Por Juan José Ramos Melo
@JuanjoRamosEco
En ese lugar donde se depositan las densas nubes llegadas desde las lejanas islas Azores, aparece uno de los bosques más ricos y bellos de estas latitudes, una auténtica selva primitiva, la laurisilva canaria. Una joya que ha sobrevivido al paso del tiempo. A las sombras de sus ramas descansaron pequeños dinosaurios en la época terciaria a orillas del Mediterráneo. Sirvió de despensa para los antiguos habitantes de las Islas y en la actualidad capta una parte importante del agua que bebemos en nuestros pueblos.
La laurisilva se encuentra en las islas más montañosas del archipiélago, principalmente en La Palma, El Hierro, La Gomera y Tenerife, y en menor medida en Gran Canaria, donde fue talada hasta su práctica extinción. Se trata de un bosque atrapado por las nubes, ubicado en las caras norte de las islas, totalmente expuestas a los húmedos vientos alisios, que arrastran partículas de agua a lo largo de todo el Atlántico norte para luego chocar y depositarlas en las hojas y ramas de los árboles del bosque. La alta humedad favorece la presencia de una gran cantidad de musgos, líquenes, helechos y hongos que cubren las ramas de buena parte de los árboles, dándoles un aspecto primitivo y fantasmagórico, similar a una selva tropical.
Es un bosque muy diverso, donde coexisten en torno a una veintena de árboles diferentes. Los más representativos pertenecen a la familia de los laureles, como son el laurel canario, el viñátigo, el til y el barbusano. Otras especies muy representativas son la faya, el brezo, el tejo, el acebiño, el follao, el palo blanco, la hija, el naranjero salvaje y el mocán. De las ramas de los árboles más altos cuelgan lianas, enredaderas o plantas trepadoras como la hiedra de monte, la gibalbera o el corregüelón de monte.
A los pies de árboles de más de veinte metros de alto y en esos lugares donde la caída de unas ramas o de un viejo tronco deja entrar la luz, se crean las condiciones adecuadas para que aparezcan una gran cantidad de plantas y arbustos de pequeño porte. Buena parte son especies muy raras, amenazadas a nivel global o con poblaciones muy reducidas. La mayoría de ellos son endemismos locales, incluidos en estrictos catálogos de protección, como la adelfa de monte, la malva rosada o el trébol de risco.
La mejor representación de este relíctico bosque se encuentra en el Parque Nacional de Garajonay, en la isla de La Gomera. En Tenerife encontramos bosques bien conservados en la Reserva de la Biosfera de Anaga y en el Monte del Agua de Los Silos, dentro del Parque Rural de Teno; en El Hierro, en las laderas de El Golfo; y en La Palma, en Los Tilos y en los barrancos del norte de la Isla.
Los bosques de laurisilva fueron una despensa para los antiguos habitantes de nuestras islas. De ellos se obtuvo madera para la construcción de viviendas y embarcaciones, varas para herramientas de labranza, carbón para cocinar, hojarasca como abono y tierras fértiles para los cultivos de las zonas costeras, frutos como el madroño y las creces, plantas aromáticas y medicinales y animales para la caza. Pero sobre todo se obtuvo y se obtiene agua. En sus barrancos se han construido numerosas galerías para extraer este preciado elemento del subsuelo. Se trata de uno de los recursos más importantes de nuestras islas y ha hecho merecedora a la laurisilva de la denominación “bosque esponja”.