz de la zona y evitar futuras intervenciones quirúrgicas destinadas a implantar mallas artificiales que sostengan los órganos pélvicos.

Por otro lado, los hombres intervenidos de prostatectomía, es decir, de la extirpación total o parcial de la próstata, también se ven afectados y pueden presentar incontinencia urinaria, entre otros síntomas. La rapidez en el tratamiento rehabilitador y de reeducación del suelo pélvico permite aumentar las posibilidades de recuperación y, por tanto, incrementar la calidad de vida de la persona. El fortalecimiento de estos músculos permite mejorar el control de esfínteres y acelerar la recuperación de la función eréctil.

Hemos mencionado los casos comunes que socialmente se relacionan con más concienciación sobre la problemática del suelo pélvico y que llevan a quienes los padecen a acudir sin reparo a estos especialistas para recuperar la funcionalidad de esta zona. Sin embargo, existen muchos otros factores que pueden conducir al debilitamiento de esta musculatura y la aparición de sintomatología.

El sedentarismo, la mala postura corporal, el estreñimiento, la mala alimentación, el exceso de presiones como la movilización incorrecta de pesos, el exceso de impactos continuos como cuando se corre, se estornuda o se tienen ataques de tos, la obesidad o la falta de ejercitación de dichos músculos posibilitan la disfunción y dan lugar a síntomas como la incontinencia urinaria, fecal y de gases en ambos sexos, prolapsos genitales, disfunción eréctil, dispareunia, vaginismo, sensación de pesadez en la zona…

Como vemos, muchos de los síntomas implican una repercusión en la parte emocional y mental de la persona, por lo que la terapia psicológica a la par se vuelve imprescindible en algunos casos y en otros se convierte en un factor que acelera la recuperación.

Por ejemplo, si sufrimos la afección de vaginismo, nuestra intervención en el suelo pélvico debe ir de la mano de una terapia con un especialista en sexología. Estos especialistas pueden ser fisioterapeutas, enfermeros, psicólogos, psiquiatras… que han cursado un máster de especialización en esta disciplina.

Para terminar debemos saber que los cuidados básicos para prevenir lesiones se basan en llevar una alimentación saludable que evite el estreñimiento y la obesidad, favorecer el buen tono realizando ejercicios de kegel e hipopresivos previa supervisión, realizar ejercicio físico en coordinación con la respiración diafragmática y acostumbrarnos a la hora de ir al baño a subir los pies a un taburete para tener las rodillas flexionadas (simulando estar de cuclillas), lo que disminuye la presión que se ejerce en esa zona al evacuar.

Y ya sabes, si empiezas a notar que algo no va bien no esperes a que se agrave para solicitar ayuda; demorar la visita al especialista solo ocasiona que el proceso de recuperación sea más largo.