La potencialidad de las variedades autóctonas de uva y su expresión en los vinos de Canarias podrían expresarse mediante el dicho «de tal palo tal astilla». Producciones de las Islas admiradas si constatamos, una vez más, la reacción de los expertos en las recientes ferias y congresos como Fitur o Madrid Fusión. ¿Puede que olvidemos que el vino nace de la uva? Claro que no, pero realicemos un ejercicio infalible para precisar de dónde proceden esos matices de las referencias canarias: ¡mastiquemos esta insigne fruta!

Juan Jesús Méndez, bodeguero de La Guancha (Tenerife), tiene su campo de ensayos en el Jardín de Variedades y a lo largo del tiempo ha preparado catas para profesionales a partir de las uvas; luego, pasan a valorar los vinos desde esa experiencia.

Si imaginamos un eje de coordenadas en cuyo centro habitan afamadas Denominaciones de Origen españolas (Rioja, Ribera del Duero, Albariño…), las once del Archipiélago se deslizarían a un aparte del cuadrante. ¿Esto por qué? Los vinos canarios, volcánicos, cómo no, huyen de argumentos predecibles de las citadas DO. Masters of Wine como John Zsabo, Fernando Mora o Pedro Ballesteros (poco más de trescientos en el mundo) valoran de una forma especial los milagros vitivinícolas –así se pueden definir– que en algunas comarcas cobran sello de viticultura heroica.

Visualicemos mientras saboreamos la lectura. Cogemos del racimo; vamos a concentrarnos en los rasgos, en la profundidad, el azúcar; la acidez natural del pequeño ovoide. Listán blanco, malvasía, gual, albillo criollo, vijariego, moscatel, marmajuelo y verdello (vinos blancos); listán negro, negramoll y tintilla (tintos).

¡Disfruten!