Texto por Cristina Torres Luzón
Ilustración por Ilustre Mario
Nuestra alimentación varía en función de diferentes factores socioeconómicos, culturales y fisiológicos. Dentro de las causas fisiológicas nos encontramos la presencia de alergias e intolerancias alimentarias que limitan el tipo de dieta que se puede tomar. Identificar qué alimentos son tolerados por nuestro organismo nos evita las dolencias que se pueden generar de una mala elección alimentaria.
Los contenidos sobre alimentación están siendo en las últimas décadas un tema en auge, popularizado en redes sociales y revalorizado a través de influencers de la nutrición. Instagram, Facebook y YouTube son los canales de comunicación principales para poder acceder a una gran variedad de contenido sobre pautas de alimentación, recetas, baby-led weaning, información nutricional, tipos de dietas…
Estos movimientos van acordes con una mayor conciencia social sobre el perjuicio que producen los alimentos insanos como los ultraprocesados, así como la necesidad de valorar el etiquetado de los alimentos y su potencial calórico. Sabemos que debemos evitar el exceso de azúcares libres, la sal o las harinas refinadas por las enfermedades que pueden producir (obesidad, diabetes, hipertensión arterial, etc.).
También existen problemas de salud por el consumo de determinados alimentos debido a su mala conservación o contaminación, lo cual puede generar intoxicaciones y toxiinfecciones alimentarias como las producidas por la listeria, la salmonela y la Escherichia coli.
Otro condicionante que limita la elección de alimentos son las alergias e intolerancias alimentarias. Entre las alergias podemos destacar las producidas por las proteínas de la leche de vaca, el huevo, el pescado, las legumbres, el trigo y los frutos secos. Al final del primer año de vida la presencia de alergias en los niños ronda entre el 6 y el 8 % (según el estudio publicado en 2016 por Ana María Plaza-Martín), disminuyendo progresivamente hasta el final de la infancia con una estabilización entre un 3 y un 4 %, como ocurre en la edad adulta.
Respecto a las intolerancias alimentarias, tenemos la lactosa, el gluten, la sacarosa y la fructosa como las más habituales. El número de personas afectadas por este tipo de reacciones es de cinco a diez veces más frecuente que las de tipo alérgico. A diferencia de las alergias alimentarias, cuya reacción se identifica claramente y a los pocos minutos del consumo, las intolerancias producen en el organismo una sintomatología más difusa, como es el dolor abdominal, la hinchazón, los gases, los episodios de diarrea, náuseas o vómitos, y su aparición suele ser horas después de la ingesta del alimento.
La intolerancia puede producirse por tres causas: metabólica, al presentar un déficit en alguna enzima del metabolismo de determinados alimentos; farmacológica, por efecto de aminas vasoactivas presentes de forma natural en algunos alimentos con capacidad de desencadenar reacciones clínicas; y como tercera causa están las reacciones indeterminadas producidas, por ejemplo, por los aditivos.
Si se sospecha de una posible intolerancia se debe acudir al especialista para que valore nuestro caso y nos mande las pruebas oportunas si lo considera necesario. La indicación para las personas con intolerancia alimentaria se basa en la retirada de dicho alimento de la dieta habitual. Por otro lado, hay tratamientos específicos para algunas intolerancias alimentarias que permiten consumir de forma puntual el alimento acompañado de la ingesta de la enzima deficitaria en el organismo. También existe la posibilidad de que la persona pueda tolerar dicho alimento en pequeñas cantidades al presentar una producción limitada de esa enzima.
Popularmente se dice que somos lo que comemos, de ahí la importancia de escoger la alimentación más idónea para nuestro organismo con el objetivo de evitar posibles patologías por dicho consumo. Si tienes dudas o crees que puedes presentar algún tipo de intolerancia alimentaria, no pospongas la consulta al especialista; tu salud te lo agradecerá.