Por David Lorenzo

En la figura del gomero Antonio José Ruiz de Padrón encontramos a un hombre con unos ideales bien claros y con un individuo con una personalidad inquieta que busca cambiar las cosas. Destaca su interés por el liberalismo. Tan atraído se va a sentir por ellos que se adherirá muy rápido a ellos.  Nada más llega a la isla de Tenerife para acabar con sus estudios.  A pesar de sus ideas liberales va a ser un hombre fuertemente religioso, formando parte de los franciscanos en La Laguna.

Su fe religiosa va a venir de familia (de cinco hermanos sólo dos hermanas no seguirán la carrera eclesiástica). En cuanto a su interés por el conocimiento parece nacer de su propio interés personal, aunque sus primeros estudios en el monasterio franciscano de La Gomera pueden haberle influido enormemente.

Su interés por saber más lo lleva a cruzar el Atlántico y llegar a América. Este periodo seguramente (es el período que menos se conoce sobre él) influyó enormemente en sus propias ideas. Es igualmente interesante su relación “por accidente” con nada más y nada menos que con algunos de los principales precursores de la independencia de los Estados Unidos de América, como es el caso de Benjamin Franklin.

Con la entrada de las tropas francesas a España en 1808, tropas a las que repudió desde el principio, presentó públicamente su perfil de político e intelectual. De esta forma su apoyo incondicional a proteger a sus feligreses nos permite ver además la cara más amable y colaboradora del clérigo de origen canario. Sin duda su reputación de liberal debía ser conocida por toda la Península, puesto que es muy interesante observar cómo es elegido para representar a cuatro islas del Archipiélago en las Cortes de Cádiz. Su gran oratoria ayudó a poner fin a una de las instituciones más crueles del Antiguo Régimen en España: la Inquisición.

Uno de los momentos más duros de su vida fue el proceso en contra de su persona por el hecho de ser liberal, cuando Fernando VII vuelve a reintroducir el Absolutismo en España en 1814. Resulta verdaderamente encomiable como deicidio no huir en el país, a pesar que sabía que iba a ser penado de manera severa. A pesar de ello se mantuvo firme. Su decisión hizo que finalmente lograra la ansiada libertad en 1818 tras cuatro años exigiéndola.

A pesar de ser penado jamás traicionó sus ideales liberales. Cuando en 1920 Fernando VII es obligado a firmar la Constitución de 1812 (durante el llamado trienio liberal) él ocupó un  cargo como diputado por Asturias en las Cortes. En esta segunda fase de su vida política siguió proponiendo reformas liberales que mejoraran la situación del país. Curiosamente su vida “tocará a su fin” pocos días antes de que los “Cien Mil Hijos de San Luis” pisen suelo español y vuelvan a reinstaurar de nuevo el absolutismo en nombre de Fernando VII. Así por estas y otras circunstancias el clérigo de origen gomero morirá en un ambiente muy humilde y caído en el olvido como (por desgracia) otros tantos personajes en la historia.