Aranzazu del Castillo Figueruelo

Seguro que has escuchado en más de una ocasión lo importante que es hacerse con un calzado adecuado para los pies. Pensamos en estos con poca frecuencia, pero son una parte fundamental del cuerpo humano. Son el pilar que nos sostiene. El material del que estén compuestos debe ser de calidad y flexible, de modo que tus pies encuentren en estos el espacio suficiente como para acomodarse sin tensiones. La forma también es relevante y debe respetar la fisionomía del propio pie. Cada pie es diferente y a cada pie le va un zapato en particular.

¿Qué tiene que ver un pie, un zapato, los valores y las parejas?

El amor es una de las emociones básicas de los seres humanos. Está presente en todas las personas en mayor o menor medida. Cada cultura lo concibe y expresa de manera diferente, pero en todas ellas existe un mismo hilo conductor. Alrededor de esta emoción han ido surgiendo con el tiempo una serie de creencias, muchas de ellas irracionales e inútiles, pero que, en su momento, cumplieron una importante función (p.ej., garantizar la supervivencia de la familia).

Una de las creencias clásicas en el mundo occidental en es el de la media naranja. Según esta los humanos somos una especie de seres incompletos. Nuestra misión es buscar a ese individuo que nos espera en algún rincón del planeta para que, por fin, nos complete como persona. Cada cual tiene a su medio cítrico con el que encaja a la perfección, igual que cada tipo de pie tiene su zapato.

Pero seamos realistas. No somos seres incompletos. O sí, pero te aseguro que no será otra persona la que te completará. Sí que puede complementarte y esa es, precisamente, la gracia de una relación de pareja. Uno más uno, dos. Un gran equipo en el que cada cual aporta un valor, una habilidad, un sueño, un proyecto. Un clan en el que ambos miembros trabajan codo a codo por un futuro compartido significativo.

No somos seres incompletos. O sí, pero debes ser tú quien, con la experiencia de múltiples y variadas situaciones y relaciones, vaya llenando esos posibles vacíos. Nos gusta creer en este tipo de mitos porque de alguna forma nos aportan tranquilidad y esperanza. No lo he encontrado aún, pero sé que existe. De acuerdo, ahora te contaré algo sobre la utilidad de esta creencia. Pero ahora, piensa. Genera presión y prisa por encontrar a la persona adecuada y mucha frustración y desánimo cuando una relación falla. Por otra parte, ¿no crees que depositar en el otro la tarea de completarte es una responsabilidad demasiado grande?

¿Sirve de algo entonces creer en esto de la media naranja? Bueno, si quieres sacarle partido a un supuesto que está tan instaurado en nuestra sociedad te contaré algo. Hay otra falsa creencia que dice que los polos opuestos se atraen, ¿te lo crees? Por una cuestión filogenética la novedad resulta interesante al ser humano. Capta nuestra atención. Por eso, cuando nos cruzamos con personas nuevas y diferentes a nosotros en nuestro día a día, estas nos resultan atractivas.

Cuando aparece un estímulo por primera vez en el ambiente, nuestro cerebro responde orientando todos los sentidos hacia este con el objetivo de analizarlo y etiquetarlo como peligroso-no peligroso. Una vez procesado y archivado, deja de ser relevante y la mente continúa con sus quehaceres diarios. A nivel relacional ocurre lo mismo. Al principio, anestesiados por el torrente hormonal que acompaña al amor, las discrepancias nos parecen maravillosas. Pasada esa primera etapa, la relación adquiere un carácter más sosegado y comienzan a valorarse otro tipo de cosas. Es aquí donde aparecen los conflictos por las diferencias. Cuanto más polarizados estén los miembros de la pareja, más difícil será encontrar un punto de unión entre ellos.

No es necesario buscar a un clon. Tampoco a una media naranja. Las preferencias y los hábitos no dejan de ser conductas modificables y, por tanto, son aspectos negociables dentro de una relación. No pasa nada si a mí me gustan las películas de acción y a ti las comedias o si tú te duchas por las mañanas y yo por las noches. No ocurre lo mismo con los valores. Estos son más estables, más profundos, más difíciles de cambiar. Son brújulas y ejes de vida. La persona con la que decidamos construir equipo si debería coincidir en parte con nuestros valores o, como mínimo, no tener principios que entren en conflicto con los nuestros.