Aranzazu del Castillo Figueruelo

Cuando el calor aprieta, la barriguita está llena y el reloj marca entre las dos y las cuatro de la tarde, en nuestro país se produce un fenómeno mundialmente conocido: la siesta. Esta costumbre española de echar una cabezadita después de comer tiene en realidad su origen en la antigua Roma. De ahí proviene su nombre, que en latín –hora sexta– viene a significar las doce del mediodía.

Los habituales de la siesta no necesitan de argumentos científicos para cumplir su cita diaria con el sofá. Sin embargo, dormir bien se ha convertido en una preocupación importante para muchas personas en la actualidad. Un déficit de sueño, especialmente si se produce de manera crónica, puede dejar huella en nuestro sistema inmune y endocrino. Por el contrario, dormir bien se relaciona con mejor salud, más belleza y más éxito, entre otros aspectos. Desafortunadamente, el ritmo de vida tan ajetreado que llevamos dificulta encontrar tiempo y lugar para rendirnos a los brazos de Morfeo.

Son pocos aún los estudios que analizan los efectos de la siesta a largo plazo. En cambio, son bien sabidos los efectos inmediatos que un sueñecito puede aportarnos. Veamos algunos de ellos:

  • Recarga pilas. Dormir la siesta hace que nos sintamos más despejados y con más energía al despertar. Incrementa nuestro nivel de alerta y de atención y, en consecuencia, mejora nuestro rendimiento y reduce los errores.
  • Mejora nuestras capacidades cognitivas: la creatividad, el razonamiento lógico, el reconocimiento simbólico, la capacidad de memoria y el aprendizaje.
  • Ayuda a combatir el estrés. Dormir la siesta de manera regular, es decir, como un hábito y en el momento correcto (entre la 1 y las 3 de la tarde, que es cuando decaen los niveles de energía), reduce la presión arterial y previene la aparición de problemas cardiovasculares.
  • Reduce el riesgo de obesidad, que, según los estudios, es mayor cuando dormimos por debajo de las cinco horas.
  • Mejora el estado de ánimo. Si alguna vez has tenido una mala noche habrás podido comprobar cómo esto afecta a tu humor. Probablemente te habrás sentido más irritable y ansioso que en otras ocasiones. Dormir siesta puede compensar estas emociones, mitigándolas, pero también puede ayudarnos a tomar distancia de las situaciones que nos desbordan en el día a día.

Estos beneficios no son solo aplicables a aquellos que lo necesitan porque han pasado la noche “comiendo techo”. La siesta también tiene efectos positivos sobre aquellos que acostumbran a dormir bien por la noche.

Eso sí, para que tenga efectos positivos, la siesta debe cumplir una serie de requisitos. Debe hacerse en el momento oportuno y durante el tiempo adecuado. Como comentaba, la mejor hora para hacerla es después de comer, entre la una y las tres, que es cuando, por naturaleza, nuestro cuerpo nos pide un kit-kat. Aunque existen algunas discrepancias, la mayoría de expertos apunta a que la siesta no debe durar más de 30 minutos.

Un exceso de sueño a media tarde tiene varios inconvenientes: primero, puede dejarnos groggy por la inercia del sueño, perdiendo así su efecto “refrescante” y segundo, puede dificultar que por la noche podamos dormir correctamente. ¿Cuál es el truco más extendido para lograrlo? Dormir en el sofá, no en la cama, con lo puesto, no con el pijama. Eso sí, es importante que el ambiente facilite la conciliación del sueño. Se necesita oscuridad, silencio, pocas distracciones, una superficie cómoda y una temperatura agradable.

Ya no somos los únicos. Los beneficios de la siesta han hecho que esta costumbre vaya ganando adeptos por todo el mundo. Grandes empresas como Google, Ben & Jerry’s, Zappos y Uber, son conscientes de los efectos que tiene sobre la productividad y creatividad de sus trabajadores y por eso han diseñado espacios dedicados al descanso a media tarde.

La próxima vez que tengas que trabajar por la tarde y vayas a echar mano del café, recuerda que 15-20 minutos de siesta mejora los niveles de alerta y atención, tanto como esta bebida estimulante, pero, que además, facilita los procesos de aprendizaje y memoria.