Por David Lorenzo

Incluso antes de la conquista Canarias se convirtió en un lugar muy apetecible para las potencias emergentes de Europa. Tanto los reinos de España como de Portugal pelearon para ocupar las islas durante varios años. Por si fuera poco, el surgimiento del Imperio Español en el siglo XVI hizo que las colonias españolas fuesen muy codiciadas.

Antes esta situación inmediatamente después de la conquista todas las islas tuvieron que crear sus propias milicias. Esta llegó a convertirse en la única línea de defensa para garantizar que Canarias siguiera fiel a la corona de Castilla. Hay que esperar más de dos siglos para poder encontrarnos un ejército profesional en el archipiélago. Y a pesar de eso era muy pocos los que lo formaban. De manera que la actuación de las milicias fue clave hasta el siglo XIX.

¿Pero qué eran las milicias? Se trataba de un grupo de voluntarios que se presentaban para defender a su ciudad e isla en caso de un ataque. Los principales ataques eran de piratas que surcaban los mares canarios. Pero también hubo ataques puntuales que realizaron algunas flotas enemigas del Imperio español.

Esta labor no estaba remunerada. Pero a pesar de ello lograban algo que en esa época era más importante que el dinero: prestigio. La gente valoraba su labor. Su obligación era una regular participación en prácticas mensuales de formación y aprender a usar las diferente armas que les eran proporcionadas.

Para que entendamos la importancia que tuvieron las milicias fueron ellas (en su mayoría) las que defendieron Tenerife de Nelson el 25 de julio de 1797. También la que intentó evitar la entrada de Pieter Van Der Doez en Las Palmas de Gran Canaria y la que repelió a Sir Francis Drake en esta misma ciudad.

La obligación de crear estas milicias era del propio Cabildo de cada isla y lo hacían por separado. Debían además aportarles las armas, municiones y pólvora. También se encargaban de diseñar y entregar las vestimentas y se encargaban de avisar a los milicianos en caso de ataque o de que éste fuera inminente. Él a cambio debía dejar lo que estuviera haciendo para defender su isla y/o ciudad.

Para liderarlos existía el cargo de Capitanes. La selección también corría a manos del Cabildo de turno (a diferencia de en la Península, donde era la corona directamente). Muchos de los seleccionados, aunque había una Real Cédula que lo regulaba, no tenían ningún conocimiento militar. Únicamente eran poseedores de un título nobiliario o pertenecían a la oligarquía local.

Muchas veces, para acceder al cargo de oficial, algunos prometían hacer importantes inversiones, ya fuera en armamento, mejorar infraestructuras militares, etc. Era un puesto de mucha influencia y prestigio social que todos querían alcanzar por los que no les importaba prometer inversiones económicas.

Como era de esperar, las milicias de finales del siglo XV y principios del XVI, eran muy precarias. Todavía estaban llegando a Canarias mucho del armamento (cañones, etc.). En este momento muchas veces no tenían ni una línea de defensa adecuada para defender los principales puertos canarios.

Durante el reinado de Felipe IV se hicieron algunos cambios en las milicias canarias, reduciéndose el número de cargos. Además se limitaron los Tercios, quedando 3 para Tenerife, 2 para Gran Canaria y uno para cada una de las islas restantes.

Pero los más profundos cambios en las milicias se produjo cuando llegó la dinastía de los Borbones a comienzo del siglo XVIII. Se pasó a una organización más centralizada y organizada. Además se redistribuyen los cargos militares. Algunos cambian de nombre y otros logran incluso nuevas atribuciones.

Desde este momento los cargos de responsabilidad no los podrán ocupar personas sin experiencia militar. Deben estar mínimamente formados en la guerra. Así aparecen algunos casos en los que estos puestos pasan a manos de personas sin título nobiliario, lo que generó polémicas.

A comienzos del siglo XIX todavía las milicias en Canarias tenían su peso en la defensa de las islas. Aunque habían sufrido importantes modificaciones. Desde este momento no eran coordinadas por los Cabildos insulares (que desaparecieron) sino por las Diputaciones Provinciales. La cantidad de milicianos fue cayendo progresivamente en picado en cada reforma legislativa que se hacía.

El fin de las milicias llegó finalmente en 1886, con el Reglamento de organización del Ejército Territorial de Canarias. Este fue sustituido por el Ejército Territorial de las Islas Canarias. Pero la decadencia ya venía de mucho atrás. Ya desde comienzos del ochocientos el Batallón de Infantería de Canarias se encargaba de la defensa del archipiélago.

Un triste final para las milicias. La defensa valiente de las costas canarias les habían convertido en personas muy prestigiosas entre la comunidad isleña. A pesar de ello no se tardó mucho en olvidarlos. Hoy nadie recuerda que fueron los milicianos quienes nos protegieron de piratas y de posibles invasiones durante siglos.

Para saber más:

  • Abad Ripoll, Emilio (2013) “Historia de las milicias canarias”. En ASRI Arte y Sociedad Revista de Investigación. Málaga: Universidad de Málaga
  • Farrujia Coello, Amós (2016) “Ejército, milicias y paisanaje en Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII”. En Revista Vegueta. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.