Texto por Astrid da Silva

Fotos por Julio González

En Cantabria, acogido por un paisaje natural capaz de dejar estupefacto a cualquiera, y muy cerquita del mar, encontramos este pueblo medieval considerado uno de los más bonitos de nuestro país, según National Geographic. Incluso el filósofo ganador del Premio Nobel Jean Paul-Sartre aseguró que este lugar era «una verdadera reliquia en la vida del hombre».

Fue hace muchos años, en 1935, cuando Simone de Beauvoir y un jovencísimo Sartre pisan España por primera vez y se quedan enamorados de la belleza cantábrica. Hoy, muchos años después, sigue siendo uno de los destinos favoritos de los turistas que nos visitan y de muchos portales de viajes que cada año lo valoran como uno de los pueblos más bonitos de nuestra geografía.

Y es que Santillana, a pesar de sus tres mentiras –«ni es santa ni es llana ni tiene mar»–, es uno de esos destinos que se quedan siempre en tu memoria. Tiene todo lo necesario para desconectar: un paisaje natural espectacular, un precioso casco histórico de carácter medieval y una gran oferta gastronómica.

Desde el aeropuerto de Santander es muy fácil llegar al centro de Santillana, ya que se encuentra a tan solo 30 kilómetros de distancia. Lo que más llama la atención al llegar es la colegiata de Santa Juliana, corazón de la ciudad. Fue justo en este punto donde comenzó a surgir el pueblo, ya que, en el siglo VIII, cuando todo era terreno baldío, unos monjes decidieron construir una pequeña iglesia –hoy transformada en la espectacular colegiata– para conservar las reliquias de santa Juliana. Desde este punto salen los dos centros principales, la calle del Rey y la plaza del Mercado, engalanadas con sus caminos empedrados y sus fachadas montañesas, una buena muestra del legado renacentista y barroco de la ciudad.

Alojarse en el centro es toda una experiencia que se complementa con la paz de la naturaleza que lo rodea y con la maravillosa gastronomía que encontramos en la zona. Son muchas las opciones disponibles para probar los clásicos sobaos pasiegos por la mañana, o almorzar un buen cocido montañés, para reponer fuerzas. Es imprescindible probar el queso picón o el pastel de cabracho. Aquí, lo difícil será dar con un lugar donde no se coma con calidad y cantidad, como buen pueblo del norte.

Si vas a Santillana, hay una visita que no te puedes perder: las cuevas de Altamira, conocidas como «la Capilla Sixtina del arte rupestre». Allí encontramos las primeras manifestaciones artísticas del Paleolítico, donde nosotros, los Homo sapiens, intentamos plasmar nuestras ideas para la posterioridad hace más de 36 000 años.

Distintos grupos humanos habitaron esta cueva y dejaron su huella artística, como los grandes caballos rojos, que datan de hace más de 22 000 años, o los famosos bisontes policromos, que son de hace 14 500. Este espacio resultó un hallazgo tan espectacular y valioso para entender nuestra historia que fue nombrado Patrimonio Mundial de la Unesco en 1985. Ninguna otra cueva reúne obras de todas las técnicas y los estilos de todo el Paleolítico.

A día de hoy la cueva de Altamira original está cerrada al público para su conservación, pero puedes ver una réplica exacta en el Museo de Altamira, que te permite descubrir la historia, el hábitat de los pobladores de la época y el origen de nuestra civilización.

Además, si vas con tiempo y quieres explorar un poco, a tan solo 10 minutos del centro encontrarás un tesoro escondido hasta para los cántabros. La ermita de Ubiarco, ubicada en la playa de Santa Justa. Es una cala pequeñita, pero su ermita maravilla a quien la visita porque está totalmente enclavada en el acantilado y expuesta a las vicisitudes del mar Cantábrico.

Por todos estos motivos, no es extraño que grandes figuras de nuestra cultura, como Benito Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán, le hayan dedicado unas líneas a esta localidad. Incluso el mismo Miguel de Unamuno aseguró que es una «villa envuelta en prestigio», y es que algo debe de tener que su paisaje termina siendo siempre poesía para quien lo visita.