Por David Lorenzo

Resulta curioso pero, a pesar de que la sociedad medieval y renacentista era profundamente religiosa, se permitía de manera “legal” la prostitución en la mayoría de los países europeos. Es más, las prostitutas debían pagar un impuesto, llamado de “mancebía” en el caso de querer ejercer y debían estar en lugares destinados para tal fin. Algo parecido al actual barrio rojo de Ámsterdam.

Pero que esto no nos lleve a error. A pesar de que era permitido no se veía con buena cara la práctica de la prostitución. Si se aceptaba como un mal necesario de aquellas mujeres que no podían acceder a algo más. También el catolicismo siempre ha sido una religión con cierto carácter individualista (tú y solo tú eres responsable de tus pecados), lo que choca con la idea de comunidad de los protestantes. De esta forma si tu pecabas se entendía que era tu responsabilidad.

Esta idea de la prostitución (y de otros pecados) fue cambiando desde finales del siglo XVI y XVII, cuando la iglesia católica también busca alcanzar el ideal de comunidad. En Canarias, como en el resto de territorios del reino de Castilla, se permitía la prostitución. Gracias a las “mancebías”, los impuestos que debían pagar las prostitutas, podemos saber el índice en las islas de Tenerife, Gran Canaria y La Palma.

Una de las principales causas para que los concejos (ayuntamientos y en el caso de Canarias Cabildos) controlaran la prostitución era evitar el lucro de otras personas. Además se intentaba garantizar la protección de estas mujeres. Por otro lado era un buen medio de recaudación público. Un cuerpo de seguridad se debía encargar de proteger a las prostitutas ante posibles ataques violentos y garantizar la seguridad en el barrio donde estuvieran las mancebías.

El público al que estaba orientado estos “prostíbulos” no era otro que para aquellos hombres solteros y jóvenes. Dicho en otras palabras, únicamente eran los hombres no casados los que podían ir a este tipo de lugares. Pero todo era en teoría. Se tiene constancia de que tanto hombres casados como miembros de la iglesia solían visitar las mancebías a menudo.

Generalmente la mancebía estaban en una parte marginal de las ciudades canarias o bien escondidas. Nunca en vías principales, sino traseras. Solía ser una casa, a veces construida por el propio Cabildo, que luego era arrendada (alquilada) a un particular. A esta persona era común que se le permitiera ir armado (algo generalmente prohibido en zona urbana) para proteger a  las prostitutas. Además, para garantizar la  prostitución segura habían guardias.

Además del pago de una mensualidad el casero de la mancebía debía garantizar unas condiciones dignas de habitabilidad. De esta forma las “mujeres públicas” (como aparecen las prostitutas reflejadas en documentos oficiales) recibían un colchón, sábanas, almohadas y tenían derecho a dos comidas al día.

Tanto para garantizar la seguridad como el monopolio, los Cabildos insulares se encargaban de evitar la prostitución fuera de las mancebías. Se consideraba ilegal que una mujer la practicara si no era en estos lugares y en caso de ser así debía ser multada y penada.

La prostitución era vista como un “mal necesario” o más bien un “mal inevitable”, como ya dijimos antes. Con el paso del tiempo, sobre todo tras la conocida como Contrarreforma Católica”, se comenzó a tomar medidas morales. Poco a poco fueron apareciendo leyes que restringían el acceso a las mancebías a determinada población. Así pronto empezó a vigilares que no se acercasen ni casados ni sacerdotes. También se prohibió que las prostitutas invitaran a los hombres que pasaban por la calle a practicar sexo. Se intentaba así evitar la tentación.

Progresivamente se fue demostrando que los Cabildos pocos beneficios estaban logrando de los impuestos a la prostitución. Esto, unido a una sociedad cada vez más influida por la moral cristiana, supuso el fin de las mancebías. Así estas mujeres, que hasta ese momento se veían como personas con cierta función pública, acabaron en la total marginación social.

Para saber más:

  • Viña Brito, Ana (1985-1987) “La prostitución en las islas realengas en el siglo XVI”. En El Museo Canario. Madrid: Museo Canario