Texto: Juan Manuel Pardellas
A Badajoz, cruzada por el caudaloso río Guadiana, hay que viajar con hambre. Primero, en el estómago, para dar buena cuenta de sus exquisitos y afamados productos ibéricos, una enorme variedad de quesos de oveja, cabra y vaca y de platos tan sabrosos como contundentes. Últimamente, la capital se reivindica como una referencia gourmet obligada para desayunos, como podrían serlo las tapas en Córdoba o los pintxos en Euskadi. Tostadas de cachuela, ibéricos, churros o migas con todas sus variantes suponen un energético comienzo del día.
Aún hay más. Una buena forma física nos permitirá recorrer a pie, en bici o corriendo rutas y senderos en extensiones interminables de olivos, alcornoques, robles, encinas, descubriéndonos una rica fauna, sobre todo ganado y gran variedad de aves, pájaros e insectos. El paisaje y el aire puro se combinan con brumas y sol radiante, lo que se convierte en un tratamiento antiestrés gratuito. Destacan poblaciones con un encanto muy especial, como Salvaleón.
Y si llegamos a este destino con ganas de aprender, encontramos una ciudad fundada por musulmanes que gobernaron durante más de tres siglos y medio y de cuya presencia queda un buen legado. Su historia está llena de batallas y acontecimientos capitales, incluida la guerra civil. Para el anecdotario quedan los siete años en que Badajoz fue portuguesa, de 1396 a 1403.
Badajos es una de las capitales más amuralladas de España. Así que vale la pena visitar y caminar en la Alcazaba, recorrer los 4,5 kilómetros de la Muralla abaluartada y su próximo carril bici turístico para hacer este circuito, la plaza Alta, la plaza de la Soledad, la Torre octogonal de Espantaperros, erigida por los almohades, el Museo Luis de Morales y la Puerta de Palmas, que, a modo de arco del triunfo, marcaba la salida a Portugal.
Como cuartel general, Badajoz también ofrece un potencial enorme, a medio camino entre destinos portugueses como Estremoz, Elvas y Lisboa y muy cerca de Mérida, Trujillo, Cáceres y el valle del Jerte.
En la capital hay dos locales de referencia para tardear e ir de copas, que merecen visitarse: el Rincón Nazarí, de inspiración musulmana, que conserva en un piso de cristal el aljibe original, y, sobre todo, Las Tres Campanas, una antigua juguetería de tres plantas, reconvertida en restaurante, lugar de copas y hotel boutique, que conserva toda la decoración de madera, como si fuera el escenario de las aventuras de Harry Potter.