Texto por David Sendra Domènech

Fotos por Ibon Azpilikueta

 

Entre Zumaia y Mutriku, pasando por Deba, en Euskadi, la ruta costera nos sorprende con un paisaje mágico de espectaculares acantilados que esconden millones de años de historia geológica: los flysch, caprichosas formaciones que, a ojos de un geólogo, explican la historia de nuestro planeta.

En el Geoparque de la Costa Vasca se yerguenimposibles acantilados que dibujan la geografía del litoral. A los pies de estas paredes elevadas, cortadas por agua y viento, la mareadeja expuesta, al retirarse, la rasa mareal que se introduce en el mar. Se trata de una plataforma rocosa que avanza cual punta de lanza, cincelada con maestría y cierto surrealismo por millones de años de erosión. Las rocas parecen haber sido aradas por el mar, dejando atrás los característicos y sorprendentes surcos allá donde son más blandas. Cuando la marea está baja uno consigue vislumbrar unos cientos de metros de los kilómetros de plataforma existente y admirarse con la riqueza biológica que queda aprisionada, temporalmente, en las pequeñas charcas de agua marina.

En Zumaia, la playa de Itzurun (no te pierdas el atardecer aquí), rodeada por esos espectaculares y empinados acantilados, muchas veces llenos de vida, es un buen punto de partida para nuestra ruta geológica. No necesitas ser un especialista, apenas alguien que aún se sorprende con el poder de la naturaleza. Desde la Punta de Algorri, cuando la bajamar, uno goza de una privilegiada vista de conjunto. Con la ayuda de un guía bajaremos por caminos tortuosos y alcanzaremos esas plataformas, auténticos santuarios geológicos del planeta Tierra, y descubriremos que lo que es imperceptible a ojos del profano se convierte en la explicación de la creación del mundo (que se lo digan a una finísima línea de color marrón verdoso que atraviesa la roca y que sirvió para confirmar que un asteroide impactó en el planeta y con tamaña fuerza que extinguió los dinosaurios).Es alternancia de rocas, creando camadas de historia que explican las vicisitudes de nuestro planeta. Es un paseo de descubrimiento con olor a mar, a sal, a algas.

La segunda parada puede ser en Sakoneta, antes de llegar a Deba, donde está la más extensa rasa mareal del Geoparque. Hay un sendero que transcurre por el borde de esos fastuosos acantilados, creando miradores naturales (el de Mendatagaina o el de Portutxiki) desde donde uno consigue tener una idea general y admirarse con la fusión armónica de las onduladas verdes colinas y la violencia salvaje de las rocas cortadas por el tiempo. Para el que desee una visión diferente, tanto desde Deba como desde Zumaia se puede contratar un barco para ver la costa rocosa desde el mar.

Si eres un verdadero apasionado y quieres saber un poco más, recomiendo visitar dos museos: el Centro de Interpretación Algorri, en Zumaia, y el Centro de Interpretación Geológica Nautilus, en Mutriku. El primero explica de forma sencilla la naturaleza de esta costa tan peculiar mientras que el segundo se centra en el flysch negro, el más antiguo del Geoparque, que es el que domina esa parte de la ruta.

En este espacio protegido por la Unesco uno vive una experiencia increíble, rodeado por la naturaleza, caminando sobre historia pura, acompañado apenas por el silencio, el oleaje del mar y los cánticos de las diferentes aves. Pero al final, hay que recordar que el Geoparque de la Costa Verde también se adentra entre valles y bosques irrepetibles que bien merecen una visita, eso sin olvidar las tres poblaciones por las que transcurre (Zumaia, Deba y Mutriku), con magníficoscascos históricos que invitan a ser recorridos con calma y una gastronomía deliciosa de pintxos creativos y platos marineros.