Por Elena Ortega Mateos

Fotografías por Ibon Azpilikueta

Entre llanuras y montañas, la poco explorada provincia de Álava tiene el privilegio de poseer tesoros inéditos que merecen ser descubiertos sin prisas. Saltos de agua eventuales, huellas históricas ocultas durante siglos, espectaculares paisajes de gran valor cultural, y hasta playas que ondean la bandera azul. Porque Álava sorprende para acabar conquistando.

La historia y la naturaleza son dos constantes presentes en todos los rincones de la provincia vasca más extensa. A tan solo 25 minutos de Vitoria, el impresionante Jardín Botánico de Santa Catalina aúna ambas. Más de mil especies de plantas, procedentes de todo el mundo, rodean varios aljibes y las ruinas rehabilitadas de un monasterio del siglo XIII. Durante el día ofrece fabulosas vistas de los alrededores. Por la noche, el firmamento toma protagonismo para exhibir el mejor de los espectáculos. Y es que este fue el primer parque estelar del mundo certificado por la Fundación Starlight debido a sus buenas condiciones para observar las estrellas.

Entre los lugares que menos se esperaría encontrar uno en una provincia de interior hay salinas. Las del Valle Salado de Añana, también a escasos kilómetros de la capital alavense, tienen su origen en un mar desaparecido hace millones de años y configuran un escenario histórico de lo más sorprendente. A través de cuatro manantiales, la salmuera es conducida hasta terrazas escalonadas y pozos por medio de canalizaciones de madera. Un singular conjunto paisajístico, arquitectónico, arqueológico y cultural con más de 6500 años de antigüedad. En el recinto se realizan actividades de cata, fiestas de cosecha y sesiones de maniluvio y pediluvio con las que terminar la visita de una forma relajada.

Muy cerca se ubica la Torre-Palacio de los Varona, la fortificación mejor preservada en la provincia y única que conserva su foso. Esta representativa construcción debe su nombre a la familia que, desde el siglo XII, habita en ella. Si su exterior fascina por su sobriedad, su interior lo hace por todo lo contrario. Papeles pintados y una curiosa colección de objetos y mobiliario cuentan la historia de la familia.

Además de salinas, Álava sorprende con playas para demostrar que, a pesar de ser la única provincia de interior del País Vasco, no le falta de nada. A orillas del embalse Ullíbarri-Gamboa y rodeadas de un bello entorno de colinas boscosas, se extienden las playas de Landa y Garaio, ambas con bandera azul gracias a las estupendas infraestructuras de las que están dotadas.

Si lo que buscamos es misterio, deberemos dirigirnos a la comarca de la Llanada Alavesa, concretamente a las iglesias de Añua, Alaiza y Gaceo. En ellas fueron descubiertas enigmáticas pinturas de la Edad Media ocultas tras altares o tapadas por capas de cal. El ejemplo más intrigante es el de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Alaiza, donde varias representaciones bélicas en tonos rojos ocupan el ábside y la bóveda sin mostrar vínculo aparente con el resto del edificio religioso.

Para presenciar la que tal vez sea la imagen más fascinante de Álava, debemos trasladarnos a su frontera con Burgos. A lo largo de 20 kilómetros, la Sierra Salvada perfila extraordinarios paisajes de verdes valles y montañas desnudas. La mejor panorámica para disfrutarla es la que nos regala el mirador del Nervión, un balcón que cuelga sobre el vertiginoso cañón de Delika desde donde podemos contemplar el imponente salto del río Nervión durante la temporada de lluvia. Sus 222 metros de caída la posicionan como la cascada más alta de España.

Tan solo doce kilómetros separan el salto del Nervión de la no menos cautivadora cascada de Gujuli, de 100 metros de desnivel. No obstante, el escarpado terreno hace que recorrer el pequeño tramo entre una y otra lleve una hora en coche. Un itinerario que terminará de sumergirnos en esta plácida tierra a la que siempre hay que volver.