Aranzazu del Castillo Figueruelo

La música es un elemento que nos acompaña a lo largo de toda la vida. Las primeras melodías -meros ruidos- llegan desde el interior del útero materno. Después vienen los sonidos del habla y las canciones de cuna. Más adelante, la música adereza los momentos más significativos de nuestra vida: cumpleaños, bodas y otras grandes celebraciones. También, por supuesto, otros rituales y sucesos de carácter más triste. Es una parte esencial de la vida humana.

La música implica a nuestro cerebro en su totalidad, pues provoca la activación de ambos hemisferios, así como la región donde estos intercambian información. Aspectos como la estructura, el ritmo y los patrones espaciales de las canciones son analizados por el hemisferio dominante -normalmente el derecho-, mientras que la letra y los cambios rápidos de la música son procesados por el hemisferio no dominante -habitualmente el izquierdo.

Algunas investigaciones realizadas en este campo han mostrado cómo el cerebro de los músicos presenta algunas particularidades interesantes. Se ha encontrado, por ejemplo, que el área relacionada con el movimiento y la coordinación (corteza motora y cerebelo), la zona implicada en la traducción del sonido en lenguaje y en la asociación de este con un significado (corteza auditiva) y el área donde ambos hemisferios conectan (cuerpo calloso) son mayores en personas que se dedican profesionalmente a la música.

Más allá de estas curiosidades anatómicas (para ver más, pueden ver este vídeo), la música tiene la capacidad de generar cambios a nivel físico y psicológico en la persona que la escucha: tiene un impacto en los latidos del corazón, cuyo ritmo tiende a sincronizarse con el tempo que está sonando; altera el metabolismo, reduce el dolor, favorece la expresión y descarga de emociones (¿quién no ha aprovechado una canción melancólica para llorar a lágrima viva?), y estimula la creatividad y el pensamiento abstracto. En relación con esto último, parece que el rendimiento en matemáticas mejora considerablemente si antes de resolver los ejercicios se escucha una buena sesión de música clásica (denominado en algún estudio como efecto Mozart).

El empleo de la música como elemento “terapéutico” es indiscutible, pues es evidente que, de alguna manera, logra alterar -atenuando o agudizando- los estados emocionales de las personas. Dentro de la cabina de un avión es frecuente encontrar, al menos, a dos o tres personas con miedo a volar o ansiedad en situaciones que escapan de su control, como es el caso. La música que la aerolínea elige para el momento de despegue y aterrizaje, habitualmente los más complicados, es fundamental de cara a que estas personas mantengan un estado de calma y puedan sobrellevar mejor la travesía.

Que la música altera el estado de ánimo es un hecho. Lo que no está tan claro es qué tipo de melodía se asocia con qué estado de ánimo. La música clásica o ambiental no relaja a todo el mundo, del mismo modo que no todas las personas encuentran en los tempos lentos un medio eficaz para distraerse o dejar la mente en blanco. Todo parece indicar que la clave de las propiedades positivas de la música -para generar estados de calma, por ejemplo- es una cuestión de preferencias personales.

Si esto es así, las compañías aéreas se enfrentan a un gran desafío ¿cuáles son las canciones más adecuadas para emitir durante el despegue y el aterrizaje del avión? De hecho, dedican gran esfuerzo y dosis de creatividad para la selección de las mismas, implicando cada vez más a los propios usuarios en la confección de la lista de reproducción. Lo positivo es que esto no será tan relevante salvo que, como pasajeros, nos encontremos de antemano en un estado de tensión o miedo por encima de lo normal. Por otro lado, el hecho de que las canciones elegidas permanezcan en la lista durante largas temporadas es un aspecto positivo, puesto que hace que se asocien a algo conocido y, por tanto, seguro (lo relacionamos con vuelos anteriores que han ido bien).

En conclusión, aunque las aerolíneas ya tratan de cuidar este aspecto, si realmente te da miedo volar y conoces qué canciones tienen el poder de transmitirte tranquilidad, confecciónate tú mismo la lista más adecuada. Tu mente y tu cuerpo te lo agradecerán.