Por Cristina Torres Luzón.
Ilustración por Ilustre Mario.
La palabra autismo no es una desconocida en nuestra sociedad; sin embargo, más allá del concepto, poco sabemos del trastorno del espectro autista (TEA). Nadar en la desinformación nos hace retrasar los diagnósticos y no facilitar la ayuda y los recursos necesarios. Todo ello dificulta la inclusión de este colectivo en la sociedad.
Si queremos conocer la realidad de las personas con autismo debemos saber que no existen censos ni estadísticas que cuantifiquen el número de casos de esta población. En 2014, en estudios epidemiológicos en Europa, se concluyó que uno de cada cien nacimientos presentaba TEA; en Estados Unidos se registra en uno de cada 88 nacimientos.
Cada vez existen más personas diagnosticadas; sin embargo, no se sabe si es por el aumento de esta enfermedad o por la mejora en los procedimientos de detección, lo que permite identificar un mayor número de sujetos. Y en base a estos cambios, tampoco se puede asegurar, como se creía antes, que se dé con mayor frecuencia en el hombre, ya que el número de diagnósticos en niñas y mujeres está aumentando, probablemente porque antes estaban infradiagnosticadas.
En cuanto a la etiología, sabemos que existe un componente genético, pero se necesita mucha más investigación para poder detectarlo, así como para estudiar la influencia de los factores ambientales en la genética y el desarrollo de la enfermedad.
Lo que sí han demostrado los estudios científicos hasta el momento es que la vacunación no tiene relación con el TEA, aplastando los falsos bulos que corrían entre la población y que hacían dudar a algunos padres sobre su deber de vacunar a los menores.
Los progenitores, los sanitarios y los educadores debemos conocer claramente los signos de alarma que nos pueden estar indicando que algo no va bien en el desarrollo madurativo de los niños. Este desconocimiento lo único que hace es retrasar el diagnóstico y demorar la atención precoz.
Por ejemplo, la falta de balbuceo o no responder cuando se le llama empieza a ser un aspecto de alarma en los menores a partir de los 12 meses. Cada persona tiene un ritmo madurativo propio; sin embargo, existen rangos de edad en los que se establecen hitos madurativos que se deben presentar, y el que no se vayan cumpliendo es un signo de alarma para muchas enfermedades.
Para conocer más sobre signos de alarma en el TEA podemos entrar en la página web de la Confederación de Autismo de España: www.autismo.org Una vez diagnosticado, en algunas comunidades autónomas, como Canarias, existen las unidades de atención temprana, donde se atiende a menores de seis años con un retraso en el desarrollo de carácter físico, psíquico o sensorial o en riesgo de padecerlo.
La atención temprana es un tratamiento habilitador y preventivo que induce a que el niño desarrolle todo su potencial, a partir de actividades lúdicas, adaptadas a su edad de desarrollo y a sus dificultades. Actualmente, el tratamiento del TEA es psicoeducativo con el objetivo de potenciar los puntos fuertes del menor y proporcionarle apoyos. Existen muchos timos y pseudociencias que tratan de aprovecharse de los padres, aunque solo sirven para arrebatarles su dinero y sus esperanzas.
Retomando el asunto de los educadores, este colectivo requiere unas necesidades específicas en las diferentes etapas educativas, por lo que es necesaria una formación y capacitación de los profesionales en la especificidad del TEA, así como apoyo y recursos para su proceso educativo.
Además, el profesorado debe prestar especial atención en la prevención de situaciones de abuso y acoso escolar. Construyendo sociedades inclusivas, sin prejuicios, con capacidad de empatía y aceptación del otro, no habría que depositar esta labor en el profesorado, aunque tristemente hoy en día sí lo tienen que hacer.
Por último, existen diferentes asociaciones de autismo en la comunidad canaria con múltiples recursos y servicios. No dudes en unirte a ellos y aprender más sobre esta enfermedad.