Texto por Galo Martín Aparicio

Fotos por Belén de Benito

La ruta de las papeleras es un recorrido circular dentro de un bosque de ribera en el que se suceden las ruinas de unas viejas y abandonas fábricas de papel cubiertas de hiedra, musgo, líquenes y helechos a orillas de los ríos san Xusto y Vilacoba. Un lugar húmedo, mágico y narrativo en el entorno de la coruñesa ría de Muros Noia, en el concello de Lousame. Un municipio sin salida al mar en el que se pudo fabricar papel, entre otras cosas, gracias a la buena calidad del agua de sus ríos.

La circular ruta de las papeleras discurre a la sombra de un frondoso bosque ribereño de alisos, fresnos, robles, laureles y acebos, y por un sendero de pescadores estrecho y húmedo, pegado a las orillas de los trucheros ríos san Xusto y Vilacoba. Unos 25 kilómetros en los que apenas se deja de oír el rumor del agua. Un agua de una calidad tan buena que, junto con la disponibilidad de la materia prima y la cercanía con Santiago y puertos comerciales, impulsó la construcción de fábricas papel, que funcionaron entre el siglo XIX y los años ochenta del XX. Hoy estas construcciones son ruinas que la naturaleza oculta. Es el agua la que sigue corriendo. Muchas veces cristalina, excepto cuando llueve, que entonces se revuelve y se ensucia.

En este paraje frondoso, en ocasiones más oscuro que húmedo, forrado de hiedra, musgo y líquenes y decorado con helechos, su pasado industrial se deja notar, a pesar de que la naturaleza, poco a poco, lo engulle recuperando lo que es suyo. Las ruinas impresionan, dice Maite Sobradelo, geógrafa y técnica municipal del municipio de Lousame. A las ruinas de las fábricas de papel hay que sumarles restos de molinos, canales y puentes. Alrededor de estas construcciones abandonadas hay cascadas, pozas, petroglifos, castros y aldeas. También el monasterio de San Xusto de Toxosoutos, que se construyó sobre una pequeña ermita románica. Hoy lo que se conserva es la iglesia con la torre del campanario y dos pequeños edificios rehabilitados que funcionan como alojamiento turístico. Muy cerca de esta iglesia están las cascadas del río San Xusto y, algo más alejado, lo que queda de la vieja fábrica de papel de Boña. El tramo de cascadas mencionado es el más duro de la ruta, junto con la ascensión al monte Culou, un trecho ascendente y expuesto al sol, pero que al coronarlo permite disfrutar de una excelente panorámica de la ría Muros Noia.

A diferencia de esta iglesia, las fábricas de papel no se ven, uno se las encuentra de sopetón bajo un manto verde. Y eso a pesar de su tamaño: las hay de hasta unos veinte metros de alto y más de largo y de muros gruesos. Como la antigua papelera de Fontán, a orillas del río Vilacoba, en la que se fabricó papel timbrado, de Estado. La construcción consta de un gran bloque de piedra, extraída de un castro próximo, en el que vivían los pobladores gallegos antes de que llegaran los romanos, con ventanas para la ventilación y el secado del papel, con su tejado a dos aguas vencido y el interior repleto de árboles que pugnan por hacerse un hueco.

Si la de Fontán es la fábrica más grande de las siete papeleras de la ruta, la de Brandia es la más antigua. Sus inicios se remontan al año 1810 y en los años ochenta del siglo pasado se trasladó de Lousame a Santiago. Es la única papelera que sigue funcionando, aunque ya no lo haga a orillas del río Vilacoba, beneficiándose de la calidad de su agua. Lo mismo que hicieron en el pasado las papeleras de Galiñeira, Maceiriñas, Labarta y Soutorredondo, convertidas en la actualidad en fantasmagóricas y románticas ruinas a las que el musgo y los líquenes se aferran y colorean de varios tonos de verde. Y es que la humedad no solo la sentimos los que nos adentramos en el bosque, también la experimentan las rocas y los troncos de los árboles. Las raíces de estos últimos se suman a las piedras que hay que esquivar por el camino. Un camino pedregoso y resbaladizo que nos introduce en un entorno selvático y cambiante. Según la estación del año, el paisaje será de unos tonos u otros y el caudal de los ríos será mayor o menor. Independientemente de su nivel, es el agua lo que permanece y fluye; como la naturaleza, que oculta y hace magia con las ruinas de las viejas fábrica de papel, convertidas en memoria del municipio de Lousame.