Por David Lorenzo

Empresas internacionales, como la de Elder & Fyffes, monopolizaron durante décadas la exportación de fruta en Canarias. No solo se encargaban de enviar plátano a los puertos británicos, sino que también van a controlar otros productos, como es el tomate.

A finales del siglo XIX empieza el cultivo del tomate canario. Desde este momento empieza a verse un interés creciente en este producto en otros países. Sobre todo en Reino Unido comienza a consumirse mucho tomate canario.

El hecho de que fueran los comerciantes ingleses los que se encargaran de la venta del tomate canario dificultaba mucho la organización de exportadores de las islas para que vendieran en otros lugares. Eran ellos los que fijaban el precio de venta de productor a mayorista. Precio que luego era inflado por ellos para venderlo en su país de origen.

Pero esto acaba por cambiar en el primer tercio del siglo XX. En este momento surge lo que va a ser llamado el cosechero-exportador. Se denominaban así a los miembros de las empresas independientes que se encargaban directamente de vender su propio producto desde el archipiélago. El tomate canario era vendido por los propios isleños.

Los comienzos no fueron fáciles. Aunque desde la década de 1910 existieron intentos de asociación esta no logra consolidarse hasta 20 años después. Las asociaciones las formaban empresarios muy distintos: había desde jóvenes emprendedores, a indianos con interés de invertir, comerciantes y terratenientes. También hubo una parte de la aristocracia canaria interesada en colaborar en este negocio.

Comenzar la venta del tomate canario era un riesgo a la inversión.  Muchas veces estas empresas debían gastar mucho dinero para que llegara a los puertos de Londres. Muchas veces los ingresos se obtenían después de haber comenzado la cosecha. También tenían problemas para conseguir inversiones financieras.

No todas las asociaciones que vendían tomate canario tuvieron el mismo éxito. Como era de esperar, aquellos grupos que estaban formados por grandes terratenientes y burgueses influyentes en las islas, lograron muchos más beneficios. Esto hizo que se abriera una brecha cada vez mayor. Los grandes exportadores canarios no necesitaban a los más pequeños, porque eran autosuficientes.

Sin embargo los pequeños exportadores sí que necesitaban el apoyo de los más grandes para seguir haciendo negocio. Muchos de estas pequeñas empresas acabaron fracasando o integrándose a las otras mayores.

Que empezara a comercializarse tomate canario directamente por comerciantes de las islas exigía a que se contara con un receptor que recogiera y distribuyera el producto en Londres. En la mayoría de las ocasiones se enviaba a familiares, que muchas veces llegaban a la capital británica sin saber inglés.

Los receptores eran muy importantes, ya que servían como relaciones públicas. Su obligación era, sobre todo, vender el tomate canario a los distribuidores británicos. De ellos dependía muchas veces la victoria o el fracaso de los productores del archipiélago.

Hoy el tomate canario, desgraciadamente, no está viviendo su mejor momento. La competencia cada vez es más feroz (sobre todo con Marruecos) reduce mucho el precio de venta. Por otro lado el mercado ha caído en las últimas décadas. A pesar de esto con sus más de 130 años el cultivo de tomate canario ha logrado sobrevivir. Esperemos que siga perdurando otros 130 años más.

Para saber más:

  • González Lemus, Nicolás (2005) “Los inicios del tomate, plátano y turismo en Canarias”. Apuntes Histórico-económicos. En Anuario de Estudios Atlánticos. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria
  • Suárez Bosa, Miguel; Rebollo López, Manuel (2012) “El tomate en Gran Canaria: los cosecheros exportadores y la comercialización”. En XX Coloquio de Historia Canario-Americano. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria