Por David Lorenzo

Las Canarias son conocidas por muchos como las islas afortunadas o de los bienaventurados. Este nombre tiene como origen un mito griego. Se trataba de una leyenda que localizaba en unas islas donde todo crecía por actuación de la propia naturaleza. Un lugar donde los hombre no tenían que trabajar, solo recoger los frutos de la tierra.

Las afortunadas fueron localizadas al oeste, más allá de las columnas de Hércules. No es casualidad que se escogiera este lugar. Muchos de los mitos griegos se producen en occidente, sobre todo por la lejanía de los territorios ocupados por ellos.

Posiblemente la leyenda de las islas Afortunadas se estableció después de descubrir algunas ínsulas en el Atlántico. Por su cercanía a África no resultaría descabellado que fueran las propias Canarias. Aunque nosotros damos por hecho que es nuestro archipiélago no está del todo claro. Al apenas contarse con una clara descripción tenemos que sostener que pueden ser cualquiera de las islas macaronésicas.

Igualmente debe entenderse que se trata de un mito. Es decir, que aunque tenga parte de realidad también hay mucha invención. Esta idea paradisiaca de lugares donde las frutas crecen sin apenas esfuerzo y sin la mano del hombre servía a los griegos para desinhibirse del mundo real. El trabajo en el campo fue y sigue siendo duro. Hay que estar desde el amanecer y encima nada te garantiza que tengas una buena cosecha.

Creer que existía un lugar casi mágico donde todo crecía sin cultivar era un especie de milagro. Un sueño que a muchos agricultores le gustaría vivir.  Además, al estar tan alejadas de Grecia nadie iría a comprobarlo. Pensar que habían lugares mejores ayudaban a muchos en su día a día.

Posiblemente, en caso de tenerlo, los griegos tuvieron los primeros contactos con Canarias (u otras islas macaronésicas) con la llegada de los primeros colonos griegos a la Península Ibérica. Seguramente, ya fuera por leyendas propias del lugar o bien después de algunos viajes supieron de la existencia de archipiélagos más allá del Mediterráneo.

Otra opción (quizás la más probable) es que supieran e incluso visitaran islas Atlánticas cuando realizaban algunos viajes comerciales. Sea como fuera lo que está claro es que creyeron firmemente que estaban en medio de un lugar único donde el clima era benigno y todo era cultivable. Tampoco estaban tan equivocados al fin y al cabo. Nuestro clima subtropical permite que se plante casi cualquier fruta y/o verdura.

Aún así en todos los escritos latinos se veían las islas Afortunadas como un lugar paradisiaco, de una exuberancia impresionante. Demasiado bonito para ser cierto. Aunque, por supuesto, Canarias estaba mucho más poblada por árboles, plantas, etc., es poco probable que fuera el Edén en la tierra.

En algunas crónicas (como las hechas por el escritor e historiador griego Plutarco) se habla sobre la llegada de navegantes al archipiélago. Además se hacen unas descripciones mucho más concretas sobre ellas. Así por ejemplo Plutarco nos habla de unos marineros acababan de llegar de dos islas del Atlántico. Ambas islas  se unían entre ellas “por un brazo de mar”. Todos ellos las identifican con las islas Afortunadas. Obviamente o se habla de Lanzarote y Fuerteventura o Tenerife y Gran Canaria.

Estos mitos fueron “heredados” también por los romanos. Muchos autores romanos, a veces influidos por la leyenda y otras veces apoyados por fuentes de calidad, vuelven a escribir de las islas Afortunadas y de lo que en ellas sucede. Los romanos establecieron los nombres que aparecen en posteriores historias sobre Canarias. Algunos han intentado identificar cada una de ellas con las 7 islas sin mucho éxito.

Para saber más:

  • Álvarez Delgado, Juan (1945) “Las «islas Afortunadas» en Plinio”. En Revista de Historia. La Laguna: Universidad de La Laguna
  • Santos Yanguas, Narciso (1988) “El mito de las islas Afortunadas en la antigüedad”. En Memorias de historia Antigua. Oviedo: Universidad de Oviedo.