Por Francisco Javier Torres Del Castillo

El informe del mes es el nombre de mi colaboración mensual. Habitualmente escribo apuntes sobre economía y finanzas; también les hago guiños a cuestiones de política, pero sobre todo reflexiono sobre la sociedad que formamos todos. Ella es realmente la protagonista de mis textos.

En algunas ocasiones trato de plantear posiciones enfrentadas, con la intención de generar dudas, de buscar respuestas distintas de las habituales, de las consideradas lógicas, con el provocador propósito de aproximarlas al límite, de forma que ambas, tanto una como la otra, sean no solo posibles, sino deseadas. El juego es tratar de hacer un quiebro a lo que entendemos por verdad, frente a lo que interpretamos por mentira.

Pero lo que es realmente importante es lograr la atención del pasajero durante el vuelo. Ese es el tiempo del que dispongo para intentar captarle y convertirme en su entretenimiento.

El lector es ante todo un viajero y, antes que leerme, tiene la posibilidad de sonreír, de hablar, de interactuar con su compañero de asiento, que podría ser un miembro de su equipo de trabajo, un colega del sector, su pareja, un amigo con el que hacía tiempo no coincidía o ese maravilloso desconocido que nos acompaña y con el que tenemos aquella conversación inolvidable. Si es así, mi informe del mes esperará a otra ocasión más propicia.

El pasajero tiene otros muchos estímulos, como la posibilidad de leer la prensa regional, y también la deportiva, comerse lentamente una ambrosía… Puede guardar silencio mientras escucha y observa imágenes por la ventana, puede contemplar el especial instante del despegue y apreciar cómo se aleja de una isla adentrándose en ese maravilloso mar que nos acerca y aleja, ese que amortigua nuestro clima y enjuaga nuestras costas.

Puede coger su teléfono móvil o su tableta y, aunque en modo vuelo, disfrutar de un juego o de la lectura de un libro electrónico.

Agotadas todas estas opciones queda incluso la opción de entretenerse con la ficha técnica de la aeronave, y si aún tenemos tiempo, o no hemos elegido ninguna de estas opciones, podemos coger la revista NT. Solo algunos la leerán y quizá se atrevan con el pretencioso informe del mes, ese que vengo escribiendo desde hace años, y que siempre entrego fuera de plazo, haciendo que otras personas tengan que realizar un esfuerzo extra para lograr su correcta edición.

No sé por qué ocurre, pero me pasa con excesiva frecuencia. Tengo dudas al sentarme a escribir, dudas para no ser reiterativo, dudas para lograr ser atemporal; dudas, en definitiva.

Mi objetivo con ese viajero es trasladarle un cierto bienestar, una idea atractiva, entresacarle una sonrisa y lograr que llegue al final, a ese ya popular “feliz vuelo”.

Si además hay que escribir para diciembre, esa duda… deber ser la repanocha.

¡Córcholis, ha llegado diciembre!

Y con él una sensación de pánico muy potente. Diciembre es mi mes, es mi favorito, es la época del año que más conecta conmigo.

En este mes, las temperaturas nos ablandan, esos grados de menos dejan su influencia en nuestra forma de vestir y de vivir. Los niños esos días se alimentan de ilusión, y el Gordo de Navidad se espera nuevamente. Yo estoy gordo de energía, y de futuro. Viejas y nuevas tradiciones regresan a nuestros hogares y a nuestras calles. En mi casa está diciembre. Donde esté, está diciembre.

La iluminación navideña pone luz en las principales zonas de la ciudad, los comercios nos agradan con unos horarios más flexibles, y las comidas y cenas entre amigos, compañeros y familias llenan las agendas de este mes.

Pero por nada de eso me enamora diciembre.

Él me enamora porque es el mejor mes del año, es aquel donde se respira diferente, aquel donde las perlas son siempre hermosas y donde siempre duermo mejor.

Diciembre es el mes de encontrar los regalos de mi vida, y donde esperar el año nuevo, el de las esperanzas, el de los cambios y el de la suerte. Es mágico, y sé por qué. Él me seduce, me emborracha, me duerme; diciembre me agota y me levanta, me entusiasma y me entristece.

Qué rápido llega y qué rápido se va. Con que alegría se esconde, se marcha, y de que forma tan silenciosa torna la alegría en melancolía. El año nuevo llega, siempre después del viejo. Nace quien muere. Aquí no hay informe, no puede haberlo, pues solo existe un mes, diciembre.

Feliz vuelo, Feliz Navidad.