Por Cristina Torres Luzón

Ilustración por Ilustre Mario

Otoño es una palabra que en el mundo de la sanidad puede ser fácilmente asociada a gripe y resfriado, enfermedades comunes y frecuentes que implican múltiples repercusiones negativas a nivel personal, laboral y económico. La prevención es esencial a través de la vacunación y las recomendaciones higiénicas; hacer uso de estas herramientas nos permite poder vivir la época invernal saludablemente.

El resfriado y la gripe son dos enfermedades causadas por virus y frecuentes durante esta época. Entre el 5 % y el 20 % de la población española puede enfermar por gripe en una temporada invernal, según indica la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria.

En ambas pueden darse síntomas respiratorios como tos y estornudos, y las dos presentan formas de contagio similares a través de las gotas respiratorias que se expulsan al toser o estornudar, o bien al entrar en contacto con materiales que hayan sido contaminados con ellas. Sin embargo, entre las diferencias encontramos que solo existe vacuna para la gripe, que debe ser administrada cada año debido a las mutaciones que presenta.

Otras diferencias están en la fiebre y el estado general de quien las padece. Mientras que en el resfriado no suele haber fiebre, excepto en niños pequeños, en los adultos la gripe suele cursar con temperaturas superiores a 38º. Quien la padece presenta peor estado de salud, con debilidad y dolor de cabeza, así como en músculos y articulaciones. En los casos de resfriado destaca la incomodidad por la sintomatología respiratoria, que puede ir acompañada de irritación ocular, picor de garganta, congestión nasal o cansancio leve.

Los cuidados que precisan las personas que padecen alguna de estas enfermedades son reposo relativo, beber abundante líquido y evitar el consumo de alcohol y tabaco; también se pueden tomar medicamentos que traten los síntomas. Los antibióticos no son efectivos en los virus y por ello no se recetan frente a estas patologías, salvo en el caso de sobreinfecciones por otros microorganismos como las bacterias.

Un dato importante a tener en cuenta sobre la gripe es que puede producir mayor número de complicaciones cuando quien la padece presenta un estado de salud vulnerable.

La temporada pasada, 2017/2018, hubo notificados en España 5977 casos graves hospitalizados de gripe; el 21,8 % fueron ingresados en UCI y el 17,4 % fallecieron, según datos del Instituto de Salud Carlos III. De esos 5977 casos, el 66,6 % fueron personas mayores de 64 años y el 6 % niños de cero a cuatro años. Además, 183 fueron mujeres en edad fértil, de las cuales el 10 % se encontraban embarazadas.

Por tal motivo, la Comisión Nacional de Salud Pública indica la vacunación antigripal a determinados colectivos como son las personas mayores de 65 años (en especial aquellas que se encuentren viviendo en centros geriátricos y hospitalarios), embarazadas, niños mayores de seis meses y adultos menores de 65 años que presenten enfermedades crónicas cardiovasculares, pulmonares, metabólicas, insuficiencia renal, obesidad mórbida…

También se recomienda la vacunación de aquellas personas que puedan ser transmisoras de la enfermedad para otros grupos vulnerables como son los profesionales de centros sanitarios, instituciones geriátricas, centros educativos, las fuerzas del orden y seguridad, etc.

Sin embargo, existen varias contraindicaciones para la vacunación antigripal. Las personas con alergia al huevo, hipersensibilidad a sus proteínas o que hayan tenido una reacción alérgica severa en la última vacunación no pueden vacunarse debido a que la vacuna lleva pequeños componentes de huevo. Tampoco deben ser vacunados los menores de seis meses ni aquellas personas que se encuentren cursando episodios de alguna enfermedad aguda con cuadros de fiebre alta: deberán esperar a curarse de esta enfermedad para poder administrarse la vacuna. Esto se debe a que nuestro cuerpo está usando su sistema defensivo para combatir la infección actual.

La vacuna empieza a hacer efecto aproximadamente a las dos semanas de la vacunación; por ello, no se debe demorar su administración. Tampoco podemos olvidar la práctica de las recomendaciones higiénicas para prevenir el contagio ante estas dos enfermedades.

Algunas de ellas son lavarse las manos con frecuencia con jabón o soluciones desinfectantes, taparse la boca y la nariz con pañuelos desechables al toser o estornudar, evitar el contacto directo con un enfermo y sus utensilios, ventilar las estancias y limpiar con más frecuencia las superficies donde puedan quedar secreciones contaminadas como son los pomos de las puertas. Tener una alimentación variada y practicar ejercicio físico de manera habitual ayuda a mejorar nuestro estado de salud e inmunidad.

El virus de la gripe se contagia desde un día antes de presentar síntomas. Seguir estas recomendaciones, incluso cuando no se sospecha que se tenga, ayuda a evitar que la enfermedad se propague. Es fácil prevenir y todos ganamos con ello. ¿Lo hacemos?