Por Paula Albericio.

Fotografías cedidas por la familia.

Nacido en el Peñón del Indiano, en Tinajo, en el año 1919, Juan Brito es uno de los nombres más relevantes en la cultura y la historia reciente de Canarias, y es que, debido a su ardua tarea investigadora, se le reconoce como uno de los folcloristas y etnógrafos más importantes del último siglo en el Archipiélago. Una trayectoria que, tras su fallecimiento en febrero de 2018, está siendo recordada y homenajeada. Con tal fin se están preparando, para el mes de diciembre, distintas actividades que recordarán la figura de este insigne conejero.

 

 

Los logros de Juan Brito, pastor y agricultor, destacan más si cabe si tenemos en cuenta que, como él decía, “aprendí a leer y escribir en las trincheras de la Guerra Española, enviando cartas a los familiares de los soldados que no sabían escribir”.

Las inquietudes de Brito, interesado por las tradiciones y la historia de su pueblo, le llevaron a destacar en los campos de la arqueología, la artesanía y el folclore, fruto de lo cual se ha podido rescatar una gran e importante parte de la cultura de Lanzarote.

En el ámbito de la arqueología, fue un autodidacta que aprendió de grandes figuras de la historia arqueológica de ámbito nacional. Sus encuentros, a mediados de los años 50, con Elías Serra Rafols y Telesforo Bravo, entre otros, hicieron posible el descubrimiento de la necrópolis de la ciudad de Rubicón, el castillo de Juan de Bethencourt el Conquistador y el pozo de San Marcial de Rubicón. Estos y otros hallazgos relacionados con yacimientos arqueológicos, como fue el de Zonzamas, crearon en Juan Brito una necesidad vital de salvaguardar el patrimonio arqueológico de la Isla. De esta manera, en 1972 fundó en el castillo de San Gabriel el Museo Arqueológico de Arrecife, donde se exhibían unas dos mil piezas rescatadas por él, y más tarde llevó a cabo la restauración y diseño del puente levadizo y su cabrestante. Actualmente el castillo se encuentra cerrado y el material arqueológico guardado en naves para su nueva ubicación, donde le dedicarán un espacio con su nombre.

 

 

Interesado también por el folclore, en 1964 fundó el grupo Titerroygatra, más tarde conocido como Los Campesinos, y creó el baile de la zaranda o la malagueña, que por primera vez se bailó con dos mujeres y un hombre. Estas recreaciones y otras aportaciones al folclore (bailes, coplas) forman parte, en la actualidad, de la cultura tradicional canaria.

Pero, sin duda, su faceta de artesano es una de las más importantes, no solo por su destacada labor como ceramista, sino por lograr que esta actividad renaciera de nuevo en la Isla, tras la desaparición de esta práctica en los años 30. Así, entró en contacto con doña Dorotea, la única ceramista que quedaba en Lanzarote –y quien terminó siendo su maestra–, y la convenció para que volviera a crear. Brito se convirtió así en restaurador de cerámica y escultor, y llegó a ser el impulsor de la creación de la Casa Museo del Campesino de Lanzarote.

 

 

La medalla de oro de Canarias en 2003 y su condición de hijo predilecto de Lanzarote desde 2013, entre otros importantes reconocimientos nacionales e internacionales, así como el documental Juan Brito: Tamia, recientemente estrenado, sobre la vida del artista conejero, atestiguan que el legado de Juan Brito es uno de los grandes tesoros de los que podemos presumir los canarios.