Por Beneharo Mesa

Ilustración por Capi Cabrera

Manolo Vieira (La Isleta, Las Palmas de Gran Canaria) es un humorista canario que no necesita presentación entre la gente del Archipiélago. Comenzó su carrera hace más de cuarenta años, contando cuentos (historias) y chistes, y a día de hoy es probablemente uno de los cómicos que más carcajadas han desatado al subirse a un escenario. Este 2023 afronta su retirada con La última y nos vamos, con una gira por diferentes teatros y recintos de todas las Islas y la península durante los próximos meses.

¿Cómo comenzó su historia con el humor?

El humor diría que para mí es algo de nacimiento, porque siempre estuve rodeado de mucha gente con chascarrillos: mis padres, mi familia materna, los vecinos… En el barrio todos tenían esa vena cómica. Diría que en todos los barrios. La parte profesional sí fue algo de manera fortuita, aunque yo quería serlo, pero cuando menos me lo esperaba apareció la oportunidad y la aproveché. El 1 de junio del ochenta y uno.

Usted tiene cuarenta y dos años de carrera –ojalá llegue yo, más que sea, a cotizar la mitad de eso–, ¿qué balance hace de su carrera?

[Ríe y suspira] Yo todavía no hago balance. Hace años me preguntaban eso y yo les decía «te responderé cuando muera». Porque uno va sumando experiencias y creo que estoy recibiendo más de lo que esperaba en cuanto a afectos y cariños de la gente. Y digo más de lo que esperaba porque yo solo cumplía mi trabajo, como tú ahora. Pero el haber calado tanto en el alma de la gente, en el pueblo canario, es algo que a mí me destroza (en el sentido más cariñoso del mundo).

Imagino que se siente muy enriquecido por ello.

Sí, las emociones me desbordan. El balance es positivo, muy positivo.

Usted marcó la veredita para muchos cómicos canarios. ¿Cómo ve a toda esa generación?

A mí me ilusiona mucho que esa parcela esté totalmente cubierta, también por los nuevos [cómicos] que aparecerán. Los veo a todos con mucha ilusión y con talento, cada uno en su estilo. Hay una gran variedad en la que todo el mundo puede elegir. Hay una cosa que he observado en todos estos años y es que ahora se consume humor, igual que antes se consumía rock and roll. Seguro que si ahora hubiera casas de discos como antes, estarían la sección de rock, baladas, otros géneros y también la de humor.

«Estamos obligados a amar y a reír, con el problema que sea»

¿Un consejo para quien quiera atreverse en la senda el humor?

No doy consejos. No soy tan atrevido. Lo único que les pido es que sean buena gente y que se preparen mucho. Si no es buena gente creo que es mejor que lo deje. No es un consejo, sino un pensamiento, una recomendación. Consejos no doy porque para mí no tengo [ríe].

¿Cómo está afrontando su despedida con La última y nos vamos?

Con muchas emociones. Como es algo que no he vivido nunca…, pues de paso también aprendo. Sobre todo recibo el cariño de la gente en directo: los miras a los ojos y ellos a ti, algo que siempre ha ocurrido, pero con esa sensación añadida de que me despido. Con mucha emoción y muy agradecido, sinceramente. Porque me están dando vida.

Ha habido quienes han dicho «la última y nos vamos» y realmente no era la última…

Yo sí me voy y cumplo la palabra. Eso no quita que me llamen para una colaboración en la tele o una radio. Hacer cosas y actividades diferentes, sí, pero el dedicarme plenamente a esto ya no. Fue una decisión, creo, honesta. Porque con mis años la agilidad…, ¡la mental la mantengo, eh!, pero físicamente no estoy para estos trotes. Antes de defraudar prefiero dejarlo como está.

También ha tenido una carrera larga y dicen que tanto fuego escalda hasta al diablo.

Sí, pero se me ha pasado volando. Me di cuenta porque mis hijas me lo recordaban: «Papá, ya tienes setenta años», «papá, ya tienes setenta y uno…». Y vi que iban teniendo razón. Mi deseo es poder continuar, pero no puede uno esperar a que lo echen, porque es desagradable. Sería triste. Así que aprovecho estos años que me quedan para desarrollar mis aficiones. Donde quiera que esté, me acompañarán esos recuerdos. Mucha gente dice «moriré con las botas puestas»; yo prefiero descalzo, tranquilito [ríe].

¿Qué hará entonces?

Pesca, carpintería, también tengo la posibilidad de tener un huertito. Aprovecharé para leer mucho también por si hay otra vida que me coja preparado. No hay certeza clara, pero yo lo vivo personalmente con que más allá no hay más nada. Por lo que yo tengo entendido, te moriste, te jodiste [ríe].

La última y nos vamos, ¿qué es para usted el humor?

El humor para mí es vida. Estoy convencido de que, por muchas vicisitudes o dificultades que te ponga la vida, podrás o no podrás superarlas, pero estamos obligados a amar y a reír, con el problema que sea. Ya les buscarás solución y si no tiene solución…, la jodimos. Pero no hay que dejar de amar ni de reír. Creo que esa es la forma.