Por Cristina Torres Luzón. Ilustración por Ilustre Mario

Amar y respetar las diferencias es un ejercicio enriquecedor para todos. Enseñar desde la infancia a aceptar al otro y a saber gestionar los conflictos y diferencias de forma enriquecedora y no ofensiva se vuelve una tarea pendiente que urge subsanar en nuestra sociedad. Detectar y tratar a tiempo estas carencias disminuye el riesgo de acoso escolar que se da en los menores y que los puede acompañar el resto de sus vidas.

Antiguamente el acoso escolar no estaba visibilizado y dejaba huérfano el dolor y el sufrimiento de muchos menores, víctimas de esta lacra social. Las secuelas de dichas vivencias marcaban la vida de los menores hasta el punto de inducirlos al suicidio.

Cuando hablamos de acoso escolar nos referimos a un tipo de violencia que se ejerce de manera repetida y mantenida en el tiempo, con la intención de hacer daño a través de agresiones físicas, verbales y sociales. Un desencuentro puntual entre dos menores no se considera acoso, pero sí hay que estar vigilantes para que esta situación se solucione y no se vuelva a repetir.

La literatura actual nos informa que no existe un perfil definido de víctima ni de acosador; cualquier menor puede desempeñar alguno de estos roles. También vemos que, en vez de erradicarse, este problema ha evolucionado hacia nuevas formas de acoso, como el ciberbullying. En esta variante la violencia se ejerce a través del mal uso de la tecnología, como pueden ser las publicaciones ofensivas en redes sociales, el robo de contraseñas o el acoso por mensajería (WhatsApp, Messenger, SMS…).

La educación, la prevención y la concienciación social son las herramientas con las que contamos para ayudar a proteger a los más vulnerables. Estas deben transmitirse en los hogares y en las escuelas. Los medios sociales deben aportar su granito de arena contribuyendo a visibilizar y concienciar sobre esta causa.

Dentro del ámbito escolar es imprescindible que tanto el equipo docente como el resto de los profesionales que trabajan en el centro estén formados en esta materia. Las campañas de sensibilización en los centros, tanto a adultos como a menores, son la simiente necesaria para evitar que crezcan malas hierbas.

Los compañeros de la víctima y el acosador son una parte que no debemos olvidar en esta ecuación. Deben reconocer este tipo de violencia y saber actuar frente a ella. No involucrarse o potenciarla agrava la situación. Dotar de recursos a los menores para aprender a afrontar este problema ayuda a frenar y minimizar los daños.

Desde la Asociación Española de Prevención del Acoso Escolar llevan a cabo un plan nacional en los centros compuesto de diferentes etapas, en las que se hace un trabajo de información, evaluación e instauración de recursos de ayuda y detección entre iguales para combatir este fenómeno.

Esta violencia suele ser difícil de detectar por los adultos. Como padres debemos cultivar vínculos fuertes y seguros con nuestros hijos y estar atentos a los pequeños cambios que puedan producirse. Establecer una buena comunicación en la familia facilita que el menor pueda contar lo que le está sucediendo.

La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias ofrece recursos informativos y de ayuda que pueden orientar tantos a profesionales de los centros educativos como a los padres y tutores. Un ejemplo es el número de ayuda frente al acoso escolar: 800 007 368. Este teléfono es atendido por psicólogos de lunes a viernes de 8.00 a 20.00 y debe ser facilitado a todos los menores.

Por último, no podemos olvidar que el primer lugar donde aprenden los menores es el hogar. Estos lo hacen de forma inconsciente observando los comportamientos y las relaciones existentes. Son los padres o tutores, a través de las vivencias que acontecen en la familia, los encargados de inculcar los valores y el respeto; son también los responsables de enseñar a gestionar las diferencias, las emociones negativas y las adversidades que se presentan en nuestro día a día.

Estas enseñanzas son posteriormente reforzadas por el profesorado en las aulas. Un trabajo en equipo donde cada eslabón marca la diferencia. ¿Te animas a potenciar tu parte?