Aranzazu del Castillo Figueruelo

Hace solo dos semanas que comencé a ver la serie “Por 13 razones”. Pensaba escribir sobre ella cuando terminara de ver la primera temporada, pero voy por el cuarto capítulo y no he podido resistir la tentación de hacer una breve reflexión sobre lo que a mí me inspira.

La serie está basada en la novela de Jay Asher y en ella su protagonista, Anna Baker, una joven estudiante de 17 años, explica a través de grabaciones en cintas de cassette las razones que la llevaron a quitarse la vida. Es una serie que ha despertado mucha controversia por la temática que aborda y por la manera en que lo hace: explícita, dura.

El suicidio entre adolescentes es un problema relevante en la actualidad. Se estima que es la segunda causa de muerte en el mundo entre las personas de 19-25 años. En España, se producen más muertes por este motivo que por accidentes de tráfico.

La mayoría de las personas que eligen poner fin a su vida no quieren realmente morir. Eligen este método como una forma de huir del dolor emocional o sufrimiento que sienten en unas circunstancias vitales en las cuales no ven escapatoria.

“Por 13 razones” ilustra el conjunto de situaciones a las cuales puede verse expuesto un adolescente durante su etapa escolar. En este sentido, la serie hace un buen trabajo de concienciación sobre la problemática del bullying, el poder de las redes sociales, la depresión juvenil, la identidad sexual, el machismo, los celos y las envidias, entre otros aspectos. Ningún motivo en sí mismo es, quizá, suficiente, pero cada uno de ellos suma al sufrimiento de una chica que no ve salida alternativa al suicidio. Uno de los aspectos que la serie refleja y que me resultan interesantes es cómo pequeños gestos pueden dañar a una persona. Muchos adolescentes no son conscientes del impacto que tienen sus actos en los demás y en este sentido, los medios digitales hacen que el golpe sea aún más amplio -llega a más gente- y permanente -lo que se cuelga en la red ya nunca desaparece. Por otro lado, ilustra cómo no hacer nada o actuar como espectador son también formas de perpetuar el acoso y sufrimiento del otro.

Ahora bien, ¿es bueno hablar tan explícitamente sobre el suicidio? ¿Puede producir un “efecto contagio”?

Creo que hablar del tema es algo inevitable y necesario hoy en día teniendo en cuenta las estadísticas que se están encontrando. Mirar hacia otro lado no resuelve el problema. La cuestión no es tanto si se habla o no, sino cómo se habla sobre el suicidio.

Existe evidencia de que la aparición en los medios de comunicación de noticias sobre suicidios y de retratos suicidas en series de televisión provoca picos de búsqueda en internet y comportamientos similares en la población. Esto es especialmente así en personas vulnerables como pueden ser los adolescentes o las personas con algún tipo de trastorno psicológico. La identificación con el individuo que protagoniza la conducta es un factor relevante para que se de este “contagio” o “imitación”. Así, si siento que mis circunstancias personales son similares a las de la persona que ha elegido quitarse la vida es más probable que contemple esta opción como factible. Por este motivo, una de las recomendaciones que se hace a los medios de comunicación cuando tienen que dar una noticia de este tipo es que lo hagan de manera concisa y sin excesivos detalles, sensacionalismo o asociación con valores positivos como la valentía.

“Por 13 razones” no está dirigida necesariamente a adolescentes, pero se ha convertido en una serie de culto para ellos. Los protagonistas son jóvenes de sus mismas edades pasando por situaciones problemáticas muy similares a las suyas… con los que fácilmente pueden sentirse identificados.

La adolescencia es una época bonita, pero también compleja. Se caracteriza por numerosos cambios -físicos, psicológicos, sociales, etc.- y por una gran inestabilidad emocional y comportamental. En lugar de cerrar los ojos e ignorar el problema se han de poner esfuerzos en detectar los casos de mayor vulnerabilidad -la serie nos ayuda a saber cuáles podrían ser estos- y en enseñar habilidades y destrezas efectivas para la resolución de situaciones conflictivas, alternativas a los de quitarse la vida que, evidentemente, no soluciona nada.

El acoso, la depresión, las envidias… son temas que a veces se abordan en las tutorías de los colegios. Junto a estos, debería ser obligatorio mencionar aspectos como la resiliencia -es decir, el salir fortalecido de situaciones difíciles-, las habilidades de resolución de conflictos, la tolerancia a la incertidumbre, el autocontrol, la inteligencia emocional, el apoyo social o la autoestima, factores todos ellos protectores frente a la conducta suicida.