Texto por Cristina Torres Luzón

Ilustración por Ilustre Mario

La piel es el órgano más grande del cuerpo humano. Nos sirve como barrera para protegernos frente a las agresiones externas, nos ayuda a mantener la temperatura corporal y el balance hidroelectrolítico. Además, interviene en el proceso de síntesis de la vitamina D y de la melanina. Aparte, nos da la capacidad de sensibilidad y nos sirve como identificación personal a través de las huellas dactilares.

Entre las ventajas que nos aporta la piel tenemos la de ser impermeable, con capacidad de regenerarse y permitir exteriorizar determinadas emociones como sonrojarse o erizarse.

Sin embargo, no está exenta de vulnerabilidad. Actualmente, el cáncer de piel es el más frecuente: anualmente se diagnostican más de tres millones de casos en el mundo. Este consiste en un crecimiento anormal y descontrolado de células cutáneas. Existen diferentes tipos, y los tres más habituales son el carcinoma de células basales, el carcinoma de células escamosas y el melanoma.

El carcinoma de células basales o carcinoma basocelular es el más común (más del 70 %), es muy poco común que se propague a otras partes del cuerpo. Crece lentamente y se produce en zonas expuestas al sol de forma habitual u ocasional. Estas células se encuentran en la parte inferior de la epidermis y son células que se dividen constantemente para ser reemplazadas por células escamosas. Su aspecto es como manchas o protuberancias rojizas, con un brillo característico que sangra fácilmente y no cicatriza.

El carcinoma de células escamosas es el segundo más frecuente (entre el 20 y el 25 %) y suele aparecer en aquellas partes del cuerpo que han estado mucho tiempo a lo largo de la vida expuestas al sol como son la cara o las orejas. Son células que se encuentran en la capa externa de la epidermis y que se desprenden constantemente a medida que las nuevas células se forman. El aspecto de este tumor se asemeja a una verruga que crece en pocas semanas o meses con una superficie escamosa o costrosa. Tiene más riesgo de propagarse a otras partes del cuerpo; sin embargo, con un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado se suele curar en más del 95 % de los casos.

En tercer lugar tenemos el melanoma, que representa entre el 1 y el 5 % de los casos. Es el que presenta peor pronóstico y tiene grandes posibilidades de metástasis. Este cáncer se origina a partir de los melanocitos, que son las células encargadas de pigmentar la piel y se ubican en la epidermis.

Asociados a este tipo de cánceres existen determinados factores de riesgo como son los antecedentes familiares o personales de cáncer de piel, sistema inmunitario debilitado, presentar muchos lunares o presentar alguno displásico, piel clara, fototipo bajo o albinismo. También están asociados a antecedentes de quemaduras solares y más si estas se producen en edades tempranas, así como a presentar lesiones cutáneas precancerosas y la exposición en cabinas a radiación ultravioleta. Vivir en climas soleados o altitudes grandes aumenta el riesgo.

El mejor remedio es la prevención. Debemos protegernos de la exposición solar usando protectores adecuados, evitando las horas de mayor riesgo y protegiéndonos con ropa adecuada y gafas homologadas. El consumo de frutas y verduras nos aporta antioxidantes y vitaminas que nos ayudan a defendernos de los radicales libres. Además, debemos saber que existen tumores benignos de piel y que solo en contadas ocasiones se convierten en cáncer. Entre los tumores benignos encontramos la mayoría de los lunares, queratosis seborreica, hemangiomas, lipomas y verrugas.

Es importante hacerse autoexploraciones regulares de lunares, manchas o pecas e identificar de forma precoz posibles cambios. Durante estas revisiones debemos ver si aparecen modificaciones que nos deban poner en alerta, como son cambios de coloración, tamaño o forma; bordes irregulares; tamaño superior a seis milímetros; tacto áspero o rugoso; presentar varios colores; picor o sangrado; coloración brillante, o apariencia de una herida que no cicatriza.

Ante cualquier sospecha debemos acudir al médico o dermatólogo para que valore de forma más detenida la piel a través de dermatoscopia o biopsia, según proceda. El diagnóstico precoz es una de las claves para combatir esta enfermedad, así que posponer esta acción puede salirnos caro.

Los datos aportados por la Asociación Española Contra el Cáncer indican que en el mundo se producen 33 000 muertes por cáncer de piel que podrían haberse prevenido si se hubiese buscado ayuda sanitaria a tiempo. En su página web podemos ampliar la información sobre este tipo de tumores, así como acceder a un número de teléfono de información disponible las 24 horas (900 100 036).

Ya no hay excusas para posponer esa visita al especialista si detectas algún cambio en tu piel, recuerda que es tu traje más valioso y ahora que viene el verano lo debes proteger más que nunca.